Los 77 años de la URSS

Foto: PXhere
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Ayer se cumplieron los 98 años de ese formidable upercut a la mandíbula de la historia que fue la creación de la URSS fundada el 30 de diciembre de 1922 mediante el Tratado de Creación signado por Rusia, Ucrania, Transcaucasia y Bielorusia, a los cuales se sumaron después Uzbekistán, Turkmenistán y Tayikistán, transformándose en realidad la utopía del genio de Lenin.

El primer Estado socialista del mundo transformó en pocas décadas a pauperizadas Naciones feudales, inmersas en la miseria política, económica y social en la segunda potencia mundial, la primera en la conquista del espacio y la gran triunfadora de la invencible maquinaria bélica del nazismo.

El experimento de “a cada cual de acuerdo a sus necesidades y de cada quién de acuerdo a sus capacidades” se derrumbó como un castillo de naipes, tras 77 años de avances sorprendentes, derrotado por no aplicar el apotegma de Federico Engels en su lúcido “Antiduring”: el socialismo es el ascenso del hombre del reino de la necesidad al reino de la libertad.

Los logros científicos, culturales, sociales y económicos de la impensable hazaña de la sociedad soviética, se vieron empañados por la dictadura de Stalin, héroe de Leningrado pero verdugo inmisericorde de todos los grandes líderes de la épica revolución de octubre.

No dejó a ninguno de ellos vivo. Así fueron fusilados Kamenev, Zinoviev, Bujarin y toda la plana mayor de los bolcheviques que se opusieron a su tiranía. Tampoco perdonó al preferido de Lenin, el triunfante creador del Ejército Rojo, León Trotsky, a quien asesinó en México infiltrando a un pérfido sicario.

Y con esas muertes también murió el futuro de una revolución que encarnaba el humanismo de la igualdad y fue triturada por alejarse de los principios socialistas.
Si observamos en qué despojo se convirtió hoy la Unión Soviética, desmembrada en 15 partes desiguales, donde una banda de corruptos, saqueó sus arcas sin pudor, trasladándolas a occidente en el mayor traspaso de riqueza desde la conquista española de América hasta nuestros días, solo podemos decir: ¡Que tragedia, qué tragedia humana!
Los únicos errores que se repiten son los que no se reconocen.

No olvidemos esta dura lección de la historia.

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