SEXO EN EL VERANO: Las 10 reglas básicas del buen amante

¿Cómo debe actuar un hombre para ser "bueno en la cama"?

Hay que decirlo sin rodeos: son muy pocos los hombres que salen bien librados de la cama, y no porque lo tengan grande, pequeño o mediano, un punto que tanto suele preocuparles. O porque sean «siempre listos», eficientes maquinitas que siempre están dispuestas, listas para arrancar.

No…

Hay sutilezas vitales que poco o nada tienen que ver con el buen desempeño físico y que son claves a la hora de juzgar qué tan bueno en la cama es un hombre.
Estas son:

1. Todo empieza por los ojos: Tanto los hombres como las mujeres entran primero por los ojos. Y en ese primer juicio la vanidad masculina es fundamental… Un hombre gordo, que no se cuide, que tenga los zapatos sucios (¡es inimaginable cuánto se fijan las mujeres en los zapatos!), que use tangas bolsudas, ya entra perdiendo. El que huela bien, se afeite, se vista con gusto, use boxer’s (se admiten calzoncillos Jockey blancos), ande con las uñas limpias y cuidadas, empieza la seducción con el pie derecho.

2. Besos, más besos: Es fundamental tomarse todo el tiempo necesario para besarlas. Ellas extrañan esos besos de adolescencia frente a la puerta de la casa. Extrañan los vidrios empañados por tanto besar. Extrañan el mirarse a los ojos mientras las besan en el cuello, en la boca, en las orejas. El que sabe besar y sabe bailar (sin que besar sea sinónimo de tocar por todas partes) llegará rápido a su meta.

3. Más de quince minutos. Los hombres máquina, tipo taladro, frenéticos y apurados, que demoran sólo los quince minutos que puede tomarles llegar a un orgasmo (éste es el tiempo cronometrado), serán indefectiblemente catalogados de torpes, egoístas, primitivos. Calma. Háganse desear. ¡No lo den todo tan rápido! Que ellas vean las estrellas, que vean toda la bendita galaxia, antes explotar deslumbradas con el maravilloso big bang.

4. Variedad. La posición del misionero no está mal, para ellas suele ser interesante, por eso de los estímulos entre los pliegues femeninos, estar encima o agarradas al hombre como si fueran el tronco de un árbol. Y además, variedad. También hay que dejar de tanto en tanto que sean ellas quienes tomen la iniciativa hacia posiciones más especiales.

5. Pocas preguntas. ¿Celos añejos? Vaya uno a saber… Pero el hombre que en pleno ajetreo sexual pregunta ¿dónde aprendiste?, ¿quién te enseñó? ¿por qué tan enteradita?, ¿cuántos componen tu lista?… mata todo. El pasado es pasado. Nada de indagar sobre el cómo se aprendió.

8. Ojo con las manos. Las caricias deben ser suaves y prolongadas, sin amasar. Es un error tan frecuente como imperdonable lanzarse a la entrepierna demasiado rápido. Ellas «mueren» por recibir caricias en el cuello, en la mejilla, en el pelo, en los pies. Y cuando lleguen a la intimidad, ya saben: suavecito, sin apretar, sin amasar.

7. Dejarlas actuar. Si ella nos recibe con lencería sexy, no la retiren de primera sin más, disfrútenla. Si ellas prenden velas, compraron un vinito, prepararon la bañera y nos reciben desnudas, sean lentos y románticos. No se apuren

8. Palabras. Todas las mujeres coinciden en que el clítoris está en los oídos.

Quieren y necesitan oir de su hombre que gustan, que son bellas, que está excitado, ella le fascina, que la quiere (¡cómo les gusta que les digan que las quieren!). Y ojo con volverse mandones: «hágame esto, hágalo así, quiero esto, etc.» Hay que saber decirlo.

9. Dos seguidos, no. Calidad en vez de cantidad. Una vez se acaba, tiempo para un vinito, una charla, unos besitos. El que vuelve y ataca, a veces cae como una pesadilla.

10. Adiós ronquidos. Por buen polvo que sea, el que acaba y se duerme de inmediato es, en vocabulario femenino, un perfecto plomo. Así que a mantenerse despiertos una horita por lo menos…

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