Patrimonio sobre rieles. La Estación de Peñarol refleja el antiguo esplendor de los ferrocarriles uruguayos

La historia uruguaya viajó en tren

El vagón de los presidentes fue fabricado en los Talleres Paysandú y puesto en servicio en 1929. En 1993 fue la última vez que fue usado por un primer mandatario. Luis Alberto Lacalle inauguró, ese año, una línea de pasajeros hacia la localidad de 25 de Agosto.

 

Comodidad y lujo

El vagón presidencial está recubierto de buena madera, tiene varios dormitorios, cocina, baño, un dormitorio matrimonial y una amplia sala de reuniones. En él hacían sus giras por el país los presidentes de la República acompañados de sus asesores, pero también era utilizado por los jerarcas de AFE.

Dejó de usarse cuando el Banco de Seguros de Estado (BSE) no aseguró más vagones de madera, de pasajeros. Por lo tanto, no pudieron transportar más personas, excepto en trayectos muy cortos. Más allá, un vagón de primera clase en exposición era visitado por el público. Aún conserva los cómodos y amplios sillones de cuero. En sus inicios formó parte de los Ferrocarriles Uruguayos del Este y luego, en 1952, pasó a AFE. Recorrió todo el país hasta diciembre de 1987, cuando se suprimieron los servicios de ferrocarril.

Más tarde, este vagón realizó recorridos cortos, pero luego dejó de funcionar porque también es de madera y por lo tanto el BSE no lo asegura. El vagón tiene 48 asientos, de mayor comodidad que los comunes, cuyos asientos eran de madera.

 

Vagones incendiados

En Uruguay llegaron a existir hasta 150 vagones de madera. La mayoría se vendieron y muchos fueron a parar a las estancias turísticas. «Otros tantos fueron incendiados por los chatarreros para sacarles el hierro», relató a LA REPUBLICA uno de los miembros del Círculo de Estudios Ferroviarios del Uruguay (CEFU), Diego Fabbiani.

En exposición también estaba la locomotora más antigua del país, la Manning Wardle de 1890. Esta máquina era chica en comparación con la V158, de 132 toneladas y que llegaba a arrastrar hasta 1.000 toneladas.

En el país hubo tres de estas locomotoras, pero hoy sólo queda la que está en exposición. Son verdaderos monstruos de metal que dejaron de funcionar en 1978, cuando el presupuesto era demasiado excesivo para las arcas del Estado en un país que no es productor de combustible.

Luis María Oliveira fue mecánico de esta locomotora cuando recién comenzó a trabajar en AFE y hoy es el jefe coordinador de remesas del organismo. Conversando con LA REPUBLICA, recordó esos tiempos mientras nos mostraba una vieja foto, junto a sus compañeros, instalado en una oficina que es el reflejo del deterioro de los ferrocarriles uruguayos. La oficina guarda en sus paredes húmedas los retratos del antiguo esplendor. La más grande muestra donde llegaba el ganado, en la terminal de La Tablada, y las otras reflejan las distintas etapas del ferrocarril.

 

Antigüedades en uso

Los talleres de Peñarol son enormes y datan de 1897. «Eso que ven allá arriba, a la entrada, es el pito que funcionaba a vapor. Sonaba a las 6 de la mañana para llamar a los trabajadores», relató a LA REPUBLICA otro funcionario. «Ahora no funciona, pero igual lo dejamos ahí», agregó.

Muchas cosas que fueron instaladas por los ingleses siguen en el mismo lugar y se continúan usando. La mayor parte de la maquinaria es de la década del 30.

Lo primero que se aprecia a la entrada del taller son las inmensas grúas que cuelgan del techo: una levanta hasta 35.000 kilos y la otra llega a los 7.500 kilos. Enormes tornillos, remaches, mechas y otras herramientas pasaron ante los maravillados ojos de los visitantes.

 

AFE desmantelado

Los galpones son enormes y están armados sobre vigas de hierro. Del techo cuelgan enormes poleas donde antes había decenas de grandes máquinas. Allí se continúa trabajando con las herramientas, tornos y maquinaria de precisión del siglo pasado. Los adoquines del piso son de madera dura y están sumamente engrasados.

Más atrás, al fondo, está la herrería, que fue desmantelada por uno de los primeros presidentes constitucionales, luego de la dictadura. Además, muchas máquinas fueron destrozadas para vender la chatarra.

En el medio del galpón, un poderoso yunque, todavía en uso, es testimonio de una época en donde no se podía hablar debido al ruido que producían las máquinas trabajando. A su lado, una vieja fragua acompaña, destartalada (pero en uso), al yunque.

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