EL BARRIO YA CUENTA CON 430 FAMILIAS

El Monarca festeja 10 años de vida y estrena policlínica

Imagínese. Cinco o seis familias pobres ocupan un campo pelado y allí, con muchas ganas pero muy poco más, empiezan a construirse, casi desde la nada, su lugar bajo el sol. Tarea difícil.

Pero lo primero es lo primero y antes de emprender la hazaña dividen la tierra tomada en parcelas todas iguales, de 12 por 30 metros cada una, para que ninguna de las familias pioneras ni de las que vendrían después tuvieran más que otras.

Esto, ya desde el arranque, revela una manera de ver las cosas, una vocación de justicia que habrá de marcar todas las etapas siguientes, todo el futuro proceso de autogestión compartida.

«Se pusieron banderitas rojas en los terrenos no ocupados, para impedir que alguien se apropiara de lo que había quedado libre o estaba destinado a la gente que iba a llegar después», recuerda el Viejo, hoy presidente de la comisión vecinal.

Imagínese ahora la escena siguiente y verá una ancha franja de campo con pequeñas viviendas de costaneros, chapas, nylon y palos descascarados y torcidos. Lo que había, valor.

«Mucha gente debió vivir a cielo abierto hasta que consiguió algo para hacerse una casita», dice Washington «El Bocha» Suárez, vicepresidente de la comisión.

De El Mono, como le decían a uno de los organizadores de la toma de tierras, habría de salir «El Monarca», nombre del barrio que ya comenzaba a brotar, casi a empujones, en medio de dificultades enormes y a puro pulmón.

 

De ayer a hoy

El Monarca alberga hoy a 430 familias y si usted lo visita no va a creer lo que ve. Ahora, aquel campo pelado, aquel conjunto de muy precarios refugios hechos con lo poquito que había a mano, tiene casas sólidas, energía eléctrica, calles bien diseñadas, agua corriente, líneas de teléfono, policlínica, jardines.

«Y muchos árboles», subraya el Viejo, corazón de la huerta comunitaria del barrio, situada casi donde Montevideo termina, cerquita del arroyo Toledo.

Todo lo que ahora tiene El Monarca es fruto del esfuerzo de su población, que trabajó duro y parejo para salir adelante, sin pedir regalos ni limosnas, dice el Bocha. Allí, en Villa García, a pocos pasos del kilómetro 21.700 de Camino Maldonado, este barrio hijo del coraje es un portento de autogestión comunitaria que enorgullece a la zona.

«Nada llovió del cielo. La gente de aquí nunca se quedó de brazos cruzados. Llevó adelante innumerables movilizaciones para mejorar su calidad de vida y lo que ha conseguido es el resultado de esa lucha», señala el Bocha.

Para el Viejo, todo está sintetizado en la frase «Las necesidades de los pobres se solucionan con participación, acción y determinación», consigna de El Monarca desde que las familias fundadoras cortaron el alambre y tomaron la tierra.

Un ejemplo contundente es la flamante policlínica, por la que el barrio debió librar una durísima batalla, contra viento y marea, sin dar cuartel, durante muchos años.

Esa pelea, una de las tantas en la historia de El Monarca, estalló en diciembre de 1996, cuando el Ministerio de Salud Pública anunció, con bombos y platillos que iba a construir la policlínica pero, fielmente apegado a viejos hábitos, no la hizo.

» Fueron sólo promesas. Hasta nos prometieron un minihospital, fijate vos, pero todo quedó en puras palabras. Nos engañaron», dicen el Viejo y el Bocha.

Pero el barrio no se quedó quieto. Mientras la comisión vecinal, presidida entonces por Marta Casanova, movía cielo y tierra para que el gobierno cumpliera con su palabra, hombres y mujeres de El Monarca levantaron por las suyas la estructura básica de la policlínica.

Ese fue el punto de partida de una nueva larga serie de gestiones y movilizaciones que culminó cuando los actuales ministerios de Salud Pública y Desarrollo Social dieron luz verde al proyecto. El 20 de diciembre del pasado año, el Viejo, el Bocha, Marta Casanova y Alvaro Pascal, en nombre de El Monarca, firmaron con el doctor Tabaré González, director general de la Administración de Servicios de Salud del Estado, el convenio que permitió completar y equipar la policlínica cuya construcción había iniciado el barrio.

El centro asistencial, al que fueron destinados 300.000 pesos provenientes del Plan de Emergencia, contará con médico de familia permanente, auxiliar de enfermería también de tiempo completo y, de lunes a viernes, un pediatra.

Además, a ese equipo se integrarán profesionales de ginecología, nutrición y psicología, en el marco de los programas de atención de la salud que se están aplicando en la zona.

Y como si todo eso fuera poco, en pocos días más llegará a El Monarca una supermoderna ambulancia, donada por el Rotary Club de Atlántida.

«Sólo tuvimos que pagar 2.500 dólares de gastos de importación porque la ambulancia vino de Estados Unidos. Juntamos toda la plata con donaciones y vendiendo chorizos», informa el Bocha.

«Se dio. Costó un montón pero al fin se dio. Tenemos lo que tanto necesitábamos», comenta el Viejo, quien confiesa que en sus sueños veía «gente con túnicas blancas» en el local que las vecinas y los vecinos construyeron cuando supieron que lo del «minihospital» era puro verso.

Este martes a las 11 de la mañana, con la inauguración de la policlínica el barrio, alborozado, festejará otro año de vida. El décimo desde aquel día en que todo empezó a como diera lugar.

«Tenés que venir. Va a estar bárbaro», dice el Bocha mientras repasa en su ordenador la lista de invitados. *

Te recomendamos

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje