LA SOBREMESA DEL DOMINGO: SEBASTIAN BELTRAME ("EN FOCO", MONTE CARLO TELEVISION)

"Está bárbara la filosofía de vida de la gente del Interior"

De la Facultad de Arquitectura a construir historias. De la Atlántida al más remoto de los pueblos del Interior. De la tele a su infancia, Sebastián Beltrame se anima a mostrarse tal cual es, poniéndose «en foco». Así se llama su programa, que va todos los sábados de 19.00 a 20.00 horas por Monte Carlo Televisión.

 

­¿Cómo empezó esto de los viajes?

­Mi padre es un ingeniero agrónomo y mi madre venía de España a Buenos Aires, donde se conocieron. Cuando yo tenía un año de edad nos fuimos a San Juan, en la cordillera. Allí formaron una comunidad con profesionales de varias áreas que se fueron al medio de la nada a construir sus hogares. Ahí vivimos hasta que tuve cuatro años, cuando nos mudamos a Tacuarembó. Allí mi padre fue profesor de la escuela agraria por tres años y más tarde nos mudamos a Tarariras, cerca de Colonia. En ese lugar mi padre trabajaba en La Estanzuela, donde estaba el centro de investigaciones agrícolas. Luego viví dos años en Colonia del Sacramento. Cuando iba a empezar el liceo mis padres se separaron; mi madre se fue a vivir a Buenos Aires y mi padre a Montevideo. Yo me vine con él porque no quería saber nada con Buenos Aires. Desde ese momento vivo en Montevideo.

 

­Te tocó ser una especie de nómade. ¿Eso tiene que ver con tu trabajo actual?

­Sí, estoy convencido de eso. Además siempre estuve viviendo en el Interior. Mis amigos siempre estuvieron ahí, y los viajes hacen en parte a la historia de mi familia. Mis abuelos son inmigrantes, se fueron de España a Buenos Aires y se llevaron a mi madre muy chica. Mi padre la conoció allá y luego se vinieron a Uruguay y siguieron viajando.

 

­Todos coincidimos aquí en que parecés una persona del Interior por tu forma de expresarte, porque tenés la sencillez típica de los habitantes del interior del país. Vemos que podés captar rápidamente el afecto de la gente de esa zona.

­Generalmente, cuando llegamos a la mayoría de los lugares que visitamos surgen cosas buenas, y esas cosas son las que salen en el momento. Lo primero que hago es ponerme a hablar con la gente, y si hace un buen rato que estoy hablando con un tipo, prendo la cámara y seguimos hablando. No hago esa parafernalia de montar los equipos y todo eso.

 

Me gusta «fotografiar» a las personas

­¿Preferís trabajar cámara en mano?

­En el programa somos dos camarógrafos. Si bien a veces estoy solo, el 90% de las veces somos dos. Quien va conmigo es un compañero que tuve en el viaje de Arquitectura. Juntos nos colgamos en el tema de la fotografía. El hace cámara fija, que es lo que más me gusta a mí…

 

­Ese instante que capta la fotografía obliga a prestar atención. La televisión te engaña con ese continuo movimiento.

-­Me gustaría dedicarle más tiempo, pero en televisión no tenés tanto como para ponerte a ver la foto. Me han preguntado muchas veces por qué no hacía más ágil la edición. Prefiero que la imagen esté contando las cosas. La mayoría de los programas con rating es una vorágine de efectos. Te llenan la pantalla de cositas. Mi idea en el programa es sacar la imagen lo más limpia posible.

Somos tres que grabamos todo, y en Montevideo hay un editor. El año pasado hice, solo, un ciclo corto de regatas de grandes veleros. Viajé, grabé, hice notas y luego, cuando llegué, las edité. Me decidí a hacer todo solo para ver qué pasaba; es un tema de tiempo. Yo soy un poco egoísta en ese sentido. Muchas veces está el cámara grabando y poco más que le saco la cámara de la mano. Lo mismo pasa en la edición, ya que me siento al lado del editor y me desespero por sacarle la computadora.

Eso me condiciona a no poder hacer más cosas. Si tuviera más personalidad empresarial me sentaría a ordenar a la gente para que hiciera el trabajo.

 

«Cuando mis compañeros vieron eso casi me matan»

­¿Sos arquitecto?

­Un estudiante eterno… Me queda el último año.

 

­¿Cuántos años tenés?

­La semana que viene cumplo 34 años.

 

­¿Cómo llegaste al periodismo?

­Yo no estudié nada de periodismo. Hice fotografía hace mil años. Cuando iba a realizar el viaje de Arquitectura yo quería hacer un programa con el viaje. Me pareció que podía salir algo buenísimo para mostrar, pero te digo que hubiera trabajado siempre como camarógrafo. Luego me contrataron en un programa como camarógrafo. Después, hice el formato barato de hacer notas con la cámara. A cualquier lado que voy llevo la cámara: yo soy así, disfruto así. Incluso en un viaje de Arquitectura nos tocó un golpe de Estado…

 

­¿Dónde fue eso?

­En Nepal. Llegamos allí y al otro día mataron a toda la familia real. Nosotros estábamos a una cuadra del Palacio Real, en un hotel, y era todo un quilombo.

 

­¿Se sintieron atemorizados?

­Y sí, había toque de queda. Frente al hotel estaban los gurkas y un día salimos, cuando se levantó el toque de queda. Cuando volvíamos se había instaurado nuevamente el toque de queda. Eramos más de 150 personas y enfrente teníamos una barricada. Los tipos nos apuntaban y era de noche. Yo iba con la cámara a un lado y la tenía prendida; le había sacado la lucecita roja y la llevaba grabando. Cuando mis compañeros vieron eso casi me matan, de verdad. Había compañeras llorando del miedo. Eso demuestra que siempre me gustó eso de ir grabando. Al otro día en el hotel empezaron a llegar los equipos de la BBC y la CNN. En lo que me es particular siempre llevo mi cámara, y cuando viajo, si no la tengo miro para ver qué me estoy perdiendo.

 

«Cuento las cosas que veo»

­¿Hoy te gusta más el periodismo o la arquitectura?

­Cuando empecé el programa en el canal 12 («Fuera de foco»), tuve que tomar la decisión de seguir la carrera o postergarla. Yo ya había trabajado en el área de la arquitectura unos ocho años, en un estudio, como dibujante. Yo no hago periodismo, ojo.

 

­¿Y cómo identificás tu trabajo?

­Yo qué sé. Cuento las cosas que veo, y lo mío va por la parte estética. El contenido se lo da la misma gente, las historias de los lugares. Siempre me gustó el tema de los viajes y siempre miré los programas que existían sobre el interior del país, pero me parecían un embole. Yo tenía la idea de contar los viajes como los veía, desde mi perspectiva.

Cuando tuve algo de plata me la gasté viajando. Me parecía que debía contar los viajes como se iban dando. Estaba bueno llegar al lugar y no hacer una excursión donde uno está un rato y luego se va. Después de llegar me pongo a entrevistar a la gente. Yo no tengo una batería de preguntas; voy preguntando según lo que se me ocurra en el momento. Incluso lo que hago es conseguir información sobre el lugar: me hago un resumen de cinco o seis hojas y después, cuando me voy, las releo, prendo la cámara y empiezo a contar lo que leí. No leo los papeles mientras grabo. Muchas veces hago cinco tomas y, cuando las miro, las cinco dicen cosas distintas. En resumen, no tengo un método periodístico porque no soy periodista y creo que esa base me falta.

 

­¿Trabajarías en un informativo?

­Ya tuve una oferta y no quise porque me parece que me sentaría ahí a decir lo que me dicen que diga. Así no me gusta hacer las cosas. Si fuera un trabajo estable ganaría más y trabajaría menos, seguramente.

 

­Por lo que se ve, te gusta relatar historias.

­Sí, me gusta relatar historias, conocer lugares, relatar las cosas como las veo yo.

 

­Se
nota que disfrutás cuando trabajás.

­A veces vamos con un itinerario fijo y nos vamos desviando de un sitio a otro o para donde me lleve la gente.

 

«Me fijo en los ratings porque es lo que me da de comer»

­¿No tenés nada armado para tus programas?

­He pensado ir a algún lugar con las cosas armadas. Sería mucho más fácil tener una persona que me arme el trabajo, salir y hacerlo. Pero no lo hago así porque me parece que sería todo muy cuadrado.

 

­¿Te importan los reconocimientos, los premios?

­Los premios sirven para seguir adelante. No me gusta ir a esos eventos mediáticos. Pero hace un tiempo que asumí que lo de los premios es parte de todo esto.

 

­¿Qué premios te han dado?

­Un Tabaré y dos Iris. Eso me sirve como presentación ante las agencias de publicidad.

 

­¿Te interesan los ratings?

­Me fijo porque es lo que me da de comer. No me cambian en cuanto a lo que hago, pero los miro porque según el rating es la pauta publicitaria que voy a tener. Según el rating, sé que le puedo decir al canal que me dé un mejor horario. Gente del canal me dijo que tenía que cambiar tales cosas porque iba a medir más, y yo no les hice caso. Pero si estoy viviendo de esto tengo que mirar el rating porque es aquello en lo que se fija todo el mundo. Lamentablemente, sólo se mide en Montevideo, aunque algunas empresas entienden que también se puede medir en todo el país. Una vez pregunté por qué no se medía en el Interior y me contestaron que la mayoría de las empresas que anuncian están en Montevideo.

 

­¿Cómo hacés para manejar el tema del rating siendo que lo que se busca en un programa de viajes es algo más al estilo del programa «Sin atajos»? ¿Te sentís extraño en la actual televisión con un programa que no se parece a lo que más se mira?

­Yo comencé compitiendo con un ciclo de verano. Ahí sí me sentía extraño. Empecé trabajando con la gente que ahora hace «Vidas» (Contenidos TV), que surgió como una extensión de las notas que surgían en «Fuera de foco». Cuando nos abrimos de la productora fue por un tema de contenido de programas.

 

­Pero Contenidos TV hizo un programa de viajes con otro estilo («Sin atajos»).

­Cuando terminé «Fuera de Foco» la idea era hacer un programa con otro formato. No es menor que tengan un programa de esa forma. Ellos van por otro lado, con una forma más comercial, muy bien hecha, pero es distinto a lo que yo busco.

Los canales abrieron su cabeza, aunque ninguno por sí solo. Hubo que volcarse a las coproducciones. La crisis de 2002 fue la que les abrió la cabeza.

Los vendedores viejos de canal 4 me decían que antes de la crisis se sentaban a recibir el llamado de los clientes y decidían a quién venderle y a quién no. Después se acabó la plata dulce y había que empezar a laburar. Ahí se empezaron a abrir posibilidades para coproducciones.

 

«Está bárbara la filosofía de vida de la gente del Interior»

­¿Quién sostiene tu programa?

­Mis auspiciantes. Yo formo una coproducción con el canal, pero aparte tengo que vender el programa. Si bien el canal tiene sus vendedores, yo tengo que salir a ofrecer el producto. Si el canal pone un enlatado, saca el 100% de lo que vende, mientras que si pone una coproducción gana sólo una parte.

 

­¿Qué tal sos como vendedor de publicidad?

­Horrible. Cuando vendía las rifas de Arquitectura sólo pude con la mitad, y para la otra mitad trabaje diez años, diez horas por día para pagarla.

 

­¿Cómo ves el Interior profundo, siendo que tanto has viajado?

­Me parece que está bárbara la filosofía de vida de la gente del Interior. Vive mentalmente mejor que nosotros, que pasamos corriendo detrás del laburo. Por otro lado, es lamentable la parte económica. Se vienen a Montevideo y se sigue engrosando el cinturón de pobreza de la ciudad, algo que pasa desde hace mucho tiempo y que ni en tres décadas se podrá solucionar. Hay una cosa que siempre se ve, que es una persona que no tiene un peso en el medio del campo y tiene un pedazo de tierra plantada y no se va a morir de hambre. Sin embargo, una persona que no tiene un peso en Montevideo va a estar marginada o comiendo de la basura, desnutrida. En el campo es muy difícil que pase: un niño no se va a morir desnutrido. En una escuela de Gregorio Aznarez le enseñaban a plantar a los niños, se llevaban semillas y las plantaban en las quintas de las casas.

Yo he visto historias muy crudas. Mujeres que se juntaban para trabajar, para hacer una casa, y siempre estuvieron muy marginadas. Yo podría contar eso y hacerlo de una forma muy amarillista, porque hay historias que están buenísimas, pero el mensaje es lo que está bueno para trasmitir. Mostrar cómo se unieron y fueron capaces de salir adelante.

 

Lo que me gusta de nuestra gente es que no existe el cholulismo argentino

­¿Sentís que se discrimina a las personas del Interior?

­No creo, y tampoco me lo he puesto a pensar demasiado. La gente del Interior se siente orgullosa de vivir donde vive, y es al contrario de lo que la gente piensa, que están marginados.

 

­¿Tampoco te han discriminado a vos en el Interior por ser de Montevideo?

­No, nunca.

 

­ En el último bloque de tu programa mostrás los boliches bailables de cada lugar al que vas y se nota que lo hacés sin «violentarte» para nada.

­Lo hago porque quiero contar tal cual es el lugar que visito. Cuento la historia y le pregunto a la gente cómo vive. Si sos joven vas a salir a bailar de noche y lo voy a mostrar. Es como tomarle una fotografía al lugar. Uno ve cómo viven, qué hacen, cómo se divierten, qué toman, y eso te va formando una idea de esa ciudad.

 

­¿Cómo percibís a la juventud de los diferentes lugares? ¿Se puede hablar de una sola juventud en todo el país?

­Hay diferencias entre los jóvenes de Montevideo y los de otros lugares. Los del Interior son como más inocentes. Acá salís de noche y tenés miedo. Uno en el Interior se forma de otra manera. Te digo que yo, por suerte, me crié en el Interior, y si me dan a elegir volvería a pedir que me criaran ahí. Después sí, me vendría a Montevideo. Acá hay otras posibilidades. Mis amigos que se quedaron en el Interior quedaron como estancados.

Yo hice un programa sobre la educación y visité la Regional Norte de la Universidad (Salto). Tendría que haber más regionales Norte en todo el país. El problema es que en el Interior falta trabajo. Salto es una ciudad universitaria y está lleno de jóvenes; en la franja de edad de 17 a 30 años es muy difícil encontrar trabajo en el Interior.

 

­Si tuvieras que nombrar un lugar del Uruguay, ¿cuál elegirías?

­El litoral del país es hermoso. A La Charqueada me iría a vivir. Es ahí en el límite de Treinta y Tres y Rocha. No parece Uruguay. Hay un monte tipo selva. Es un lugar chico, con cabañas municipales muy baratas. Me encantan las termas, cuando no están llenas. Por 120 pesos te quedas en un hotel con desayuno y por 100 más tenés espeto corrido. Eso mucha gente no lo sabe.

­¿Cómo te recibe la gente del Interior?

­Lo que me gusta es que no existe el «cholulismo» argentino. La gente que viene a hablar conmigo me da información, me invita a los lugares donde trabaja, y eso para mí está buenísimo.

 

­¿Alguna vez tuviste problemas con la gente que visitabas?

­No, nunca. Eso me sorprende. En Tacuarembó me tuve que quedar una noche y sobre el único lu
gar abierto que había me advirtieron que era «horrible», que no fuera, que me iban a robar la cámara. Yo fui y nada que ver. *

(Producción: Jorge Pasculli, Guzmán Laguarda, Victoria Alfaro, Belén Riguetti y Matías Rótulo)

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