Tiene la palabra

Beatriz Gil Quinteros 29-08-41/16-07-05

Señor Director de LA REPUBLICA

Dr. Federico Fasano Mertens:

* El 16 de agosto próximo se cumple el primer mes de la desaparición de Beatriz Gil , hija del Prof. Luis Gil Salgueiro, con dos hermanos, uno destacado médico sicoanalista, y el otro profesor de matemáticas perseguido por la dictadura

Sus antecedentes provienen de una familia maragata de profunda tradición artiguista y luego blanca. Su tatarabuelo peleó con Artigas y luego con San Martín; su bisabuelo peleó en Quebracho. Su abuelo era compadre y concuñado de Plácido Bonavita, padre de Luis Pedro Bonavita, y además amigo de Don Paco Espínola, el padre de Paco, el escritor.

Gil Salguero, Paco y Luis Pedro, a fines de la década del 10, vienen a estudiar a Montevideo. Desde la niñez hasta la muerte fueron amigos inseparables y si bien Paco y Luis Pedro militaron en el partido blanco, Don Gil Salguero siempre estuvo cerca de la izquierda, con la revolución Cubana primero y el Fidel después, sus posiciones coincidieron. Desde muy joven, fue un americanista y antiimperialista. La evocación de Artigas y de Bolívar era permanente en él y fue quien introdujo el conocimiento de Martí en estos pagos.

El entorno más próximo, más familiar, más entrañable, fue éste, que se generó en torno a los tres amigos.

Las reuniones eran más que frecuentes y además de ellos estaban Dolly, la esposa de Paco; Victoria Espínola, la esposa de Luis Pedro; el maestro Casto Canel y Enriqueta Espínola; Carlos Denis Molina; Leandro Castellanos Balparda (tal vez el mejor grabador que ha tenido el Uruguay); Gabriel Chouy Terra y Lil Gonella; Luis Pedro, Manuel y Carlos Bonavita Espínola, primos. A ellos, y con motivo de la formación del Comité de Apoyo a la Revolución Cubana, la Casa de la Cultura Artigas-Martí y el Fidel, se agregaron seres maravillosos como Dumas Oroño, Alberto Oreggione, Carlos Plá, César Salsamendi, ex subdirector del Sodre, y muchos otros.

Durante su niñez frecuentaban su casa Clemente Estable, Carlos Benvenuto, Pedro Leandro Ipuche, Carlos Sábat Ercasty, Beltrán Martínez, Felisberto Hernández, José Pedro Díaz y Amanda Berenguer, Carlos Puchet Castellanos y la querida Emilia, y ya en la adolescencia, Hermenegildo «Menchi» Sábat.

Ese fue el ambiente social y Beatriz creció allí junto con la que fue su amiga de toda su vida: Silvia Canel Espínola.

Para Beatriz, como para sus hermanos Luis Pedro y Paco eran otros tíos. En su niñez le gustaba mucho el baile y Paco le puso Caicobé, que en guaraní significa «Flor que danza».

También estaban los tíos, tías, primos y primas Gil y Quinteros. Con estas últimas Beatriz, por la edad, compartió la amistad en los fines de semana y vacaciones, de infancia y adolescencia.

Lamentablemente la vida de Beatriz en muchos aspectos no fue afortunada. Vivió, en lo referente a sus dos matrimonios, situaciones dolorosas y pasó penurias económicas. Sin embargo siempre fue muy discreta, «nunca quiso molestar», y crió con amor, abnegación y sacrificios, a sus cuatro hijos, tres del primer matrimonio y uno del segundo. En ella la discreción iba a la par con su modestia y nunca protestó ante las adversidades de la vida. En el Frente Amplio, donde trabajó desde el retorno de la democracia, encontró, utilizando un lugar común pero absolutamente justo en este caso, su segundo hogar. El cariño que sintió por sus compañeros, y que sintió que sus compañeros le profesaban, la ayudó a sobrellevar un intenso cuadro depresivo que la aquejó en el 2003-2004, motivado en buena parte por el alejamiento de sus tres hijos mayores, que hoy viven en EEUU. Lamentablemente, justo cuando lo había superado y había logrado hacer dos viajes para estar con sus hijos y sus dos nietitas, cayó sobre ella el cáncer que no hubo manera de controlar, tal era su malignidad.

Fueron más de cinco meses de inquietud primero, de preocupación luego, de terrible angustia por lo inevitable de su muerte. Supo y fue consciente de lo irreversible de su mal, y, si bien por momentos -y por suerte- operaban mecanismos de negación, se enfrentó con la muerte con una entereza pocas veces vista .

Durante esos meses tuvo cinco operaciones, una de ellas un vaciamiento ganglionar de cuello, operación de muy alto riesgo y dolor; y un tratamiento quimioterápico. Soportó todo con deseos de luchar por la vida. No se quejó, nunca tuvo un gesto de descontento, ni una expresión destemplada con nadie, siempre estaba agradeciendo lo que hacían por ella. Una médica oncóloga que la trató, en los últimos días le dijo que para ella había sido un honor conocer a alguien como Beatriz.

Lamentaba morir cuando hubiera querido ver crecer a sus nietas y se preocupaba mucho porque la angustiaban las cosas que ella hubiera podido hacer mal, sobre todo con sus hijos. No sabía cómo pedir perdón por eso. Y sí, en esos momentos lloraba mucho.

Días antes de su muerte pidió dos cosas: que no la dejaran morir asfixiada y que cuando fuera a morir no la dejaran sola.

Cumplimos lo que nos pidió. Estábamos los hermanos y las cuñadas; los sobrinos; Silvia Canel, su amiga; el Dr. Daniel Bordes, a quien ella quería como un sobrino; y sobre todo su hijo Santiago, el único que está en Uruguay, que acompañó a su madre día y noche durante la enfermedad. Los otros hijos, radicados en EEUU, vinieron en dos oportunidades a verla en el último tiempo, pero tuvieron que retornar a sus hogares y sus trabajos. Diariamente la llamaban, pero, ¡qué difícil fue para todos esta situación de alejamiento!» Nos relata su hermano Daniel.

Por último, pero no últimos, a los compañeros del Frente, siempre presente y solícitos. Seres todos que a uno lo reconcilian con la especie humana. Ha sido un orgullo tenerla como compañera y nos deja su dulzura y su bondad.

De esta fibra humana se construyó el presente del cambio.

Con el recuerdo queremos homenajear a una auténtica mujer uruguaya, de plena estirpe frenteamplista.

LEON LEV

 

Una propuesta para la inclusión escolar

Señor Director de  LA REPUBLICA

Dr. Federico Fasano Mertens

* Estamos convencidos de que es necesario promover cambios culturales que nos conduzcan a la aceptación de la diversidad (cualidad de la persona) por la cual es como es y no como nos gustaría que fuera. Ello se sustenta en una ideología de vida basada en el respeto, la tolerancia, la solidaridad y el amor.

Tenemos claro, que las personas con Síndrome de Down, al tener en cada una de sus células un cromosoma de más en el par 21, van a presentar alteraciones determinadas en cada uno de sus órganos y en su cerebro. Por ello el comportamiento neuronal es diferente. Ellos no son como las personas con 46 cromosomas, al decir de la literatura, «normales».

El logro de la igualdad de oportunidades conlleva necesariamente la integración de las personas con discapacidades: en lo físico, funcional, personal, afectiva y educacional (García García, Normalización e Integración, Madrid). Teniendo en cuenta las características de los procesos de aprendizaje de las personas con Síndrome de Down, en cuanto a los déficit específicos en su capacidad de codificar, almacenar y procesar, en el funcionamiento intelectual sensomotor preoperatorio y operatorio, se considera que su funcionamiento cognitivo no es una construcción estable, inmutable y estática. Con unos adecuados programas de intervención didáctica se activan, evolucionan y desarrollan todos estos aspectos. Esta evolución no es contrastable con la de los chicos «normale
s», sino con ellos mismos. Para Cambrodí (Principios de la psicología evolutiva del deficiente mental, Barcelona) la «deficienciación» del sujeto no es un estado fijo, sino que se va reconstruyendo en el curso de su desarrollo; pero, para facilitar esta evolución se debe iniciar muy precozmente la inclusión educativa en escuelas comunes. Solo así aumentara su capacidad de observación, su asimilación, su memoria, su coordinación, su proceso de captación de la realidad y su procesamiento de la información, que se enriquece y progresa hasta limites que su propia condena genética no podía ni sospechar.

Una educación para todos, comprensiva en la diversidad, debe ofrecer a todas las personas las mismas oportunidades de acceso a la cultura que les es común. Interactuando solo con pares discapacitados, difícilmente accederán exitosamente al «instrumento social más común y efectivo», al decir de Bernstein, que es el lenguaje. Este instrumento no se domina si no se aprende en la convivencia con quienes lo usen adecuadamente para verbalizar lo cognitivo y lo emocional.

Es función de una escuela inclusiva lograr que todos los niños puedan sin temor y sin limitaciones, usando un lenguaje común a todos, expresar su pensar y sentir en todo momento y lugar. Esto es posible si se domina la lengua estándar, propia de cada sociedad, donde conviven personas con todo tipo de discapacidades. De no ser así, se producen marginaciones en aquellos que no se incluyen.

Esta educación demanda una auténtica formación del docente, cuya formación inicial debe otorgarle las competencias necesarias para la Educación común y especial, en la planificación y evaluación de los logros curriculares y de las estrategias a emplear.

¿Cómo creemos que se debe llevar a cabo la inclusión de nuestros hijos?

«No hay caminos a la inclusión… la inclusión es el camino»

1. Creemos que un maestro especializado debe elaborar programas generales adaptados al desarrollo individual de los alumnos incluidos, conjuntamente con un equipo multidisciplinario de consulta y con el maestro de educación común.

* Establecerá guías de observación y escalas de evaluación.

* Orientará al docente del curso en el que estén incluidas las personas con Síndrome de Down.

* Orientará a los padres en forma personalizada.

* Orientará la elaboración del material didáctico.

* Realizará un seguimiento y una evaluación continua del proceso de enseñanza y de aprendizaje.

2. Creemos necesaria la presencia de una figura mediadora, entrenada específicamente en el abordaje terapéutico, que podría denominarse: asistente, mediador, Técnico Integral, terapeuta facilitador, auxiliar, etc. y cuyo rol sería:

* Brindar contención a la persona con Síndrome de Down y a quien lo requiera dentro del aula, en el recreo y otras actividades planificadas por el maestro.

* Acompañar a los chicos en su inclusión escolar diaria, desempeñándose como facilitador entre el estudiante, el docente curricular, sus pares, el maestro de apoyo y su familia.

* Auxiliar al docente, a la persona incluida y a sus pares. Dicha persona debe estar atenta a todos los niños de la clase. Por sus particularidades, las personas con Síndrome de Down (con relación a la atención, comprensión, concentración, motricidad fina, memoria, expresión oral) van a requerir un apoyo con mas continuidad que los otros niños. Sus pares, al venir desde preescolar con auxiliares, les es familiar esta figura en la clase. Desde nuestro parecer sería beneficioso para todos, contar con una pareja de trabajo. Una con una formación muy rica en lo pedagógico y la otra con una visión en lo psicológico, grupal y terapéutico. Como padres, consideramos que esta pareja puede lograr una complementariedad muy beneficiosa ya que disminuirían las posibilidades de generar rivalidades y celos profesionales.

* Compartir con el docente la dinámica del aula.

¿En cuáles instituciones?

1. En las instituciones que, a criterio del Sistema Educativo, ofrezcan condiciones optimizadoras para logro del desarrollo exitoso de las potencialidades y competencias de cada persona (ejemplo: Escuelas de Tiempo Completo, escuelas con personal preferentemente efectivo, con fuerte gestión de la dirección).

2. De ser posible, en instituciones que funcionen dentro del ámbito geográfico de la persona.

¿Quiénes deberían atender las clases?

1. Docentes comprometidos con la educación en general y sensibles a esta problemática en particular.

2. Docentes con una formación inicial donde se incluyan los contenidos y prácticas necesarias para conocer las discapacidades, capaces de elaborar las estrategias educativas necesarias y ofrecer los andamiajes adecuados para el logro de los objetivos que se pretenden.

ASOCIACION DOWN DE SALTO

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