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1975.- El nacionalismo exacerbado de la dictadura alcanza límites grotescos. Virginia Martínez en «Tiempos de dictadura» recuerda un caso que puede encajar en ese «créase o no». El director de la publicación «El soldado», en la edición que se conoce este 4 de febrero, sostiene que la lucha por la integridad de la patria se gana también con la defensa del idioma. Así hay quienes hablan la verdadera lengua oriental y quienes no. Todos deberíamos, sugiere, hablar un mismo idioma. Quizás por eso es que se prohíbe hablar de «tupamaros», quizás por eso hay nombres que no deben pronunciarse y menos escribirse o aceptar el cambio de tono en el himno en aquella parte de «Â¡Tiranos temblad!». Por eso la censura generalizada. «Â¡Señor, sí, Señor!» y cuadrarse, hacer la venia, aprender el paso de ganso. En realidad eran aquellos más realistas que el rey. De ahí la transcripción de este ejemplar engaño: «El pueblo ya hizo conciencia sin palabras (¿Será porque estaba mudo?); con sólo salir a la calle, con sólo concurrir a la oficina o a la fábrica o al comercio, con sólo concurrir a las aulas, con sólo salir a pasear por los parques, los cines, los lugares públicos, asistir a exposiciones o exteriorizar el fervor deportivo ya se puede palpar que el país es otro». Todo esto, agrega, porque el pueblo tomó conciencia y no está de a cuerdo con el libertinaje social que querían imponer las mentes de inspiración foránea.

Claro que cuando uno salía a la calle miraba para todos lados buscando gente sospechosa que lo siguiera; o en la oficina todos dudaban sobre si sus compañeros no serían delatores; en los bares y almacenes se daba lo contrario, el cuchicheo de los buenos vecinos que se silenciaba ante la entrada de algún extraño; o en los cines donde sólo podía ver lo que no molestase («Estado de sitio» no se permitió exhibir porque contaba cómo Dan Mitrione era un fulano que vino a enseñar a torturar y matar; o decenas de cantantes que no pudieron ingresar al país; o el pilón de obras de teatro que nunca se dieron o los diarios y semanarios que escribían esos lenguajes extraños y eran clausurados). Hay algo que debe aceptarse: «el país es otro». Por eso se perdió toda una generación.

 

1918.- Nace Enrique Beltrán, periodista, editorialista, director de «El País», político dentro del Partido Nacional, legislador por varios períodos antes de la dictadura.

1937.- Nace Roberto José Parga Lista, abogado con toda su carrera en la magistratura hasta su actual cargo de ministro de la Suprema Corte de Justicia.

1945.- Nace Lil Bettina Chouhy, periodista en radio y televisión, con su estilo de comunicación entradora, sensible, cálida, no invasora.

1961.- Nace Gustavo Acuña, dibujante, con el humor en su trazo y que se le encuentra en las páginas de «Guambia».

 

«La gente buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre». Esto lo dijo Ernest Hemingway, ese escritor estadounidense que, sin duda, fue un tipo malo, triste, depresivo.

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