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Por qué la derecha debería dejar de afirmar falsamente que los nazis y fascistas eran socialistas

Los nazis odiaban el socialismo y los fascistas persiguieron, encarcelaron y torturaron a los comunistas. Entonces, ¿por qué las derechas argumentan que eran movimientos socialistas?

Adolf Hitler y Joseph Goebbels (derecha),  ministro de Información Pública y Propaganda. Foto cortesía de Colección NIOD, Amsterdam (Beeldbank WO2)
Adolf Hitler y Joseph Goebbels (derecha), ministro de Información Pública y Propaganda. Foto cortesía de Colección NIOD, Amsterdam (Beeldbank WO2)

Por Carlos Loría, redactor periodístico

“Nazi” es la abreviatura de “Nacionalsocialista” en alemán. Eso significa que Hitler y sus secuaces eran socialistas, ¿no es cierto? Entonces, si políticos globales, como el senador estadounidense Bernie Sanders, o el presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, son nazis, ¿es correcto?

Cualquier persona que haya pasado por Twitter o Facebook -o sea, casi cualquiera que lea este artículo- se habrá topado con, al menos, una argumentación que trata de convencernos de que el socialismo es lo mismo que el nazismo o el fascismo.

Los conservadores, derechistas y ultraderechistas que buscan escapar de las etiquetas de “fascista” y “nazi”, que les lanzaron los críticos de izquierda desde la década de 1960, han hecho una larguísima y (yo diría que) fructuosa campaña para darle vuelta a la situación. Libros como “Liberal Fascism” de Jonah Goldberg han señalado que muchos de los principales fascistas, como el dictador italiano Benito Mussolini, comenzaron como socialistas, al igual que muchos “progresistas” de principios del siglo XX abrazaron ideas eugenésicas que en última instancia se vincularon con el genocidio racista nazi.

En Estados Unidos, particularmente, estos discursos derechistas han calado profundamente: lograron no solo relacionar a Hillary Clinton y a Bernie Sanders con el postulado de que el comunismo es igual a fascismo, sino que además le sirvieron de plataforma a Donald Trump para que llegara a la presidencia.

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Solo hay un problema: este argumento es falso

Si bien el Tercer Reich de Adolf Hitler persiguió un nivel de intervención gubernamental en la economía que escandalizaría a libertarios como Javier Milei o Giorgia Meloni, su “socialismo” era, en la más complaciente de las narrativas, apenas algo anecdótico y meramente electorero.

De hecho, la mayoría de los partidarios del nazismo abrazaron al partido precisamente porque lo vieron como un enemigo y una alternativa a la izquierda política. Una mirada más cercana a la conexión entre el nazismo y el socialismo puede ayudarnos a comprender mejor ambas ideologías en sus contextos históricos y su importancia para la política contemporánea.

El régimen nazi tuvo poco o nada que ver con el verdadero socialismo, a pesar de que incluyó intencionalmente la palabra en su nombre, llamándose Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes, abreviado como Partido Nazi.

De hecho, los nazis ni siquiera inventaron el término “nacionalsocialismo”: antes estuvieron, por mencionar un par, el Partido Nacionalsocialista Checo, de tendencia izquierdista, como el movimiento nacionalsocialista austríaco, de tendencia derechista, quedando la evidencia histórica de que el concepto no está atado a ninguna posición en el espectro.

Algunos de los primeros líderes nazis, como Gregor y Otto Strasser, apelaron a los resentimientos de la clase trabajadora, con la esperanza de alejar a los trabajadores alemanes de su apego a los partidos socialistas y comunistas existentes.

En el libro llamado Los 25 Puntos, el programa de gobierno nazi, se hace un entrecruce entre la “esclavitud de los intereses” bancarios o la hegemonía de los grandes almacenes, con el antisemitismo, porque, obviamente, el objetivo eran los comerciantes judíos ante el entendido de los nazis de que estos eran una amenaza para la sociedad alemana.

En lugar de controlar los medios de producción o redistribuir la riqueza para construir una sociedad utópica, los nazis se concentraron en salvaguardar una jerarquía social y racial: los blancos alemanes, denominados arios, tenían un estatus superior resguardado por miembros de la Volksgemeinschaft (“comunidad racial”). Así las cosas, las personas que no eran considerados racialmente puros quedaban fuera de estos círculos.

Hitler también suprimió los sindicatos y se negó a entregar las casas de los príncipes alemanes al pueblo, porque sintió que esto acercaría al partido hacia el comunismo: le aterraba la idea de la redistribución de riquezas, algo muy de izquierda.

Además, electoralmente, los nazis se enfocaron en atraer votantes de todo el espectro, desencantados con la banca y la izquierda, pero nunca pensaron en el proletariado industrial de tradición marxista. Sus primeros éxitos electorales notables fueron en pequeños pueblos y áreas rurales protestantes en las actuales Turingia y Sajonia, entre votantes que desconfiaban de las ciudades cosmopolitas y seculares que asociaban tanto el “socialismo” como el “capitalismo” con judíos y extranjeros.

Fuera de Alemana, tampoco eran de izquierda

Aquellos movimientos que abrazaron las ideas nazis eran, por lo general, antiizquierdas. Por ejemplo, cuando las y los franceses establecieron el gobierno títere de Vichy en 1940, lo hicieron bajo el lema “Travail, famille, patrie” (Trabajo, patria familiar), felices de utilizar los recursos del Estado para apoyar su idea de auténticos franceses. ¿Te suena este último concepto como algo familiar? Eso es porque parte de los conceptos de que los arios eran superiores por ser genéticamente “puros”.

Los supremacistas franceses incluso criticaron al capitalismo por brindar beneficios a personas que no consideraban francesas.

Otro de los conceptos del comunismo y el socialismo puro y duro, que es la abolición de la propiedad privada, tampoco fue algo que estuvo en el ideario nazi o fascista: el Partido Nazi preservó este derecho, pero solamente para los arios (porque, claramente, los judíos fueron expropiados por su ascendencia genética).

Los socialistas, junto con otros activistas políticos de izquierda, se opusieron al régimen nazi y fueron perseguidos por este. Lo mismo pasó en Italia durante la era de Benito Mussolini: persiguió, encarceló, torturó y asesinó a los socialistas y comunistas

Qué ha concluido la academia

Los historiadores han rechazado regularmente las afirmaciones de que Hitler se adhirió a la ideología socialista. El historiador Richard Evans escribió sobre la incorporación de socialista en su nombre por parte de los nazis en 1920: “Sin embargo, a pesar del cambio de nombre, sería un error ver el nazismo como una forma o una consecuencia del socialismo… El nazismo estaba en algunos una contra-ideología extrema al socialismo”. O como lo expresó simplemente el historiador y experto en Hitler Ian Kershaw: “Hitler nunca fue socialista”.

 

El socialismo, para los partidarios del nazismo era más parecido a sustituir la idea de guerra de clases de Marx por una de razas, donde blancos debían ser la raza única y, las demás, exterminadas.

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