Informe. Encuesta revela queja de maestros por comportamiento de escolares; opinan sociólogos, psicólogos y los niños

La mala conducta en la clase

LA REPUBLICA consultó a varias fuentes (entre ellos dos profesionales) para saber qué opinan sobre la cuestión de la «mala conducta» de los niños y la relación que tiene con la educación.

Entre los consultados estuvo un grupo de niños, actores educativos indiscutidos, y que forman parte del grupo al cual los maestros hacer referencia al hablar de la «mala conducta». Los resultados del Censo Docente que será presentado hoy determinó que un 70% de los maestros respondieran que la «mala conducta» resulta un «obstáculo» a la hora de enseñar. Esta cifra desciende paulatinamente a medida que aumenta el nivel educativo, como por ejemplo en Secundaria, UTU o Formación Docente.

 

Temas de conducta

La primera pregunta que uno se debe hacer es ¿qué es la mala conducta? Para algunos puede definirse de una manera muy subjetiva. Natalia es madre de Nicolás (12) y para ella su hijo «cambió». «Me habla mal, se encierra en su cuarto, no come». Nicolás vive ­sin dudas­ momentos de cambios personales, físicos y psicológicos estando en un período denominado como «adolescencia». «Sí, pero mi hija Verónica (16) no fue así» responde Natalia. El psicólogo, Daniel Conde, diplomado en derechos de infancia y políticas públicas, asesor del Consejo de Educación Primaria y Profesor Adjunto de la Facultad de Psicología de la Udelar, distinguió tres «dimensiones» para analizar las causas de la mala conducta de los niños. «Una dimensión individual, una dimensión grupal y otra institucional» explicó. «En la individual pueden existir múltiples factores que inciden en la conducta, a saber: la edad y el momento evolutivo que vive el niño, la historia de vida y la forma que esa historia impactó en su subjetividad, los conflictos no resueltos y el mayor o menor manejo de los afectos que el niño tiene, (siempre a partir de su interacción con el mundo adulto y sus instituciones como la familia y la escuela)», especificó el profesional. Agregó que «para comprender y explicar el sentido de una conducta ­buena o mala­ se requiere partir de la situación concreta de lo que sucedió en el aquí y ahora y develar entonces la incidencia mayor o menor de los aspectos individuales mencionados pero, sin duda, también visualizar los procesos grupales como por ejemplo los roles de los niños y las niñas, lo que se valora y lo que no para ser aceptado, si un niño se siente parte o no de un colectivo, de una clase, etc». En cuanto a la «mala conducta» particularmente «merece señalar que incluye una valoración moral que es cultural y socio-histórica, es decir, varía en cada momento histórico, en cada país, en cada ciudad, en cada localidad, en cada comunidad» especificó. Agregó que «en todo caso constituye un juicio a partir de las expectativas del ‘mundo adulto’ sobre la conducta de niños y niñas».

En tal sentido destacó que «nos podemos preguntar si esa expectativa es adecuada y a que imagen de niño ideal corresponde. Corresponde con la imagen de niño sumiso que debe someterse a cualquier propuesta de los adultos porque ‘sabemos lo que es bueno para ellos’ y por su edad es ‘propiedad’ como un objeto de las necesidades, intereses y prioridades de los adultos». Conde, sobre esto último, dijo que esta visión «puede llegar a justificar el maltrato, la violencia física o psicológica y hasta el abuso sexual».

 

Dificultad admitida

En el año 2008 varios hechos de «mala conducta» rondaron la opinión pública. En varios centros de secundaria, la violencia entre estudiantes estuvo presente. «Nosotros somos violentos, pero nadie se acuerda de que si un profe viene y te habla mal o te pone un uno porque se le canta, o llega tarde, eso es también un acto de violencia, un tema de conducta» dijo A.M. un joven estudiante del liceo 38 de La Teja. Allí los docentes denunciaron varios actos de violencia entre estudiantes y contra los propios profesores y demás funcionarios. Según la socióloga en educación Adriana Marrero, el tema de la conducta «es una dificultad, y los docentes la admiten».

En el caso de la conducta en la escuela primaria «eso no significa que para ellos sea insuperable». Marrero opinó que «la formación docente, cuando es buena, puede ayudar a que los docentes enfrenten esa dificultad igual que otras». En el caso del Liceo 38, los docentes reclamaron un plan pedagógico y apoyo social y psicológico acorde con las necesidades de la institución que, en muchos casos, «recibe a jóvenes de diferentes barrios» tal como destacaron los docentes en abril del año pasado. Algunos estudiantes, manifestaron, en su oportunidad, la falta de interés en ir a clase, lo que se desvirtuaba ­según los docentes­, en la violencia. «Un modo de prevenir la mala conducta es generando interés en los alumnos» explicó Marrero que dijo que «la escuela es aburrida, entonces, los chicos buscan divertirse» refiriéndose en este caso, particularmente a los niños.

De todas formas, la docente e investigadora universitaria explicó que el fin de la escuela no es divertir sino «generar interés, concentración, desafíos, y ahí es más fácil superar una dificultad que está implícita en la tarea».

 

Recursos

Para Marrero existen otras causas que agravan la dificultad de la mala conducta. «Las aulas sobrepobladas pueden agravar el problema, porque es difícil proponer tareas que interesen a todos, es más difícil detectar cuando hay niños que se han descolgado de lo que está pasando en clase, y es más trabajoso generar para todos tareas interesantes».

Según datos de Primaria otorgados a LA REPUBLICA se han desdoblado la mayoría de los grupos, y se generaron nuevos cargos docentes en el sistema educativo para atender la demanda de más de 370 mil niños. Marrero sostiene que el presupuesto de la educación «va fundamentalmente a salarios y sólo marginalmente a instalaciones y nuevos edificios: más aulas con menos asientos puede ser un modo de facilitar a las y los maestros la superación de las dificultades «naturales» de su tarea, incluyendo las dificultades de aprendizaje de sus alumnos». A su vez señaló otros factores pedagógicos que influyen en la «mala conducta», tales como la escasa inversión en materiales didácticos atractivos. Señaló que esto se evidencia «cuando los maestros del Plan Ceibal dicen que sus alumnos tienen mejor conducta».

 

Sociedad

Marrero destacó como «factor social relevante» la cuestión «de los niños que provienen de hogares de sectores sociales excluidos, no habituados a la vida escolar». Daniel Conde, por su parte, recordó que en Uruguay «la mayoría de los niños nacen y viven en la pobreza» y que existe una fuerte prevalencia del «maltrato infantil». Concluyó que «el mundo adulto se asusta de los niños y las niñas que está produciendo como si no tuviera nada que ver o no fuera responsable». Explicó que «en las últimas décadas se comienza a ver a los niños como sujetos de derechos y esto implica que los niños dependen afectiva y materialmente, para desarrollarse, de los adultos, pero que tienen los mismos derechos como ciudadanos (ni más ni menos) que un adulto, entonces debe ser cuidado, querido, escuchado y el Estado, las instituciones, las comunidades y todos los adultos somos responsables de garantizar todos los derechos de los niños y las niñas». Especificó que, por ejemplo, «hay problemas de conducta pero también hay problemas de disciplina». La familia y la escuela «tienen el mandato social de educar a las nuevas generaciones y la educación es un derechos de los niños y las niñas». Sobre las causas de la «mala conducta» Conde expresó que «no es bueno generalizar, ni llevar estadísticas que simplifiquen la realidad». Se refirió sí a «un aspecto clave en la educación y tiene que ver con el ‘sentido’ de las cosas». Esto es ­según Conde­, «cuando las actividades o las propuestas pierden o no logran trasmitir o construir una valoración de lo que se hace como bueno entonces se transforman en excluyentes». Agregó que el problema de la conduc
ta «es un problema que trasciende a las disciplinas de la educación y a la psicología. Es una problemática social que todos pueden contribuir a cambiar».

Conde concluyó que «si la psicología y la educación se juntan para contribuir a que los niños y las niñas con mala conducta tengan un ejercicio pleno de sus derechos es posible que, cuando sean adultos, tengan familias y escuelas que estén a favor de los derechos de los niños». Dijo «que un niño se sienta valioso y querido no depende de la psicología y la educación sino del mundo que los adultos construimos todos los días». Agregó que «si el mundo es ‘bueno’ para los niños la ‘mala conducta’ entonces si se convertiría en un problema fundamentalmente de la psicología y de la educación». Por ahora, «este mundo, en general, no ha sido muy bueno para los niños».

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