EL CLUB PROGRESO MANTIENE SU FUNCION SOLIDARIA EN MEDIO DE LA CRISIS

Veinte años alimentando niños

Cientos de niños y adultos, que acuden diariamente de lunes a sábado en busca de alimento, así como los responsables de la obra, conmemoraron dos décadas de labor social en pleno corazón de La Teja.

La iniciativa tuvo lugar veinte años atrás cuando el entonces cantinero de la sede deportiva, Marciscano, y el presidente del club, Tabaré Vázquez, decidieran comenzar a pergeñar la idea de un comedor para la zona, luego de notar que eran cada vez más los niños que se acercaban hasta la cantina a mendigar un poco de comida.

«La idea de fundar un comedor nació de ellos dos. En ese momento ellos se preguntaron qué podían hacer para que los chicos no anduvieran pidiendo en la calle. A partir de ahí, se formó una comisión de miembros fundadores. Eran momentos difíciles, no sólo en lo económico sino a nivel político en el país», rememora Kelly Pazos.

 

El punto de partida

Para obtener los primeros fondos que permitieran comenzar con la experiencia se realizó un espectáculo artístico solidario en el parque Paladino. La entrada era un alimento no perecedero, donde participaron, entre otros, figuras claves de la música popular uruguaya: Alfredo Zitarrosa y Daniel Viglietti.

También participaron las murgas del barrio y se realizó un cotejo deportivo entre Progreso y la Mutual de Jugadores. La buena respuesta de los vecinos hizo que se pudieran obtener los alimentos necesarios para que el comedor se solventara los primeros seis meses.

En un principio funcionaba tres veces por semana, alimentando a setenta niños entre 5 y 12 años. Hoy, la crisis socioeconómica ha llevado a que el servicio se extendiera de lunes a sábados, donde asisten 253 personas, entre menores y adultos. Eduardo Barreira, uno de los socios fundadores, recordó que «fue una época bastante triste desde el punto de vista que tuvimos que inaugurar un comedor.

Pero sí bastante feliz porque, por lo menos, un club deportivo, enclavado en una zona como La Teja, se preocupaba de algo más que el fútbol y no le daba la espalda a las necesidades del barrio».

 

Cuesta abajo

Para los entrevistados, la creación de un comedor en aquella época no era común. Lamentablemente, con el paso del tiempo y la pauperización de un buen sector de la sociedad, la comedores comenzaron a transformarse en moneda corriente, como forma de paliar en alguna medida las necesidades insatisfechas de parte de la población.

«Al principio, cuando recién se inauguró el comedor, el noventa por ciento de la gente que concurría era la que se llama comúnmente marginada. Después se fue deteriorando todo y comenzaron a venir hijos de trabajadores y trabajadores que quedaron desocupados», explicó Barreira.

Hoy, la franja etaria que asiste va desde lo más pequeños hasta gente adulta, incluyendo madres adolescentes.

«Estudiamos la situación de cada persona y sus necesidades. También viene algún padre que se ha quedado sin trabajo.

La gente come acá, en el local. Pero también tenemos casos de personas que vienen a retirar su vianda porque les da vergüenza almorzar aquí. Son gente acostumbrada toda la vida a llevar con su trabajo el pan a su casa.

No es fácil tener que ir con tus hijos a almorzar a un lugar que no es tu casa», manifestó Pazos.

«Acá hacemos todo a pulmón. Funcionamos gracias a las donaciones de los vecinos, empresas y algún frigorífico. El Estado nunca nos brindó ayuda», subrayó Barreira. *

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