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LA LEYENDA DEL BARRIO MALVIN

Malvín empezó a tener, en las inmediaciones de su solitaria playa, muchas viviendas precarias con lavanderas, en su mayoría de raza negra. Nombraban al barrio como «Balbín» que fue un acaudalado personaje de la costa montevideana, pulpero y dueño de un saladero que llegó a integrar el Cabildo.

Luego, el nombre derivó en Malvín y abarcó toda la zona. Al igual que en otros barrios, fue el Sr. Piria quien compró la mayoría de los lotes y los remató a precios accesibles en su local de la Ciudad Vieja. Como en la Playa Capurro, las costas de Malvín eran utilizadas los lunes y martes para hacer masajes acuáticos a muchos caballos de carrera. Los traían desde el Pueblo Ituzaingó de Maroñas y esa costumbre de los cuidadores despertó la curiosidad en Malvín por parte de los capitalistas propietarios. Ellos se entusiasmaron con la tranquilidad y belleza de la zona y comenzaron a levantar en la costa varias residencias de veraneo. Se inauguró el Sanatorio Lussich, que por unos pocos años fue un centro de rehabilitación para enfermos de tuberculosis. Malvín comenzó a tener su perfil de balneario capitalino. Con la instalación de la Estación de Pocitos, los tranvías empezaron a circular en mayor cantidad hacia el Este. Muy pronto, Malvín tuvo su propia línea de tranvía que lucía el número 24. Un rancho de pescadores malvinenses tuvo por años en su frente un gran cartel que decía «El Tranvía 24″.

Ahí también se reunían temerarios amantes de la natación que hacían peligrosas competencias en la Playa Honda. En esas épocas el deporte «oficial» era nadar en la playa y la meta de los muchachos audaces fue el ir y volver desde la orilla a la Isla de las Gaviotas. Más adelante, hacia finales del 30, se inauguró el Club Malvín, que tuvo varias sedes y ubicaciones, teniendo su sede inicial en la calle Río de la Plata y Orinoco. Además de ser sensible al baloncesto, lo fue al arte popular, y por la década del 50, con la inauguración de su gran estadio, se organizaron brillantes veladas carnavalescas. El deporte zonal también se identifica con el Club Unión Atlética que, aunque nació por los años 20 en la Ciudad Vieja, luego con una fusión con clubes del barrio se integró por completo a Malvín.

Este viejo barrio comparte con la Unión y la Ciudad Vieja el privilegio de ser sitios donde cantó Carlos Gardel. El Mago conocía la zona, pues tenía una casa de veraneo en Punta Gorda. Una noche sus amigos lo convencieron de que llegara hasta Malvín y fue cuando cantó en el Hotel Las Brisas.

El pequeño escenario del hotel también recibió a Francisco Canaro y a otro gran cantor como lo fue Charlo. Otro sitio emblemático del viejo Malvín fue el antiquísimo Molino de Pérez, que se identifica con la época pionera y agreste del barrio y luego también con el arte, pues ahí funcionó el Taller de Figari. La moda del biógrafo tuvo en Malvín dos exponentes: El Cine Auditorio, instalado en la playa donde se alternaban orquestas y películas, y el Cine Maracaná, donde los muchachos del barrio hacían alboroto durante la matiné. Los vecinos más veteranos recuerdan la historia del famoso aerocarril que debía unir la playa y la Isla de las Gaviotas, pero que nunca fue terminado. Sigue la leyenda de Malvín, vieja barriada sin fin. Con más recuerdos y música los esperamos en CX 40 Radio Fénix todos los domingos a las 18.00 horas.

COORDINACION: ANGEL LUIS GRENE

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