Fernando Vilar. Su Portugal natal, su vida, la relación entre el poder y los medios, la exposición mediática

"Nunca nos dijeron ‘muchachos, hay que darle a Vázquez’"

De Portugal a Montevideo

-¿Cuándo viniste de Portugal?

-Vine con mi madre cuando tenía 6 años.

 

-¿Y eras consciente de hacia dónde ibas?

-No, para nada. Viajé 15 días a bordo de un trasatlántico y no tenía la conciencia suficiente para saber ni adónde se dirigía ni de dónde había salido. No la pasamos muy bien porque hubo una tormenta en el medio del océano, y el barco tuvo que enterrarse casi hasta la mitad en el agua para que fuera más seguro seguir. Llegué a Montevideo sobre el final de las inundaciones de 1959 y acá no nos esperaba nadie de la familia.

Mi padre ya estaba acá, y las cartas que mandamos no llegaron, entonces no tenía cómo saber cuándo íbamos a llegar, al punto que casi nos subimos de vuelta al barco para volvernos. A último momento, alguien del consulado portugués hizo algunas gestiones y averiguó dónde vivía mi padre. Es un recuerdo totalmente oscuro. Luego, una vez instalado, comencé a hacer la escuela, después el liceo, y posteriormente tres años en la Facultad de Derecho, que dejé cuando empecé a trabajar en el periodismo.

 

-¿Pero antes fuiste guarda de ómnibus?

-Sí, pero antes de eso trabajé de empleado de un supermercado durante tres veranos, y después sí empecé a trabajar en Cutcsa. Fue en aquel momento una experiencia espantosa, pero que me dejó una enseñanza para toda la vida. Primero conocés a todo tipo de personas, porque en ese ómnibus viaja el requechero que lleva sus bolsas de arpilleras llenas de papel -yo lo vi-, y de repente en el asiento de por medio hay un médico que ese día dejó el auto en el garaje y se fue a trabajar en ómnibus. Pero además aprendí el significado del horario.

En el transporte si es a las 11.00, es a las 11.00. La mayoría de los uruguayos te aparecen a las 10.20 cuando te habían dicho a las 10.00. Desde allí, para toda la vida soy enfermo del horario y del cumplimiento estricto de las horas. Además, el trabajo me marcó para siempre en cuanto a la responsabilidad que tenías que tener. Adelante tuyo tenés la responsabilidad del tránsito, pero también tenés una gran responsabilidad detrás, conduciendo una máquina que vale 100 mil dólares y llevando a 70 personas cuyas vidas no tienen precio. Otra cosa que aprendí fue a manejarme en la calle. Desde que me subí al ómnibus, jamás tuve un choque. Llevo 25 años de chofer invicto.

 

De Montevideo a Portugal

-¿Cuándo volviste a Portugal?

-Para empezar, en algunas etapas de mi niñez la relación con Portugal estaba dotada de un sentimiento no muy santo. Yo tenía vergüenza de decir que era de allí cuando tenía 10 años porque la gente que no tenía idea de lo que era Portugal lo confundía con España. En la época de Cutcsa me decían «gallego sucio, gallego inculto». La palabra «gallego» en este país tuvo la connotación de denostar a una persona. Pero cuando Portugal empezó a figurar más y mejor en la escena internacional por el fútbol, empecé a acercarme de a poco a mi patria.

Un día le pregunté al doctor Lacalle, cuando era presidente, si algún mandatario iba a visitar Portugal para yo poder ir con la delegación a cubrir el evento y de paso volver a mi país. El me dijo que no, que era difícil porque Portugal era un país «insignificante en el concierto mundial», y era verdad. Pero un año o dos vino a avisarme que iba a Galicia. Entonces fui a cubrir la gira con mi mujer, y después sí fui a Portugal, 34 años después de haberme ido, y fue la más removedora experiencia de toda mi vida. Además conocí Galicia, que me encantó, y cuando volví dije: «A la primera persona que me diga ‘gallego’, le voy a dar un curso intensivo de lo que es Galicia a nivel mundial, y le voy a decir cómo los uruguayos somos tan diferentes a ellos para mal. Yo vi una ciudad del primer mundo.

-¿Cómo fue la experiencia de haber ido a Portugal y que allí te premiaran como mejor periodista de aquel país en el extranjero?

-Me llamó la colectividad portuguesa en Uruguay para decirme que estaba compitiendo por el premio. Pero era un periodista uruguayo peleando con cientos de postulantes, por lo que no me hice muchas esperanzas. Un año después me enteré que estaba ternado. Viajar a Portugal con mi familia fue algo muy emocionante: ganar el premio, compartirlo con mi familia en mi país. No pudo haber salido mejor, ni para el guión de una película. Pero faltaba algún detalle: LA REPUBLICA el año pasado me dio el Premio Tabaré a la mejor labor periodística, por lo que puedo afirmar que 2007 fue un año redondo.

 

-¿Tenés pensado ir a vivir en algún momento a Portugal?

-No lo tengo pensado, pero hay algo que me dice que voy a pasar mis últimos días allí. Es como un presentimiento, aunque vivo y mamo el Uruguay, soy hincha de Uruguay, lloro por Peñarol… Pero cuando viajo allá siento una cosa que me atraviesa el cuerpo que no sé explicar. Cuando me jubile, y si la situación me lo permite, quiero pasar seis meses de verano acá y seis meses de verano allá.

 

La exposición

-¿Preferís el anonimato del guarda de ómnibus?

-Sí, porque no me imagino hoy, en una noche de Reyes, recorriendo la feria de 8 de Octubre.

 

-¿A quién le tenés que agradecer el hombre y el profesional que llegaste a ser hoy?

-No lo sé, porque cuando yo estaba en canal 5 me llamaron de canal 12, y yo comenté con algún compañero del canal que me habían llamado. No sé quién filtró la información. Un día salió una pequeña nota en Ultimas Noticias que decía «Vilar se va al 12″, lo cual no era así: sólo me habían convocado para un programa periodístico. Por esa pequeña nota me llamaron de canal 4 para trabajar en el informativo, y es por eso que hoy no sé a quién le tengo que agradecer, porque no sé quien fue que pasó la noticia.

 

-¿Cómo vivís la exposición que te da la televisión?

-Al principio me gustaba, me sentía un príncipe. Pero de a poco te va desgastando. En un período de cinco, seis, siete años te molesta más. Después ya te molesta cuando vas a la feria o al estadio, por lo que dejás de ir a esos lugares. En el estadio viene uno se te sienta al lado cuando estás mirando a Peñarol que pierde 2 a 0, y te empieza a hablar, y vos le contestás mal porque estás caliente, porque sos hincha de Peñarol y tenés derecho. Pero ese tipo ahora tiene para decir en el barrio «Vilar me habló mal». Hay cosas que ya no puedo hacer; a veces ni siquiera puedo cortar el pasto de la puerta de casa porque aunque salga camuflado, pasa la gente y me conoce, me pide cosas…

Trato de ir a la Barra del Chuy del lado brasilero, pero igual hay gente que me conoce. En otro país hacer lo que yo hago me permitiría irme lejos, pero acá no se puede por un tema económico. Por otro lado, yo soy lo que soy gracias a la gente aunque no he podido digerir eso de perder el anonimato.

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