De terror. En pocas horas se arregló burocráticamente todo, para darle una explicación a la tragedia

Nuevas imágenes del horror: la muerte de Sabalsagaray

Nibia Sabalsagaray Curutchet fue profesora de Literatura. El 29 de junio de 1974 fue torturada y asesinada en Montevideo por parte de la dictadura militar.

A las 2 de la madrugada de esa fecha fue detenida en su domicilio y conducida al Batallón de Transmisiones Nº1; al mediodía del mismo día se informa de su muerte a los familiares catalogándola de suicidio. No habían pasado 12 horas de su detención.

El entonces joven estudiante avanzado de medicina, Marcos Carámbula ­ hoy intendente de Canelones-, certificó la entidad de las heridas en el cuerpo de Nibia, estableciéndose de esa manera que la verdadera causa de su muerte fue la tortura.

El médico forense José Mautone certificó que había muerto por «ahorcamiento», pero este mismo profesional le dijo a Francisco Laurenzo, novio de Nibia en esos días, que se había ahorcado con una media. En cambio los documentos oficiales de la dictadura hablan de un pañuelo, que fue hasta fotografiado. A la vez, LA REPUBLICA está en conocimiento de que un político y periodista uruguayo, hoy fallecido, tuvo la versión – que trasladó a un familiar muy próximo-, de que Mautone se refirió a una media como la causa de su muerte, pero introducida en la boca de Sabalsagaray y no atada al cuello.

 

La historia oficial

LA REPUBLICA tuvo acceso al expediente del Supremo Tribunal Militar, caratulado «Suicidio Nibia Gloria Sabalsagaray Curutchet, Batallón de Transmisiones Nº1″, con fecha 23 de julio de 1974. Casi un mes después de su muerte. En el mismo día de su muerte hay un escrito firmado por el alférez Miguel Dalmao, quien es hoy general del ejército nacional. Este funcionario del Ministerio de Defensa comunica al «Señor segundo Jefe del Batallón de Transmisiones Nº1″, que «siendo aproximadamente la hora 12:10, el suscrito recorrió los calabozos en los que se encuentran los detenidos por actividades subversivas, ya que pensaba hablar con la detenida Nibia Sabalsagaray Curuchet, y al asomarme a la celda número tres, notó que la mencionada (persona) se encuentra arrodillada en el piso y colgando de un pañuelo anudado al cuello y a un hierro saliente de la pared que da a la cabecera de la tarima».

Agrega que «una vez dentro de la celda constató que la prisionera estaba aparentemente muerta, solicitando de inmediato la presencia del enfermero de servicio y procediendo a comunicar el hecho al señor Capitán ayudante, Capitán Carlos C. Fernández».

Este escrito es del 29 de junio. El hoy general Dalmao se limita a constatar el hecho, recurrir a un enfermero y a prejuzgar que Sabalsagaray era una «subversiva». Con esa afirmación cierra toda la posibilidad de que fuera una demócrata que luchaba por la restauración de la democracia o una simple ciudadana que había sido detenida por error. Para Dalmao estaba fuera de discusión que era una «subversiva».

Su redacción además es confusa, como va a quedar claro más adelante. Dalmao dice que estaba arrodillada en el piso «y colgando de un pañuelo anudado al cuello y a un hierro saliente de la pared».

¿Cuánto medía ese pañuelo? Según las pruebas gráficas presentadas por los carceleros ante la justicia militar el hierro estaba a un metro 80 centímetros del suelo. ¿Había en esa época pañuelos tan grandes? No, aunque es verdad que Nibia usaba pañuelos grandes, pero jamás de ese tamaño. Nibia medía un metro setenta centímetros. ¿En diez centímetros alguien se ahorca? Pero sigamos. En ese expediente hay varias declaraciones de distintos funcionarios del ejército, que en el mismo día dicen todos lo mismo y en pocas palabras, mostrando una eficiencia y una urgencia declarativa pocas veces vista en nuestro Estado.

Por ejemplo Alberto Sitkewich, soldado de segunda y médico, declara «que acudió de inmediato al Calabozo Nº3 donde constató la presencia de una persona de sexo femenino, mayor de edad, quien había sido removida de su posición original y puesta en posición decúbito dorsal (acostada de espalda)». Es decir que el cuerpo de Sabalsagaray había sido removido.

El médico-soldado no hace ningún tipo de aclaración, solo se limita a decir que «constató su fallecimiento, cuyas causas serán determinadas por el médico forense correspondiente».

Hay otro documento firmado, esta vez, por el teniente primero Juan P. Araújo, capitán de Servicio de Agrupamiento, quien reconoce que estuvo en el lugar de los hechos pero agrega un nuevo elemento, cuando sostiene que vio a Sabalsagaray «con un pañuelo atado al cuello y la otra parte del mismo al gancho que sostiene a la tarima en alto».

Araújo habla de un pañuelo que se rompió ­en dos partes-, a diferencia de Dalmao que dio a entender otra cosa cuando dijo que Sabalsagaray estaba «colgando de un pañuelo anudado al cuello y a un hierro saliente de la pared». Para Dalmao, el pañuelo nunca se rompió, para Araújo sí.

Según los documentos que poseemos, nadie repregunta sobre esto, como nadie repregunta sobre nada. La lectura del expediente deja la sensación de que a la muerta hay que sacársela de encima lo más rápidamente posible. Impunidad de la época que permitía cualquier cosa.

Estamos ante una crónica «dramáticamente burocrática» de cómo resolver el tema lo más rápidamente posible, sin necesidad de investigar para poder ocultar todo. Si esto ocurriera hoy ­¡que nunca ocurra!- el parlamento herviría indignado porque una mujer joven murió en una dependencia militar sin explicación alguna. Incluso si se aceptara la tesis, que como veremos más adelante es falsa, de que se suicidó alguien, hoy se estaría investigando por qué se la detuvo, por qué se le dejó el pañuelo ­hoy hasta a los borrachos se les saca el cinturón y los cordones del zapato antes de entrar a un calabozo­ y por qué estaba en un lugar que había un hierro clavado en la pared a un metro 80 centímetros del suelo.

 

Proclive a la vida

Hace pocos días culminó la «autopsia sicológica» de Sabalsagaray que realizaron tres peritos forenses del Instituto Técnico Forense (ITF), para determinar si Nibia era una persona «proclive al suicidio». Resultado que no se conoce.

La junta de tres sicólogos entrevistó a Stella Sabalsagaray (hermana de Nibia), a Antonia Yáñez (fue entrevistada dos veces) y a Francisco «Paco» Laurenzo (novio de Sabalsagaray al momento de su deceso), así como al actual intendente de Canelones, el doctor Marcos Carámbula.

El peritaje, que se realizó ante la solicitud de la fiscal Mirtha Guianze, luego de que el juez penal de 10º Turno, Rolando Vomero, pidiera el archivo de la causa, procura «determinar si el suicidio era una situación factible» para una joven que tuvo sólo «doce horas de detención», dijo el abogado querellante Juan Errandonea. Aún no se conoce cuál va a ser la actitud del juez.

El «caso Sabalsagaray» fue excluido de la Ley de Caducidad por el presidente Tabaré Vázquez, en virtud de que habría sido detenida por dos militares y dos civiles (estos últimos no son protegidos por la Ley de Impunidad).

Entre los indagados por la Justicia estuvieron el hoy general Miguel Dalmao, los capitanes Mario Cegnini, José Pedro Araújo, Antranig Ohannessian (recientemente detenido en Argentina por estar presuntamente en el asesinato de ciudadanos ítalo-uruguayos) y el médico Alberto Sitkewish.

En el año 2005, en instancias en que se abrió la causa, declararon en calidad de testigos el novio de Nidia Sabalsagaray, Francisco Laurenzo, y el actual Intendente del departamento de Canelones, Marcos Carámbula. Según el parte médico, elaborado en 1974 por el doctor José Mautone, la causa de la muerte de Nibia Sabalsagaray fue «ahorcamiento», aunque el médico forense escribe «ahorcadura». Sin embargo, el entonces estudiante de medicina Marcos Carámbula comprobó que la joven había muerto a causa de los golpes infligidos durante su cautiverio.

Los amigos, familiares y amigos de Nibia Sabalsagary coinciden en que esta joven profesora, militante de la UJC en el Sector
Universitario, no mostraba ningún perfil suicida.

Al contrario, era una persona alegre, apegada a lo mejor de la vida. Además, en ese momento no estaba en la clandestinidad aunque militaba contra la dictadura, como lo hacía la mayoría de los uruguayos que querían el retorno de la democracia, pero para el hoy general Dalmao era «una subversiva», antes de comprobar si lo era o no lo era. Nibia no portaba armas, no estaba escondida, la fueron a buscar donde residía. Pero se murió en una dependencia militar y nadie investigó nada. Sabalsagaray era comunista y estaba preparada para soportar los tormentos, pero también sabía que el suicidio como recurso de escape a una situación límite no era bien visto por su partido y su entorno más próximo.

Por características personales, por razones filosóficas y políticas, Nibia no era una suicida en potencia, más cuando en 1974 lo normal, dentro de la anormalidad de la dictadura, fue que mucha gente fuera detenida, torturada y después liberada. Eso ella lo sabía.

Alguien la mató; hay alguien que lo sabe.

* Las fotografías son de www.laondadigital.com

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