Maternidades, paternidades: la lucha por la conciliación laboral y familiar

La publicidad, la literatura y el cine idealizan la paternidad y la maternidad como la quintaesencia de la felicidad, pero nuestra organización social, política y económica no nos permite disfrutar de esta “maravillosa” experiencia. Los tiempos actuales no son los mejores para tener bebés porque pasamos casi todo el tiempo del día trabajando. Se habla de los derechos de la infancia, pero nadie tiene en cuenta que los niños y niñas no pueden ejercer su derecho a disfrutar de sus padres y madres porque estos tienen que emplear casi todo su tiempo y energía en ganar dinero.

Nuestra cultura solo utiliza la infancia para vendernos seguros de vida. Las necesidades productivas se consideran más importantes que las reproductivas,  y los gobiernos no se preocupan en absoluto por incentivar la conciliación entre la vida personal y la laboral. Se mitifica la maternidad, pero no se nos habla de cómo afrontar la tremenda responsabilidad que conlleva sacar adelante a niños indefensos que necesitan afecto y tiempo para ellos. Se nos dice que una verdadera mujer es aquella que es madre, pero la realidad es que las que desean serlo lo tienen bien complicado para poder conciliar vida laboral y familiar.

Las empresas penalizan a las mujeres que deciden embarazarse; a menudo son despedidas o relegadas a puestos menores, y si tienen ciertos derechos, como horas de lactancia o la jornada reducida, se les dificulta al máximo su disfrute. En los pocos países donde los hombres pueden ejercer  su derecho a la paternidad,  también son penalizados de alguna u otra forma. Son pocos los que se atreven a disfrutar de sus derechos como padres, porque vivimos en una sociedad que sigue pensando que criar y educar niños es cosa de mujeres.

Los hombres han sido alejados, tradicionalmente, de la crianza de los niños; no se les ha permitido cambiar pañales, ni bañar a los bebés, ni ocuparse de ellos hasta que son grandes y comienzan a jugar con la pelota. Tampoco se les ha permitido  cuidarlos cuando están enfermos, porque deben darle prioridad a los asuntos laborales. Su rol de principal proveedor de recursos les obliga a invertir su tiempo y energía en trabajar para otros, de modo que su papel de padres queda siempre en segundo o tercer lugar. Además se les ha otorgado el papel de policía y juez; ellos han representado siempre la autoridad, y nosotras la ternura y el cariño.

Hoy, son cada vez más los hombres que quieren criar a sus hijos e hijas; muchos reivindican su derecho a participar plenamente en el embarazo, el parto y el proceso de bienvenida a las recién llegadas criaturas. Quieren pasar las primeras semanas de los bebés en casa, asistiendo a sus compañeras, atendiendo el hogar, resolviendo problemas y disfrutando de los buenos momentos.  Son cada vez más los padres que se despiertan por la noche para cuidar de sus bebés, los que acuden a reuniones en el colegio, los que se implican en su crianza y educación. Los papás modernos llegan a la oficina soñolientos tras una noche de cuidados, se van antes del trabajo para asistir a reuniones del colegio, y disfrutan ayudándoles en las tareas escolares.

Aunque en algunos países las políticas de igualdad trabajan para lograr que hombres y mujeres puedan tener relaciones equitativas y equilibradas, aunque en los congresos se habla de la importancia de la corresponsabilidad y el trabajo compartido, la gran mayoría de la población sigue sufriendo la falta de tiempo para vivir y para compartir con sus seres queridos. Los niños y las niñas son las víctimas colaterales de un sistema que los separa de sus padres; algunos no pueden verlos a diario porque llegan cuando ellos ya están durmiendo, y otros apenas los ven un par de horas, al final de la jornada, en el tiempo de la cena y el baño. Hay niños que pasan toda la tarde viendo televisión o inmersos en los videojuegos, y otros son sometidos a la tiranía de la actividad: aprenden idiomas, reciben clases particulares, aprenden artes marciales, informática, practican deportes o baile. Los niños que presentan déficits de cariño y de tiempo con sus padres y madres son medicados para que se “tranquilicen” y cesen sus conductas anómalas (esas que se llevan a cabo para llamar la atención de los progenitores y conseguir así alguna ración extra de cariño).

Si, es difícil ser papá y mamá en los tiempos que corren. Las mujeres que trabajan fuera del hogar, en su mayoría, tienen una doble carga laboral: casi todas las que van a la oficina, a la fábrica, al huerto, tienen otras cuantas horas de trabajo en casa. Además de limpiar, barrer, cocinar, regar, atender a los animales domésticos, etc  amamantan bebés, los pasean y acompañan en sus juegos al aire libre, los ayudan con las tareas escolares.  El tiempo de las madres es el más caro de todos los tiempos: son muchas las horas invertidas en ganar dinero y llevar un hogar, y muy pocas las dedicadas a disfrutar de la familia o de una misma.

Esta situación se agrava paulatinamente porque cada vez existen más hogares con jefas de hogar y críos a su cargo. Son muchas mujeres las que posponen la maternidad hasta la treintena o renuncian a ella porque se nos ha educado para dar prioridad a nuestras carreras profesionales antes que a nuestras redes de afecto, y porque la soledad y el individualismo urbano hacen que ser madre soltera sea un reto duro y difícil. Y es que es terrible, para nosotras, tener un bebé para entregárselo en pocas semanas a otras personas: cuidadoras, profesoras, abuelas y abuelos.

Mientras la sociedad pide horarios más humanos y derecho a cuidar a sus ancianos/as y a criar y educar a la infancia, las empresas siguen penalizando a la gente joven que desea tener hijos. Pese a que está demostrado que por mucho tiempo que uno pase en el lugar de trabajo no aumenta la productividad, sino que más bien disminuye, los empresarios siguen incentivando las horas extras en el trabajo, y se sigue mirando mal a los que se van primero de la oficina. Las leyes no son propicias para criar hijos, los sueldos no permiten que uno de ellos trabaje y el otro se dedique a los niños, la mayoría de los jefes no permiten que sus empleados se organicen de otro modo y trabajen desde casa.

Mamá y papá se sienten culpables, pero no pueden hacer nada excepto colmar a sus hijos de juguetes para calmar su sed de amor. Los abuelos de los países desarrollados dicen estar disfrutando mucho más a los nietos y nietas que a sus propios vástagos; ellos tampoco tuvieron mucho tiempo para disfrutar de la infancia de sus hijos porque también trabajaban un sinfín de horas. Sin embargo, pese a que se saben necesarios, muchos se sienten desbordados porque ya pasó su tiempo de criar niños.

Así que creo que el ensalzamiento de la maternidad como una experiencia feliz y plena en revistas, documentales, series de televisión, novelas, etc  debería de estar acompañado de políticas que permitan a las mujeres y a los hombres criar a su prole. En los países nórdicos, por ejemplo, es más fácil ser mamá o papá. Las guarderías y ludotecas son baratas o gratuitas, las leyes permiten  disfrutar de varios meses de baja para cuidar a los bebés recién nacidos, dan facilidades para atender a los niños y niñas cuando enferman o cuando tienen cita en el médico, y otorgan subvenciones por cada hijo/a. Las empresas  permiten adaptar las vacaciones de adultos a las de sus hijos, flexibilidad de horarios, la posibilidad de trabajar desde casa, de pedir años de excedencia o vacaciones sin sueldo, entre otras. Ello permite que la gente se anime a tener hijos y que ambos puedan compartir las obligaciones y los disfrutes de un modo más igualitario y equilibrado.

Las mujeres llevamos muchos años reclamando la conciliación laboral y familiar; ahora son los varones los que están comenzando a reivindicar sus derechos como padres. Hasta hace unas décadas, el pater era una figura distante y poco comunicativa; muchos niños se han criado temiendo la ira paterna, y deseando poder acercarse a abrazarlos sin miedo a molestar. Son muchos los colectivos de hombres que están luchando por tener espacio y tiempo para sus hijos e hijas, y creo que las mujeres debemos apoyar sus reivindicaciones porque son las mismas que las nuestras, y porque si el sistema económico y político estuviese organizado en torno a las personas y no a los intereses de unos pocos, todos tendríamos (abuelos/as, hijos/as y nietos/as) mucha mayor calidad de vida.

Nuestra cultura debería dar más valor a la paternidad, y debería incluir también a las parejas de mamás y las parejas de papás que desean tener hijos. Para ello debemos permitir que el concepto de “familia” se expanda más allá del régimen heterosexual; son muchos millones de personas las que reivindican el derecho a criar niños y niñas sea cual sea su orientación sexual.  Además, la mentalidad de legisladores y empresarios debería estar más abierta a la vida: la gente tiene derecho a disfrutar de su tiempo de vida, que es corto, tenga o no tenga hijos.

También deberíamos poder crear espacios comunes de crianza y educación , para que los niños y las niñas puedan socializar con otros niños y con otros padres, y para que papás y mamás puedan turnarse en el cuidado de los menores, de modo que puedan organizar mejor su tiempo. Dando más espacio a las necesidades de la infancia, podremos construir un mundo más amable en el que los niños no tengan que rellenar el tiempo frente al televisor, y en el que ser mamá o papá no implique renunciar al desarrollo de la carrera profesional .

Necesitamos cambiar el modelo productivo y reproductivo, y para ello, la ciudadanía tiene que organizarse, las empresas han de asumir la responsabilidad social que tienen, y los Estados deben garantizar nuestros derechos. Derecho a tener padres y madres, derecho a tener hijos e hijas, derecho a cuidarnos unos a otros, derecho a conciliar el tiempo de trabajo y el tiempo de vida.  Necesitamos construir un mundo en el que la gente pueda disfrutar de su paternidad o maternidad con libertad y sin trabas, en el que los abuelos puedan jugar con sus nietos cuando quieran (sin sentirse obligados por las necesidades de los hijos), en el que los niños y las niñas se críen rodeados de afecto y se sientan cuidados. Necesitamos, pues, un mundo en el que exista  igualdad de derechos y obligaciones de madres y padres, y espacios y tiempos de crianza que hagan de la maternidad y la paternidad una experiencia “realmente” maravillosa.

Coral Herrera Gómez
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