Nano. El periodista Aureliano Folle se confiesa en "La sobremesa del domingo"

"Le tengo más miedo a la cárcel de mujeres que al penal de Libertad"

«Nano» fue entrevistado gracias al trabajo de una niña. «Quiero que pongas cómo fue que concretamos esta entrevista», solicitó Folle. «Aldana se acercó, me saludó y me dijo que la hermana trabajaba en LA REPUBLICA y me quería hacer una nota. Yo pensé que era una broma, pero resultó que era verdad. Entonces le di mi número de teléfono y me llamaron», cuenta el protagonista de «La sobremesa del domingo».

«Creo que lo ideal es que salga una foto mía con ella», expresó. «Siempre que se acercan los niños, yo los saludo y me encanta», admitió.

 

La presentación

­Mi nombre es Aureliano Folle, tengo 51 años bien vividos, casado en segundas nupcias con tres hijos, uno lo trajo mi mujer y vino como cachorro al pie. Ellos tienen 16, 12 y 11 años, se llaman Federico, Andrés y Manuela. Soy periodistas desde hace un montón de años, desde que entré en 1978 en el diario El País. Nací en la prensa escrita, luego conocí la radio y me enamoré de ella. Más tarde apareció el mundo de la luz y los colores. Estoy contento de haber descubierto esta cosa tan extraña, ya que pensaba que no tenía buena relación con la cámara de televisión.

 

­Cuando estás frente a la cámara parecés un hombre muy frío y calculador en tus palabras. Sin embargo, varios de tus compañeros dicen que sos todo lo contrario y destacan que sos muy sensible a los temas que tratás.

­Sí, y tal vez por eso se puede interpretar como un tema de frialdad de mi parte. Soy la antítesis de lo que mencionabas al principio ya que generalmente improviso. Acá me joden los camarógrafos, me preguntan qué voy a decir, pero yo nunca sé lo que voy a decir. Cuando se prende la luz roja de la cámara yo arranco, tengo en la mente algo que creo que es la esencia y lo digo. Yo me considero una persona que mira y tiene la sensibilidad de alguien que mira. Pero no sólo trato de mirar sino que también trato de ver para poder explicarle a la gente qué es lo que pasa.

Hay que saber sobre el fenómeno de la criminalidad, de la condición humana, ya que alrededor de un hecho delictivo hay una cantidad de cosas que juegan. No es sólo cuando un tipo le pega un tiro a otro; hay que situarse ahí y tener un respeto por la víctima y el victimario. Yo sé que es difícil respetar al victimario ya que cuando ocurre un hecho así es es el peor de todos y la víctima es la pobrecita. A veces es al revés. Cuando pensás que la cosa es de una manera, a los dos o tres días te das cuenta de que cambia.

 

­¿Alguna vez las autoridades, actuales o pasadas, del Ministerio del Interior te han pedido tu opinión?

­No, mi opinión no. Yo a veces he dicho algunas cosas, sobre todo a las autoridades carcelarias o a los distintos ministros del Interior que tuvo el país. Siempre discuto el tema de las cárceles con los camarógrafos que salen conmigo a la calle. Vamos a las instituciones y los vemos sufrir, pero el problema es que los presos no hacen nada en todo el día. ¿Por qué no los ponen a laburar? El otro día me enteré de que los cordones de granito rosado de todas las calles las pusieron los reclusos cuando estaban en la cárcel en Uruguay y Yi; parece razonable que los tipos laburen. Hacé algo y ganate algún manguito, porque sino estás 22 horas adentro de una celda y cuando salís lo único que querés hacer es matar a alguien.

 

­ ¿Te enterás de algunos hechos antes que la Policía?

­A veces te pasa que te llaman antes a vos.

 

­ ¿En esos casos le das aviso a la Policía?

­Yo no soy un colaborador de la Policía ni un defensor de las causas perdidas. Yo soy un periodista.

 

­ ¿Hay arreglos internos entre el periodista de policiales y la Policía?

­Yo no los tengo. En una época se decía que la mejor manera de tener una buena fuente en la Policía era llevar una botellita de vez en cuando. Yo no lo hago. Tuve algunos incidentes con algunos compañeros y colegas que me decían que era la mejor forma de tener una buena fuente policial. Al principio me era más difícil, pero con el tiempo la Policía, los delincuentes y la opinión pública ven tu trabajo y no tenés que darle una botellita a nadie.

 

­ ¿Hay gente que te quiere o te quiso comprar?

­No, nunca se han animado. Me han pedido que les pague por algunas notas, pero les digo que para eso tienen que cruzar el charco. Al menos yo no pago por notas.

 

­ ¿Has sufrido amenazas?

­Algunas hay, dando vueltas en el aire, pero yo creo que el que te va a hacer algo no te avisa.

 

Cronista policial: espécimen extraño

­ ¿Cómo te llevás con tus colegas?

­Brillantemente bien. Pero mirá si seremos especímenes extraños, fijate en el nombre de los tres. Aureliano, Nasario (Sampayo), Jean George (Almendras). No hay tres nombres más distintos en todo el planeta y los tres nos dedicamos a lo mismo. Pero somos los tres distintos y eso es lo bueno, cada uno tiene un factor negativo y otro positivo, eso es bueno. Está el cronista que llega al hecho inmediatamente, está el que lo mira de lejos, está el que lo analiza. Ahora hay un muchacho nuevo acá (Santiago Bernaola), un pibe joven que estuvo antes en VTV y que está haciendo su trabajo muy bien. Lo que yo no siento es que exista una competencia como mis compañeros y colegas.

 

­ ¿El periodista policial es un periodista amarillista? ¿En qué beneficia al televidente enterarse de un accidente o un crimen?

­Es un hecho, una noticia. Te digo que el periodista policial puede ser tan amarillo como el periodista político o económico. Yo fui periodista 25 años antes de hacer esto y odiaba la crónica policial. Hemos echado muchas sombras sobre ella y ha sido tan bastardeada que le quitamos importancia.

 

­ ¿Quiénes provocaron eso?

­Todos nosotros, los que la consumen y los que la hacen. Entonces la crónica policial es una especie de porquería que tenés que leer porque impacta, pero en el fondo sabés que no hay mucho de verdad. Lo importante es descubrir la verdad y saber lo que pasa con la gente. Fijate en el tema de los abusos sexuales que ahora explotó. Si ves el mecanismo, la prensa estaba buscando dónde estaba el próximo abuso para tener el titular. Eso somos nosotros, los medios. Lamentablemente tuvimos el abuso de hoy, todos los días lo tenemos. El caso de Pamela Silva nos dejó la puerta abierta para que el tema explote y la gente sepa, porque este país es el país de los secretos, ya que mucha verdad y justicia, barremos para abajo de la alfombrita.

 

­ ¿Te da miedo la calle?

­No. Hay dos cosas a las que les tengo miedo. Una es al estadio, a la ola, un tsunami, una masa que ya no es un ser con personalidad, es una masa que grita ahí y chau, te la dieron sin saber porque, y a la Cárcel de Mujeres. Le tengo más miedo a la cárcel de mujeres que al penal de Libertad. Las mujeres pierden el control más rápidamente.

 

­ ¿Alguna vez te planteaste qué sería de vos si estuvieras en el lugar de la víctima o del victimario?

­Estuve. ¿Y quién no estuvo alguna vez en el lugar de la víctima o del victimario? Me preguntan si no me hace mal toda esa energía negativa que hay ahí. Es un mundo oscuro ya que la vida tiene su parte blanca y su parte oscura. Yo trato de rescatar la luz blanca de las cosas, porque las personas se recuperan. Cometer un error no es estar muerto, es cometer un error.

 

Un ser poco normal

­ ¿Cómo es tu vida fuera de las cámaras?

– Sería un estúpido si te digo que soy un ser normal. El que diga que es un ser normal es porque tiene una patología. Yo tengo mis propias pasiones, mis propios gustos, vivo en la Ciudad de la Costa, paso el puente Carrasco y es otra cosa.

Mis hijos van a la escuela en bicicleta. Me ocupo mucho de ellos cu
ando estoy en casa y me cuestiono si estoy resolviendo de la mejor manera los temas que les concierne a ellos, que los pijamas party comienzan antes, que son muy chiquitos para los bailes, y cómo les queda la cabeza con esas cosas. Me preocupa Internet, las computadoras y como los afecta. Salgo poco, voy poco al teatro y al cine; lo último que vi fue «Indiana Jones» porque mi mujer consiguió unas entradas.

 

­ ¿Naciste en Montevideo?

­Sí, el 28 de marzo de 1957.

 

­ ¿Te criaste acá?

­A los cuatro años me fui a Perú, ya que mi padre era diplomático. Luego, a los siete, fui a Argentina y volví a Uruguay. Más tarde me mudé a Bolivia, en 1974, y de grande me fui a un viaje a Europa durante un año, me hice una escapada con unos amigos. Era plena dictadura, y ser joven era bastante difícil en este país. Cuando volví hice el único curso de periodista que existía, de Tuana y Piría, y como mi viejo había trabajado en el diario El País, entré a prueba en el año 1978. Me tomaron por tres meses y ahí estuve 18 años. Yo trabajé en un diario que ya no existe, donde estaba el ruido de las máquinas de escribir, de máquinas pesadas. Ahora es un ruido de teclado de computadora. Yo vi otro diario y otra prensa, donde durante el primer año no podías hablar en las reuniones de periodistas. Ahora viene algún muchacho joven que se recibió y se cree que sabe. Esta es una profesión como la de un bombero, es una profesión de servicio, ya que no vas a ganar guita ni vas a viajar.

 

­ ¿Qué recuerdos frescos tenés de tu niñez?

­Muchos viajes, la muerte prematura de mi madre.

Yo tenía siete años cuando se mató en un accidente de avión en Perú. Eso marca, de alguna manera, y tal vez ayuda a entender el dolor. Luego recuerdo a mi padre, que nos acompañaba constantemente a mi hermano y a mí. Tengo un hermano, Bernardino Folle, que vive en España. No aguantó la crisis de 2002 y se fue. Y bueno, yo tuve una niñez de muchos países y muy poca raíz.

Tengo la capacidad de poner un cambio y arrancar. Tengo pocas raíces, tengo pocos amigos de la infancia y el hecho de haber viajado mucho en la niñez me generó estas cosas.

 

­ ¿Y sos un tipo feliz?

­Plenamente. La felicidad es ahora, aquí y ahora. No hay mañana, no hay angustia anterior. Lo que pasó ya fue. La felicidad es ahora y estar acá contigo diciendo lo que siento ahora.

 

­ ¿Y te ves dentro de diez o veinte años?

­Me tengo que ver porque tengo hijos. Tengo mucha bronca con el tabaco de mierda, que no lo puedo dejar y me va a privar de una vejez más larga para ver más tiempo a mis hijos.

 

EL ANARQUISTA

– ¿Que aspecto te interesa de la sociedad?

– La política. Es más, cuando veo que hay un hecho importante me dan ganas de ponerme a escribir. Pero este país tiene un gran defecto y es que se ha acordado mucho de la política y se ha olvidado de la filosofía. Nos ocupamos de la política partidaria y nos olvidamos que todo esto nació gracias a la filosofía.

 

– ¿Alguna vez militaste políticamente?

No, nunca, y me considero un anarco. Si hubieran anarquistas benignos yo querría militar.

 

– Pero votaste en las elecciones…

– Si lamentablemente a veces hay que votar. Yo tengo una raíz blanca y me gusta la poesía de los blancos de antes, cuando luchaban 20 contra 40.

 

– ¿Y en los blancos de hoy?

– No me siento identificado con los partidos tradicionales, y tampoco con gran parte del Frente Amplio. Tengo una crisis política, ya que no me siento identificado en la conducción de la nación, con nadie.

 

NANO OFF THE RECORD

Una vez que se apagó el grabador, Nano Folle dijo: «te puedo contar muchas anécdotas de la prensa». «Yo soy de una vieja escuela de periodismo», señaló. «Mirá, yo cuando estaba en El País fui el primer tipo que fue de vaquero a trabajar». Folle narró que también fue de los primeros que se dejaron el pelo largo. «Esto es del espíritu anarquista que tengo», manifiesta mientras se toca el pelo. Destacó que uno de los «viejos periodistas» por el cual aprendió muchas cosas fue el fallecido Barret Puig, uno de los históricos integrantes del informativo Subrayado. Lo conocí poco, pero aprendí mucho, era un periodista con un gran panorama de la realidad».

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