El punto P

Tecno-ciencia patriarcal en la sociedad del conocimiento

De acuerdo a la organización socio-cultural de occidente, en donde el cuerpo se definió y erigió como portador de diferencia y desigualdad, necesariamente hubo de convertirse más que en un conflicto de género, en un conflicto de conocimiento, al erigirse como mecanismo de reproducción de una situación histórica desigual, binaria y asimétrica, de los individuos, sus roles en el ámbito socio-histórico y su condición en el ejercicio y participación en lo científico y tecnológico, ya sea desde las TICS hasta las tecnologías biomédicas.

Se legitima el dominio del cuerpo del hombre sobre el cuerpo de la mujer, en derivación, el dominio del género masculino por sobre el femenino, el dominio del conocimiento masculino sobre el femenino, en correspondencia a la expectativa social poscapitalista, posindustrial, tecnotrónica y patriarcalizada.

Este hecho habrá de acentuarse más aún en el contexto de la sociedad de la información y el conocimiento, que surge, de la vertiginosa implantación de las tecnologías sobre una sociedad, asociada al proyecto masculino de control, dominación, apropiación y mercantilización de la naturaleza y el conocimiento; en el contexto de una sociedad marcada por el cambio tecnológico; siendo allí donde el desarrollo en ciencia y tecnología habrá de erigirse como índice de progreso, en donde se hará más evidente el papel del cuerpo como portador de sentido y significación, como criterio unitario de designación, categorización, cosificación y naturalización del género en su relación con la ciencia y la tecnología.

Estamos hablando de una sociedad donde el saber se posiciona como la materia prima central en una economía y deja de estar basada en la producción de artículos para estar soportada en la prestación de servicios, de computación, investigación, educación, salud, etc., basados en el conocimiento; son la estructura central de la nueva economía postindustrial y de una sociedad soportada en la información.

En este contexto la SIC habrá de regirse por los criterios de adquisición, absorción y comunicación del conocimiento, criterios provenientes del capitalismo y el colonialismo, contrarios a la lógica educativa y operacional a partir de la cual han sido socializadas las mujeres y directamente asociados a la producción masculina.

Siendo manifiesto que socialmente las instituciones científicas-tecnológicas han transmitido valores que asocian y legitiman la producción de conocimiento en estas áreas específicamente a la masculinidad. Este hecho se hará patente en la distribución y apropiación desigual de los roles, específicamente aquellos de carácter tecno-científico.

Es de esta manera, como la ciencia y la tecnología producto del capitalismo, el colonialismo y la producción masculina, se instituyó en el pasado y aún en el presente como guardiana de la herencia androcéntrica de nuestras sociedades patriarcales, produciendo una organización tecno-científica cuasi democrática y deficitaria, inscrita en una metapolítica ideológica donde es secundaria la presencia de las mujeres y donde la paridad se ha constituido como anti-valor.

Ahora, si bien las mujeres se han integrado y apropiado de redes informativas, siguen siendo una fuerza marginal en cuanto a la producción de conocimiento, entendido este como aquellas prácticas de contenido tecnológico y analítico. Es decir, la sociedad de la información y el conocimiento en la dimensión científico-tecnológica, dadas sus pretensiones de mantener el dominio masculino inscrito en lo ontológico asume el costo de prescindir y derrochar el conocimiento disponible, productivo, creativo y potencial de la mujer.

Si bien no existe una discriminación abierta hacia las mujeres en las instituciones tecno-científicas las condiciones comunicacionales y organizativas son altamente masculinizadas, inadecuadas para las mujeres, viéndose éstas en la necesidad de adaptarse y masculinizar sus intereses, ideas, criterios; siguen aprendiendo sobre un acervo teórico masculinizado, y operacionalizandolo sobre un criterio socio-cultural androcéntrico en ausencia de una operacionalización desde la perspectiva de género.

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