Los muertos de la seccional 20ª

Escribe Niko Schvarz

En la noche el 16 al 17 de abril de 1972 fueron fusilados a mansalva ocho obreros comunistas en la puerta de la seccional 20ª de su partido. Ametrallados por la espalda cuando salían del local, sin armas, a dos los remataron de un tiro en la nuca y a otros dos los dejaron desangrarse en la acera. El local fue depredado y cubierto de inscripciones al estilo hitleriano y así quedó durante varios días, para que todos pudieran ver el rostro del fascismo que asomaba. Luis Alberto Mendiola (mi amigo entrañable), Raúl Gancio, Washington Sena (trabajador de El Popular), Elman Milton Fernández, Ruben Claudio López, José Ramón Abreu, Ricardo Walter González, así como Hector José Cervelli (el obrero metalúrgico que murió el día 28 a consecuencia de las heridas), quedaron en la memoria colectiva en la voz de Alfredo Zitarrosa. Como deben grabarse en las jóvenes generaciones los hechos aquí rememorados.

La masacre del Paso Molino preludió el golpe de Estado del 27 de junio de 1973 y el advenimiento de la dictadura fascista. Esa misma noche, ya votado en la Asamblea General el estado de guerra interno (por primera vez en la historia) por parte de la mayoría blanqui-colorada con la oposición del Frente Amplio, funddo el año anterior, se consumaron 14 atentados a locales y domicilios frenteamplistas.

Al día siguiente, una multitud desfiló por la sede central de Sierra y Uruguay, encabezada por las autoridades del Frente Amplio, el PIT-CNT y la Federación de Estudiantes, el rector Oscar Maggiolo y el arzobispo coadjuntor de Montevideo, monseñor Carlos Partelli. La central obrera decretó un paro general que se extendió por 48 horas. Despidieron a los mártires de la 20ª José D’Elía, Juan J.Crottogini, Líber Seregni, el dirigente metalúrgico Francisco Franca y Rodney Arismendi. La marcha fúnebre hasta el Cementerio del Norte reeditó la estremecedora expresión de dolor colectivo del 14 de agosto de 1968, el entierro de Líber Arce. En el mitin del día 22, bajo el lema «Â¡El fascismo no pasará!» hablaron Massera y Enrique Rodríguez, Crottogini y Seregni, y Arismendi. Una semana después, en el acto central del FA, Ramón Legnani asumió la representación de los comités frentistas del interior y Seregni lanzó la consigna: «Paz para los cambios y cambios para la paz».

Se impuso en el país una rígida censura de prensa, que prohibía dar ninguna información sobre operativos militares y policiales al margen de los comunicados oficiales, limitándose la información parlamentaria o la publicación textual, sin ningún aditamento, de los discursos de los legisladores.

El capitán Busconi

En el acto efectuado el pasado 14 de abril en el Círculo Militar, el teniente general (r) Raúl Mermot mencionó al capitán Wilfredo J. Busconi diciendo que «muere después de una larga agonía, herido gravemente tras un procedimiento practicado en un predio lindero a una regional del Partido Comunista, por uno de los ocupantes de ese local».

La versión del ex comandante en jefe del Ejército no corresponde a la realidad. Los ocupantes del local no hicieron uso de armas: esto lo comprobó la investigación. En el local no se encontró arma alguna, salvo una escopeta vieja desarmada, como reconoció el propio ministro de Defensa Nacional. Respecto a este punto, el diputado Jaime Pérez expresó lo siguiente en la sesión de la Comisión de Legislación de la Asamblea General, el 26 de abril:

«Por la forma en que se produjeron los acontecimientos y lo digo con total responsabilidad, el capitán Busconi sólo pudo haber sido herido por una de las balas disparadas por los efectivos de las Fuerzas Conjuntas. Hay infinidad de testigos que afirman que se disparó en diversas direcciones y que en determinado momento algunos jefes tuvieron que decir: ‘Paren’, pero con otras palabras, porque se estaban disparando unos contra otros. A tal punto se dio esto, que hasta efectivos policiales que estaban de particular –debían ser de Investigaciones– tuvieron que ponerse distintivos porque corría peligro todo ‘bulto que se meneaba'».

El ministro de Defensa no contradijo estos conceptos (reiterados más adelante invocando el testimonio de vecinos del lugar, que contemplaron estupefactos la vesanía desatada) y también en una ulterior interpelación al titular de Defensa.

La carta de Arismendi a Partelli

Rodney Arismendi agradeció en una carta a monseñor Partelli su presencia junto a los féretros de los compañeros caídos. «Este gesto –escribía el secretario general del PCU– subraya una verdad esencial en la dramática historia presente del Uruguay y de la humanidad: más allá de fronteras filosóficas o de profesiones de fe, los hombres y las organizaciones que sienten auténtico amor por el pueblo y sufren como suyos cada gota de sangre, cada dolor o cada martirio, toda injusticia social o acto de desbordado despotismo (…), sólo pueden juntarse para evitar que tales tragedias caigan sobre la patria».

El pasado 24 de marzo, el Papa recorrió el Monte de las Bienaventuranzas, en las márgenes del mar de Galilea donde, según cuenta San Mateo, Jesucristo predicó el Sermón de la Montaña, diciendo: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia». También Arismendi aludía a este texto célebre en ese pasaje de su misiva:

«Monseñor Parteli, usted cruzó sin temor al prejuicio o a la calumnia de los implicados, la línea que algunos pretenden infranqueable muralla, para llegar hasta nuestra casa, hasta el corazón sangrante de quienes velábamos los féretros de los mártires.

Lo vemos enaltecido por este gesto que ostenta la autenticidad de una inspiración enraizada en el Sermón de la Montaña. Los que nos inspiramos en la filosofía marxista-leninista sentimos que el ahincado amor al pueblo supone una profunda y vasta región de coincidencias para todos los que se afanan por construir una patria feliz y una verdadera pacificación sólo posible en la soberanía nacional, la libertad y la justicia social».

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