Prohibido para nostalgicos

Bailes de ayer

La página dedicada a la cartelera bailable siempre estaba repleta. Es que «El Diario» todos los sábados tenía un minucioso detalle de la actividad bailable que era realizada por el periodista D’Alessandro. Aparecían las grandes salas como la Institución Atlética Sud América, el Cóben, El Colón, El Rowing, el Ambassador Club, el Euskaro y Casa de Galicia. Estábamos por el inicio de 1962 y en esa cartelera surgían al lado de las orquestas nacionales, los artistas que siempre llegaban todos los veranos. Esas salas populares presentaban a Aníbal Troilo, Leopoldo Federico, Juan D’Arienzo y el infaltable Alberto Castillo acompañado por las montevideanas lonjas de los hermanos Silva. Muchos bailarines tenían la costumbre de seguir a su orquesta favorita. Y las orquestas nacionales también tenían centenares de esos fanáticos admiradores. Un caso típico era el de Washington Oreiro, pianista, director y arreglador además de un gran compositor que con su agrupación convocaba a una multitud de danzarines. Al llegar a «la popular» de la IASA, las parejas se salían de la vaina por bailar con sus grandes éxitos como «Valencia» y «María Inés», y hacer rondas saltando al ritmo de sus versiones de «La Raspa» y principalmente el recordado «Mambrú se fue a la guerra». El gallego Oreiro, como cariñosamente lo llamaban en el ambiente, fue muy querido y cada vez que editaba un disco para el sello Sondor de seguro se agotaba a los pocos días. Otra de las conocidas orquestas de esos tiempos fue la Monterrey Jazz Band, que dirigida por el talentoso pianista Alberto Girondo supo ser gran animadora de aquellas salas populares de los años 60. En ese conjunto estaba el cantante de la llamada Nueva Ola uruguaya, el amigo Nelo, que también supo amenizar como solista las noches de la boite Barmo Club, de Cuareim casi Ibicuy. Los tangueros se deleitaban en el Palacio del Tango, el Ambassador Club en los altos del Vaccaro. Todos los sábados llegaban a General Flores y Domingo Aramburú los muchachos de la vieja guardia que amaban el dos por cuatro. En su pequeño escenario actuaban orquestas como las de Racciatti, Walter Méndez, Juan Carlos Croccia, Rogelio Coll «Garabito», Miguelito Villasboas y Ruben Chilindrón. En esos veranos del Ambassador llegaron figuras muy grandes desde Argentina como la orquesta de Enrique Rodríguez y el maestro Firpo, que a todos ponía en éxtasis cuando tocaba su clásico «Amanecer». Los artistas nacionales actuaban y le daban lucha de igual a igual a esos grandes del tango.

Ahí teníamos a la orquesta de Puglia Pedroza, que además era muy conocida por sus habituales apariciones con Ruegger en el programa «Mediodía con usted». El recién llegado ritmo tropical estaba representado en nuestras salas bailables con agrupaciones que hoy son leyendas. Nombres como el del virtuoso Ruben Darelli, que con temas como «Sueño de amor» demostraba que con las tumbadoras y su piano se podía hacer poesía. La explosión caribeña de la cumbia vibraba con la Sonora Borinquen, Combo Camagüey, Grupo Latino, Maracaibo, Manatí y la Cienfuegos. Cuando llegaban a la sala del Colón las colas de público desbordaban la calle y costaba muchísimo conseguir una entrada. Todas esas salas tenían su promoción radial en los programas de Pepe Guillén y principalmente en el llamado «Orquestas de mi ciudad», dirigido por un gran animador de la noche montevideana, Walter Balla. Aquellas salas de baile de antaño no se olvidan. Usted, lector cómplice de estos recuerdos, ¿a cuál concurría? Con más estampas del ayer y música los esperamos en la 1410 AM LIBRE. *

Coordinación: ANGEL LUIS GRENE

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