ESPACIAL

Panspermia: presentan pruebas del origen marciano de la vida humana

Investigadores del Instituto Westheiner de Ciencia y Tecnología afirman tener las pruebas del verdadero origen de la vida humana, que de confirmarse pautarán un cambio total en las ciencias evolutivas: en realidad somos descendientes de marcianos.

Marte y la Tierra / news.msn.com

Así lo asegura Steven Benner, conocido como uno de los padres de la biología sintética y experto en estudios de la “vida temprana”: para él y su equipo las condiciones necesarias para que prosperara la vida estaban dadas en Marte cuando aún no lo estaban en la Tierra.

El “viaje” se concretó en meteoritos caídos primero en Marte, pero de tal volumen que parte de esos escombros “rebotaron” por la fuerza de las explosiones y salieron al espacio otra vez, llegando con su carga biológica a nuestro planeta: una “carambola” en el Cosmos a la que debemos lo que somos.

Una hipótesis que existe desde la Grecia clásica

Benner expuso su teoría en la Goldschmidt Meeting, en la ciudad de Florencia, donde presentó pruebas que un tipo de molibdeno necesario para el desarrollo de la vida no podía existir en la Tierra hace 3.000 millones de años, cuando los primeros seres vivos emergieron en nuestro planeta, pero que el primitivo Marte era entonces más seco que la Tierra y por ende más favorable para el desarrollo de la vida.

La hipótesis adhiere a la teoría de la panspermia que tiene su origen en las consideraciones del filósofo griego Anaxágoras, quien creía que la vida provenía de alguna parte del Universo, y no exclusivamente de la Tierra.

Los investigadores estadounidenses aseguran que Marte y  la Tierra eran mucho más parecidos entre sí de lo que son hoy, de forma que la vida que surgiera en cualquiera de los dos mundos podría haber sobrevivido fácilmente en el otro. Estiman además que han llegado ya hasta la Tierra cerca de mil millones de toneladas de rocas procedentes de Marte, arrojadas al espacio tras el impacto de meteoritos sobre la superficie marciana.

Por último, la demostración que algunos microbios son capaces de sobrevivir a estos tremendos impactos y, lo que es más, pueden mantenerse “en suspenso” durante los cientos, o miles de años, aseguran que confirma la verosimilitud de la hipótesis.

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