¡No, Rusia no votaría a Trump!

Foto: Wikimedia Commons
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«Trump es el candidato de Putin», afirman los demócratas Joe Biden y Bernie Sanders, mientras que Bloomberg tacha al presidente de Estados Unidos de «títere» del presidente ruso y se muestra convencido de que el Kremlin volverá a interferir en las elecciones del 3 de noviembre de 2020, igual que hizo, supuestamente, en 2016, a pesar de que Donald Trump es el presidente más antirruso de la reciente historia de Estados Unidos.

En el Rusiagate II , comentan algunos medios, el Kremlin podrá sacar kompromat, material suficientemente comprometedor, para provocar un escándalo y cambiar el rumbo de las elecciones, como si los perfiles de los propios Trump y Biden no fuesen ya suficientemente nefastos para ser derrotados: dos millonarios, blancos, machistas y septuagenarios cuyos años no les han aportado sabiduría alguna. Ahora el destino les ha asignado la tarea de gestionar el declive de un imperialismo tan agresivo como agotado.

¿Cómo se interfiere en unas elecciones?

Es como escupir hacia arriba afirmar como se afirma en Estados Unidos que Rusia, a la que no se considera más que una «potencia media», haya podido colocar a su hombre en la mismísima Casa Blanca. ¿Por qué no lo hizo cuando era la Unión Soviética y tenía mayores motivos? ¿por qué no usa Rusoa este poderío también en los países europeos, alterando así el equilibro mundial a su favor?

Aunque quisiera, Rusia carece de recursos y de las infraestructuras necesarias para dar un golpe de tal magnitud. Su embajada en Washington está asediada y fuertemente bajo el control y, a menos que se piense que millones de estadounidenses están hipnotizados por la RT y el Sputnik, esta idea es simplemente es una estupidez. Estados Unidos tiene una formidable superioridad tecnológica, informática, económica, financiera y militar sobre Rusia.

Los hechos, que no las hipótesis, muestran que los autores intelectuales de la alteración en la tendencia de votos, o incluso en los resultados de una votación popular en el país que se presenta como el «guardián de los valores democráticos», han sido sus propios mandatarios. Hay hechos que lo demuestran:

1- En 1980, el candidato republicano Ronald Reagan ansioso por hacerse con el sillón presidencial confabuló con un estado extranjero, Irán: le pidió que mantuviera en cautiverio 77 días más a los 52 funcionarios de la embajada de EEUU en Teherán -que ya llevaban 367 día encerrados-, hasta después de las elecciones presidenciales para así derrotar a un «incompetente» Jimmy Carter, a cambio de armas y dinero. Y así se hizo. El pacto entre el actor fundamentalista cristiano y la teocracia chiita fue determinante para instalar a los republicanos en la Casa Blanca: la película Argó silencia la traición del nuevo presidente a la «democracia» de EEUU, y encubre otro hecho ilegal: Reagan saltó la sanción impuesta por el Congreso, de no vender armas al régimen islámico, por la ocupación de la embajada.

2- En 2000, los republicanos falsearon el conteo de los votos en Florida para favorecer a Joe Bush, con 327 votos «por correo» de diferencia, perjudicando al controvertido demócrata Al Gore. De hecho, el equipo de Trump está preparando la votación por el correo, bajo el pretexto de impedir las aglomeraciones en los colegios electorales, y «¡proteger a los ciudadanos del Covid19!»

3- En 2016, los lobbies pro israelíes y porsaudíes participaron más que el pueblo estadounidense en elevar a un tal Trump a la residencia de EEUU: el magnate judío de casinos Sheldon Adelson, por ejemplo, le donó 25 millones de dólares con la condición de que se enfrentase a Irán, y si es con la bomba nuclear, mejor. ¿Por qué creen, si no, que la primera visita oficial de Trump fue a Arabia Saudí e Israel, rompiendo los tradicionales protocolos de EEUU? Este año, los mismos demócratas al proponer una candidata tan impresentable como Hilary Clinton, hicieron que un sector de su partido se negara a votarle por criminal de guerra, belicista y corrupta.

4-  De cara a las elecciones del 2020, DT pidió al presidente de Ucrania buscar los trapos sucios de JB, con promesa de un soborno de 400 millones de dólares en ayuda militar, y encima pagarlo de las arcas públicas. En estos comicios, puede mandar el cierre de los centros de votación en las áreas dominadas por afroamericanos, votantes de los demócratas, advierte Monika McDermott, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Fordham en Nueva York, e incluso eliminar «por error» a «los demócratas de las listas de votantes», subraya.

La intervención de Estados Unidos en las elecciones de otros

Estos señores estadounidenses queahoran agitan la bandera de la honestidad y los «valores» también intervinieron directamente en las elecciones de otras naciones, a menudo con golpes de estado, «revoluciones de colores», y bombardeos «en pro de la democracia»: Chile, Afganistán, Iraq….., ¡y también Rusia! En este país, Estados Unidos organizó en 1996 una sofisticada estructura para mantener en el poder a su hombre, el corrupto e ineficaz Boris Yeltsin, en perjuicio del candidato comunista Gennady Ziuganov. Para ello 1) financió a través de USAID, Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, la Unión Europea y patrocinadores particulares el Centro de Privatización de Rusia, dirigido por Anatoly Chubais, encargado de desmantelar las empresas estatales; 2) una vez que fortaleció la posición de los empresarios rusos (a los mismos que hoy llama despectivamente «la oligarquía») y del propio Chubais, canalizó fondos a la campaña electoral de Yeltsin y 3) convirtió a Chubais en el poderoso viceprimer ministro del reelegido presidente ruso, el mismo individuo que en octubre de 1993 bombardeó el Parlamento ruso y fusiló allí mismo a cerca de 200 militantes que resistían. Esta sería una de las injerencias más determinantes en la historia reciente del mundo.

Rusia: de aliada a hombre del saco

Si los señores Yeltsin y Gorbachov, después de traicionar a su nación, deseaban introducir a su país en el «club de los estados capitalistas» sólo tenían una vía: aceptar la tutela de EEUU. La arrogancia de la superpotencia, que le hace incapaz de entender la psicología de los antiguos imperios (Rusia, Irán, Turquía), suele volver contra ella: Humillándoles sólo consigues que se conviertan en tu peor enemigo.

Estados Unidos consideró insuficientes «las cesiones unilaterales» de Rusia, como la de aceptar la reunificación alemana, la invasión a Iraq en 1991, las sanciones criminales la nación iraquí durante 12 años, la agresión contra Afganistán en 2001, el bombardeo de la OTAN sobre Libia en 2011, o que la Federación Rusa cooperase con la Alianza e incluso formase el Consejo OTAN-Rusia (COR) con una organización militar que, ante la desaparición del Pacto de Varsovia, lo único que debería hacer era disolverse.

El fin de la «asociación» de Moscú con Washington y el inicio de la demonización del nuevo presidente ruso, Vladimir Putin suceden cuando él propone otra alternativa: ser un país de economía capitalista, pero independiente de EEUU y recuperar el estatus de la gran potencia mundial, al tiempo que en la aplicación de la «Doctrina Putin» se niega a imponer las políticas neoliberales y evita por todos los medios que Ucrania, la profundidad estratégica de Rusia, cayera en manos de una OTAN cuya estrategia es desmantelar la Federación Rusa. La expansión de esta alianza militar por Europa ha sido la principal herramienta de EEUU para el control del continente. Al final, la membresía de Ucrania en la OTAN tendrá que esperar. Los rusos tienen derecho a preocuparse por su seguridad, violada constantemente desde Occidente: allí siguen las huellas de la invasión de Napoleón en 1812, y del fascismo hitleriano que arrebató la vida de 25 millones de soviéticos.

Por qué Putin no votaría a Trump

A pesar de los sentimientos positivos de Trump hacia su homólogo ruso, el presidente de EEUU tiene razón cuando afirma que «nadie ha sido más duro con Rusia» que él. Impedir que Rusia recuperase su estatus de superpotencia es el principal objetivo de Washington. Que Moscú haya creado una asociación estratégica con China, y algo aun «más grave», la nostalgia que mostraron el 66% de las personas encuestados en 2018 por la Unión Soviética, ponen nervioso a ambos partidos en EEUU. Las siguientes medidas del gobierno de Trump van en esta dirección:

– Cercar a Rusia por todos los costados, extralimitando la estructura de seguridad euroatlántica y además, violar el espacio euroasiático, con miles de soldados.

– Suspender desde la Casa Blanca (que no el Congreso) el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) en febrero de 2019.

– Retirarse del Tratado multilateral de Cielos Abiertos, en mayo de 2020.

–  Promulgar las sanciones contra Rusia, en 2017, recurriendo a la ley estadounidense para contrarrestar a adversarios a través de sanciones (CAATSA), y en 2018 las extendir bajo el pretexto de «ataques cibernéticos y la interferencia electoral».

– Forzar a Alemania a suspender el proyecto del gasoducto Nord Stream 2, por participación rusa, cuando faltan por construir sólo 160 kilómetros de los 1.230 kilómetros de la tubería.

– Retirarse del acuerdo nuclear de Irán, como otro golpe a la multilateralidad, y exigir a Teherán a firmar un acuerdo solo con Washington, menospreciando a otras potencias e imponer sanciones draconianas a Irán, expulsando a las empresas rusas como Rosneft de este país.

–  Renovar la asistencia militar de 250 millones de dólares para Ucrania.

– Expulsar a los diplomáticos rusos a raíz del envenenamiento de un exespía ruso en el Reino Unido

– Matar a una veintena de contratistas rusos en sus bombardeos sobre Siria, y neutralizar los esfuerzos de la Iniciativa Astane en poner fin a la guerra.

– Imponer una mayor presión sobre Venezuela, Irán, Siria o Cuba por su relación con Rusia.

–  Debilitar organismos internacionales como la ONU, UNESCO, la OMS, etc., que atenían, de algún modo, el ejercicio del poder violento de EEUU en el mundo.

– Difundir la (falsa) notica de que GRU (creado en 1918), el servicio de inteligencia militar de la Federación Rusa, «pagaba a los talibanes por matar a los soldados de EEUU», cita The New York Times de «una fuente en la Casa Blanca».  Además, el plan de DT de retirar parte de las tropas de EEUU de Afganistán o de Siria no beneficia a los rusos, como afirman los adversarios de DT. El Pentágono, simplemente, pretende sustituirlas por armas avanzadas, para obtener una mayor rentabilidad en este negocio de arma. Por otro lado, el «vacío» que deje EEUU, se llenará de fuerzas hostiles del país eslavo.

Por último, el unilateralismo, el neo-aislacionimo de DT, su débil personalidad y su fragilidad política, no le convierten en un buen candidato para Kremlin, consciente de que un nuevo mandato de Trump no mejoraría las relaciones, hoy en el punto muerto.

¿Qué tal Joe Biden?

«Los rusos no quieren que yo sea el nominado», también afirma el candidato demócrata. «Les gusta Bernie [Sanders]», añade aun reconociendo que sus afirmaciones no se basan en ninguna prueba. Es cierto que Sanders no ve a los rusos como monstruos, pero también apoyó las sanciones contra este país y se dejó manipular por los medios: justo un día antes de las asambleas del partido demócrata en Nevada el 22 de febrero del 2020, The Washington Post publicó que Rusia intervendría en favor de Sanders en las elecciones. Eso no sólo le desacreditaba como «agente» de Moscú, sino que también le obligaba, en estos mítines, a atacar a Rusia para demostrar su independencia: «Hola, señor Putin -dijo Sanders en una entrevista-, si soy presidente de los Estados Unidos, créame, no interferirá en más elecciones estadounidenses». El verdadero pecado de Sanders era oponerse al militarismo de Estados Unidos y poner el énfasis de sus campañas en las medidas sociales para decenas de millones de gente empobrecida del país. Al final tuvo que renunciar en favor de Biden.

Biden, que apoyó la integración de Rusia en la Organización Mundial del Comercio, el Consejo de Europa y el Fondo Monetario Internacional desde un internacionalismo liberal que busca cooperación entre los Estados basada en el derecho internacional, no renuncia a la guerra: respaldó el bombardeo de Serbia y Montenegro, la agresión contra Iraq en 2003 (aunque luego se arrepintió) y contra Siria, Yemen y Libia, sin arrepentirse.

Joe Biden aboga por:

– La cooperación con Rusia en el control de armas, incluidas las nucleares.

-Aliviar la presión sobre Irán, liberar su gran mercado, y evitando que se acerque aún más a China y Rusia.

– Reanudar las relaciones diplomáticas con Moscú: «si Washington en el apogeo de la Guerra Fría seguía hablando con Moscú, porque no podían permitirse un error de cálculo que pudiera conducir a la guerra», recuerda JB.

-Renovar los pactos de control de armas con Rusia: «Los soviéticos querían un acuerdo con Estados Unidos porque no confiaban; por la misma razón Estados Unidos debe firmar acuerdos con sus adversarios, indispensables para la seguridad de Estados Unidos», ha dicho Biden.

-Poner fin a la guerra liderada por Arabia Saudita en Yemen.

Aunque, dentro de la tradición rusófoba de Estados Unidos, Biden llamó al presidente Putin «un matón autócrata» y ha prometido que una vez que ocupe la Casa Blanca:

-Mantendrá las sanciones a Rusia.

-Aumentará el apoyo de Estados Unidos a Ucrania

-Fortalecerá la OTAN para contrarrestar la agresión rusa, puesto que el objetivo final de Putin, afirma, no es restaurar la URSS sino disolver la Unión Europea.

– Continuará con la militarización del Este, debido a la agresión de Rusia en Georgia y Ucrania.

-Apoyará a la sociedad civil rusa en su enfrentamiento al «sistema autoritario cleptocrático del presidente Putin».

-Designará a una mujer como vicepresidenta. Posiblemente será negra, sacando los colores a los mandatarios orgullosos de ser machistas.

Existe la posibilidad de que Trump se convierta en otro de los presidentes de Estados Unidos de un solo mandato como Gerald Ford, Jimmy Carter y George HW Bush. Sin embargo, aunque la ventaja de Biden sobre Trump es ser un político previsible, gobernar a una sociedad fragmentada y en crisis no será fácil para él.

Rusia, al igual que el resto de las naciones del mundo, debe meditar cuál de los candidatos es un mal menor para la paz mundial.

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