"PARECIAN GENTE DE OTRA RAZA, PERO TODOS TENIAN MUY BUENA ONDA"

El sábado cenó Bush y el lunes almorzaron clientes y chusmas

«Por lo general los lunes el trabajo en La Corte es tranquilo», comentó una de las mozas del restaurante de la peatonal Sarandí. Ayer, sin embargo, todo fue distinto, debido a que la noticia de que George Bush cenó allí el sábado corrió como reguero de pólvora. Muchos curiosos se acercaron a almorzar donde comió uno de los hombres más poderosos del mundo.

«Los lunes suelen venir alrededor de 200 personas. Ayer vinieron aproximadamente 300, porque además de los clientes de siempre se acercaron los curiosos que querían saber los detalles», comentó la moza que atendió a Bush porque habla inglés en forma fluida.

Varios comensales manifestaron su postura en contra del presidente estadounidense, y preguntaron a la chica por qué lo habían atendido. Si bien Bush apareció en el local sorpresivamente, para el plantel que trabaja en La Corte se trató de un cliente más.

La visita dio notoriedad a la firma. «¿Tienen los ravioles de Bush?», «¿Ahora van a subir los precios?» o «¿Hay mesas para uruguayos?» fueron algunos de los chistes que no pudieron evitar hacer muchos que ayer decidieron acercarse a La Corte.

 

Aprontá la cena que llevo una sorpresa

A las 20.00 horas del sábado pasado una rubia de la comitiva norteamericana del presidente Bush habló con el chef a cargo del restaurante La Corte, que aún estaba cerrado. Quería reservar una mesa para ese preciso momento. El local abría a las 20.30, pero la rubia solicitó al chef que preparara una mesa para siete personas, insinuando que se trataba de alguien importante. Por una hora y media, La Corte fue exclusiva para el presidente George Bush, su esposa, el embajador de Estados Unidos y su señora, Condoleeza Rice, un traductor y otra persona. Atenderlos no fue sencillo. Además de lo nerviosas que se encontraban las mozas y los cocineros, un integrante de la comitiva realizó una inspección previa para controlar cada uno de los platos que llegaban a la mesa.

El menú fue sugerido por el chef a cargo, quien propuso pasta casera ­raviolones a la caprese­, considerando que el mandatario ya había probado las carnes nacionales. La entrada fue casi típica para un uruguayo, pero inusual para una persona que puede comer manjares inimaginados: picada de milanesa con crema de hongos. La cena fue acompañada por un vino, pero Bush tomó cerveza sin alcohol, traída especialmente por su comitiva.

 

Máxima seguridad

«Al llegar al restaurante, no me dejaban entrar», comentó la moza que atendió la mesa de Bush. Añadió que «tuvo que salir alguien de adentro, para confirmar que yo trabajaba ahí. Al ingresar nos revisaron y después que nos cambiamos, nos volvieron a revisar. La seguridad de Bush lo pidió de muy buen modo. Es más, se reían con nosotros, porque era graciosa toda la situación».

Mientras tanto, el resto de los empleados prestaban atención a lo que ocurría en la única mesa con comensales. «Había un clima jocoso», comentó una de las mozas que observaba la increíble escena. «Era muy gracioso que estuviera el tipo más odiado del mundo comiendo en el restaurante».

 

Como en Hollywood

Las dos camareras consultadas por LA REPUBLICA comentaron que se sentían como en una película y un poco descolocadas. También coincidieron que, en vivo y directo, Bush es mucho más alto de lo que parece por la televisión, y que fue muy amable y simpático.

Llamaba la atención, tanto él como el resto de los que cenaron. «Parecían gente de otra raza, por la perfección de sus facciones, el pelo, la ropa… pero todos tenían muy buena onda». *

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