COVID-19 Y POLÍTICA

Trump insiste en que su respuesta a la pandemia fue excelente. Los expertos y los datos no concuerdan

El mandatario aceptó la nominación republicana tras tenderse una larga alfombra de auto elogios y un rosario de críticas a Joe Biden.

Foto: Flickr / The White House
Foto: Flickr / The White House

Cualquier que escuchara el discurso de Donald Trump de la Convención Nacional Republicana, que le dio la nominación para buscar la reelección, creería que el magnate neoyorquino devenido en presidente ha tomado medidas extraordinarias y despegadas del resto del mundo para frenar la pandemia del COVID-19.

Se jactó de que Estados Unidos estaba realizando «más pruebas que cualquier otro país», la aprobación de nuevos tratamientos, el «apoyo» a los estadounidenses afectados por la recesión económica y su trabajo para acelerar una vacuna.

«Para salvar tantas vidas como sea posible, nos estamos enfocando en la ciencia, los hechos y los datos», dijo Trump. «Estamos protegiendo de manera agresiva a las personas con mayor riesgo, especialmente a los ancianos, al tiempo que permitimos que los estadounidenses con menor riesgo regresen al trabajo y la escuela de manera segura».

También aprovechó para disparar casi 50 veces contra el candidato demócrata, Joe Biden, a quien califica de «comunista», «socialista» y «de extrema izquierda», retóricas que fueron precedidas y proseguidas por otros insultos de los demás oradores, entre los que destacó su esposa Melania Trump.

La comunidad científica estadounidense e internacional cuenta una historia muy distinta, una en la cual la principal potencia económica del mundo es el número con más contagios del mundo (6 millones de casos hasta el 28 de agosto), además de ostentar el infame primer puesto de países con más muertes (185.175).

Las escuelas que el mandatario presionó por abrir con laxos controles sanitarios están cerrando de nuevo en todo el país por rebrotes en secundarias y universidades, decenas de estados están en números rojos pues no logran encontrar un balance entre apertura económica y medidas sanitarias necesarias.

A medida que se acerca el otoño en el hemisferio norte, la educación en persona está de regreso en algunas partes de Europa, los fanáticos están regresando a los estadios de béisbol en Taiwán y Corea del Sur, y las reservas para cenar han aumentado a los niveles de años anteriores en Alemania, mientras que muchos estados de los EE.UU. están revertiendo sus reaperturas, ya de por sí limitadas, a medida que se propaga la enfermedad aún sin control.

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Empecinada negación

Trump ha tratado de negar hasta el hartazgo que los números de su manejo de la pandemia son paupérrimos, pero las cifras no acompañan su narrativa.

Trump y sus subordinados negaron recientemente la existencia de un resurgimiento en Covid-19, afirmando falsamente que el aumento de casos fue el resultado de más pruebas. Con cada día, semana y mes en que la administración Trump ha tratado de tejer una historia paralela a la real, también se ha resistido a ordenar acciones más rígidas para controlar la propagación, permitiendo que la epidemia se salga de control.

Es probable que cualquier pandemia en el futuro sea un desafío para Estados Unidos por varios aspectos, empezando por el tamaño de su territorio, la hiper fragmentación de su sistema federal y por la tradición sociopolítica que antepone a todo las libertades individuales.

Sin embargo, muchos otros países desarrollados con características similares lograron abordar la pandemia de formas más efectivas. Algunos sistemas de salud pública carecen notoriamente de financiación insuficiente en todo el mundo. Australia, Canadá y Alemania, entre otros, también tienen sistemas de gobierno federalistas, sociedades individualistas o ambos.

La diferencia que rezagó a Trump fue el abordaje negacionista de la ciencia que tiene, recomendando inclusive que la gente debería inyectarse blanqueador para curarse del COVID-19 ante la mirada atónita de sus asesores científicos.

También dijo -no pocas veces- que el coronavirus «desaparecería» como si fuera «un milagro». «Nos dimos cuenta de lo que significaba un virus respiratorio que se propaga efectivamente y para el que no tenemos vacuna ni antiviral», dijo al medio vox.com Amesh Adalja, investigador principal del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud. «Desde el principio, la minimización (de Trump) marcó un tono que resonó desde los niveles más altos del gobierno hasta lo que la persona promedio cree sobre el virus».

Las consecuencias

Estados Unidos, un país con terribles indicadores de acceso a la salud pública o privada, y con decenas de millones de ciudadanos sin seguro médico, no estaba preparado para una pandemia, y las acciones de Trump empeoraron todo. En 2014 el ébola había impactado en gigante norteamericano y el entonces presidente, Barack Obama, se había dado cuenta de que no estaban listos para enfrentar algo más grande.

La administración Obama respondió entonces creando la Dirección de Seguridad Sanitaria Global y Biodefensa del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, que estaba destinada a coordinar las muchas agencias, desde los CDC hasta el Departamento de Salud y Servicios Humanos y el Pentágono, involucradas en la respuesta multidireccional a una potencial pandemia.

Sin embargo, en 2018, cuando John Bolton agarró el puesto de asesor de seguridad nacional de Trump, decidió disolver el organismo y fue despidiendo uno a uno a los más grandes expertos que se había contratado años atrás. Meses antes de la pandemia también se eliminó una oficina encargada de detectar y rastrear brotes provenientes de Asia y otro programa llamado «Predict», que vigila patógenos emergentes en todo el mundo.

Bill Gates, que dedicó gran parte de su fortuna en Microsoft a luchar contra las enfermedades infecciosas, advirtió en 2017: «El impacto de una gran epidemia, como una epidemia de gripe, sería tremendo porque todas las cadenas de suministro se romperían. Habría mucho pánico. Muchos de nuestros sistemas estarían sobrecargados».

 

Mientras una segunda ola está en su pico máximo, Trump continúa enfocado en ganar su reelección en una contienda en la cual el candidato demócrata Joe Biden, lo aventaja en prácticamente todos los estados.

 

 

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