Jorge Temponi. Un actor, comunicador y humorista que sueña con ser relator de fútbol

"¿Por qué miércoles no soy cajero de un supermercado?"

Jorge Temponi se ha ganado el afecto del público uruguayo, que viene siguiendo su trabajo tanto en la actuación como en la comunicación. Confeso amante de la radio, ya que de chico escuchaba «siempre AM», aún mantiene su sueño de infancia: «relatar fútbol». De todas formas, no desconoce su actual felicidad, junto a su «compañera de la vida», la actriz y comunicadora Mariana Lobo.

 

– ¿Cómo se define Jorge Temponi?

– Soy actor, humorista y comunicador. Estudié Ciencias de la Comunicación en la Universidad Católica del Uruguay y posteriormente, una vez que filmé la película «25 Watts», ingresé a la Escuela Municipal de Arte y Dramático (EMAD). De ahí para adelante conjugo las dos profesiones: la de comunicador y la de actor. En este momento estoy con el programa «Mateína» de lunes a viernes a las 13.00 horas por 1410 AM LIBRE, el cual podría definir como un programa cultural que realizo junto con mi compañera de la vida, que es Mariana Lobo, con la cual trabajo y hemos compartido algunas obras en el teatro.

 

– Vos nombrás todas tus facetas profesionales, pero ¿con cuál de ellas te identificás?

– En realidad se podría decir que es todo parte de lo mismo. Pero naturalmente mi primera vocación fue la radio. Escuchaba mucha radio, siempre en AM. Pero mi primera afición fue la de relator de fútbol, y hasta el día de hoy me gustaría probar. También desde niño tenía cierta vocación por la payasada. Contaba chistes en los cumpleaños, aunque en sí la actuación llegó un poco después, haciendo la carrera de Comunicación en la Universidad Católica, participando en esos cortos que se hacen, ya sea para trabajos míos o para el de los compañeros. Fue allí que empecé a actuar como aficionado sin tener una formación en esa área.

Un día apareció el casting de 25 Watts, y Fernando Epstein me llamó porque vio uno de esos laburitos que yo había realizado en la Católica. Nunca jamás hubiera esperado quedar en uno de los tres roles protagónicos de la película. Eso cambió mi vida profesional sensiblemente, ya que mientras ensayábamos «25 Watts» Alfonso Tort y Daniel Hendler (protagonistas de la película) me convencieron para que empezara a estudiar en la EMAD. Yo la venía vichando medio de reojo porque cuando hacía los trabajitos en la facultad iba descubriendo que me gustaba actuar. Eso fue en el verano del año 2000. Al mismo tiempo estudiaba los monólogos para la prueba de ingreso y después empecé en la EMAD, en marzo. Fue ahí que se dio un golpe positivo del destino: con fortuna comencé con el pie derecho una carrera que se extendió con el tiempo. Pero ya te digo que me puedo identificar con las dos cosas y que disfruto muchísimo actuar y hacer el programa de radio.

 

– Vos definís tu espacio radial como un programa de cultura que habla de antropología o de historia. ¿Se puede transmitir esto sin que signifique que la cultura es aburrida, para que llegue efectivamente a todo el público?

– Es lo que intentamos hacer todos los días. Me parece que la manera es nunca perderlo de vista. No entramos en la autorreferencia o términos específicos que son entendibles solo para aquellas personas con formación antropológica, artística o histórica. Pretendemos hablar para un público amplio, para que no se corte el hilo de la cometa y lleguemos a remontarnos tanto que el oyente diga «ya no entiendo lo que están hablando». De todas formas, yo creo que lo que le importa a la gente siempre tiene un interés cultural, si lo tomamos como una acepción antropológica. Tampoco creo en la cultura entendida como un simple espectáculo o una cartelera artística.

 

– Vos te mencionabas como artista, pero no incluiste que sos músico y se te vio en varios papeles musicales.

– Es que en realidad no soy músico. Sí soy un aficionado a la música y toco la guitarra desde hace un tiempo. La he utilizado para la actuación y puedo decir tal vez que soy un actor músico. Le tengo mucho respeto a lo que es la formación musical, sea académica o no. Para ser músico hay que meter horas todos los días, y eso es algo que no hago, aunque yo agarre – como lo hago- la guitarra dos veces por semana. Cuando estaba en Planta Baja y hacía el personaje de «Pop» me requería practicar, pero no tengo la disciplina de un músico.

 

-¿Sentís que sos un artista completo?

-No, yo no me veo como un artista completo y me parece que es muy subjetivo y patinoso ese concepto. Podés encontrar actores que bailan muy bien -no es mi caso-, o que cantan muy bien. Yo, de repente, me defiendo mejor cantando. O puede haber algún actor al cual se le diga que es completo porque puede tanto hacer bien una comedia como una obra dramática, pero me parece que la ductilidad o esa condición de «completo» de un artista es un valor agregado, pero no esencial.

Pongamos el ejemplo de Chaplin: los personajes que hace en todas sus películas tienen todos los mismos gestos y sin embargo le resultó superefectivo. Terminó siendo uno de los mayores actores de todos los tiempos, aunque nunca haya hecho una película dramática. Sin embargo hacía la música de todas sus películas. Yo cuando me enteré de eso no lo podía creer. El tipo las guionaba, las producía y las actuaba, por lo que en ese sentido era un artista supercompleto.

Lo que importa es que un artista no se duerma en los laureles, que uno no diga «estoy hecho, puedo llegar a hacer cualquier cosa; laburaré y no me formo más».

 

-¿Entonces un artista que perdura podría ser aquel que se forma continuamente?

No, son cosas diferentes. Acá en Uruguay hay que sacarse el sombrero y ponerse de pie al ver a Estela Medina. Pasan los años y ella sigue realizando cursos, capacitándose, perfeccionándose. Tiene gran dedicación a su trabajo, y aunque nunca tuve el placer de trabajar con ella lo sé por cuentos del medio teatral. Los que perduran en el tiempo -y volvemos a Chaplin- son los que se convierten en clásicos y logran conjugar una excelencia técnica impresionante, por el rigor que tienen en el laburo y el talento que además poseen, con una comunicación muy directa con los temas que le interesa a la gente. Hablo de Shakespeare, Gardel, Zitarrosa… Son excelentes sin ser elitistas, y son apreciados por el pueblo, o para ser más claros por el gran público, sin llegar a ser chatos. Es un sueño para todo artistas llegar a ser apreciados tanto por los más entendidos como por sus colegas y la gente.

 

El compromiso del artista

– Te referíste a un compromiso por parte del artista desde el punto de vista de su trabajo. ¿Pero un artista debe tener otro tipo de compromiso, político o social?

– Yo creo que no debe tener un compromiso político. Es más, hay artistas que no tienen ningún tipo de compromiso político. Sí me parece que es fundamental para una artista saber siempre en qué cancha está jugando: si tiene la camiseta puesta y para qué molino está llevando el agua. En mi caso siento que tengo un compromiso que de hecho se refleja en la tarea cotidiana, a la hora de aceptar o no ciertos trabajos o cómo se encaran ciertos trabajos. Yo me encontré, mientras estaba en Planta Baja, que estaba pensando en ese sentido, ya que mi responsabilidad era guionarme a mí mismo, interpretar un personaje de humor en un programa donde era el único actor. El resto eran periodistas o invitados, entonces permanentente yo me preguntaba: ¿De qué me voy a reír? ¿De qué situación y cómo? Creo que está bien que los humoristas se pueden reír de cualquier cosa. El tema es cómo te reís, y en qué momento lo hacés. No me quiero poner a juzgar a nadie en particular y no quiero sonar como que me las sé todas, porque está bien lejos de mi intención. A veces me pasa que me resulta difícil indentificarme con algunos comunic
adores de mi generación que se ríen mucho de las cosas porque quieren que sea divertido todo, y que todo vaya para arriba, porque si no la gente cambia la radio o el canal. A mí eso me parece muy peligroso, porque muchas veces lo que sucede es que se les pega al poderoso y al débil por igual, y muchas veces nos reímos de gente que es desgraciada a la que le suceden cosas jocosas porque la vida no le dio otras posibilidades.

Esta especie de pos-pos modernidad en la que estamos viviendo es una situación muy distinta a la de los años 60 ó 70. Allí tenían otro compromiso social. Lo que está bueno es saber que siempre hay un trasfondo político en lo que estás haciendo artísticamente y que siempre estarás favoreciendo algunos intereses, sea ideológicos o económicos. Creo que hay que ser consciente de donde uno está parado.

 

– Pero también se puede dejar de favorecer a algunos sectores entendiendo que la cultura está dedicada a todo el espectro de la sociedad.

– Nos dimos cuenta en esta época de que el arte no tiene la misma función que la política. El arte tiene una función hacia la sensibilidad humana que, de repente, el periodismo o la ciencia no lo tiene. El arte puede hacer ese quiebre para pasar a ver de otro lado una realidad que ves todos los días. No es lo mismo que vos cuentes cómo es la vida de un paralítico, a que se vea en una película. Si la película toca alguna fibra tuya, vos, cuando veas a un paralítico, lo tratarás diferente. La función fundamental del arte es comprender mejor al otro, en la medida que te puedas meter en la piel del prójimo y no quedarse en meros juicios de que fulano es un boludo, el otro roba la plata, o mengano es un inepto… Hay que romper con la superficialidad de sentirnos tan cómodos para juzgar a los demás.

 

Su vida diaria

-¿Sos una estrella?

-No, para nada. Soy un tipo muy exitoso en el sentido de que en el día de hoy puedo vivir de las cosas que me gustan. Soy un tipo feliz, y tampoco necesito muchas cosas para vivir, entonces ser gasolero también me ayuda. Soy consciente de que esto es muy dinámico y de que tenés un sueldo por hacer un programa, o que metés un aviso publicitario y ganás un dinerillo, y está bueno que no se te escape la tortuga y tener los gastos fijos de tu presupuesto y de tu hogar, y comprar un autito en cuotas. Eso en realidad te puede hacer perder la libertad y cruzar una frontera que nadie quiere porque debemos pagar las cuentas.

 

– ¿Como es tu vida diaria?

– Vivo tranquilo con un presupuesto bajo, y se guarda la plata por si mañana se necesita. Pero además laburo mucho. Mateína me lleva nueve horas por día entre lo que hago en mi casa y lo que hago en la radio. Son nueve horas muy felices. Tengo un montón de amigos y vivo con Mariana Lobo, mi compañera, con la cual soy muy feliz.

– En una nota nos decía que hay momentos en que un actor debe hacer una introspección para crear un personaje. ¿Qué pasa en casa, cuando están los dos con ese proceso?

– Sí, eso pasa en el momento del ensayo de una obra. Nos apoyamos mutuamente y nos ayudamos. Para Planta Baja yo ensayaba solo, y luego de tener una guía de lo que iba a hacer se la mostraba a Mariana. No somos directores el uno del otro, pero sí una especie de «couch», como existe en Estados Unidos. Además está la ayuda en los días previos del estreno: «Yo cocino» o «Vieja, yo me encargo».

En los días de los estrenos siempre hay un proceso muy raro, y ahí te preguntás: «¿por qué miércoles no soy cajero de un supermercado?» «¿Quién me mandó a meterme en esto, que tiene este grado de exposición tan grande?» «¿Dónde estoy?» «¿Qué hago?», y todo eso que a uno lo vuelve loco. Yo no sé si no hay actores que no pasen por lo menos en el día del estreno.

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