GUERRA EN CASA

Trump amenaza con lanzar los militares a la calle y reprimir a los manifestantes

Varias ciudades de Estados Unidos son hoy auténticos escenarios de guerra en potencia después de que Trump enviara a los militares para reprimir las protestas por la muerte de George Floyd si lo cree necesario.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se resiste a escuchar a los manifestantes que exigen justicia por el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de cuatro policías en Mineápolis la semana pasada. En mandatario ha desplegado los militares y no en Agfanistán, en Irak o en Siria: salieron a las calles de sus propias ciudades para reprimir a sus propios ciudadanos que, enojados, marchan contra el racismo.

Después de advertir el fin de semana que enviaría a sus «perros viciosos» para reprimir a los «matones» y «agitadores» que estaban en las calles que rodeaban la Casa Blanca y de haber pasado la noche del 31 de mayo en el bunker de la Casa Blanca, que se quedó a oscuras por la seguridad del mandatario, se ha instalado un ambiente de campo de batalla en espera.

El mandatario trató de inventarse un enemigo ante la inexistencia de organizaciones reales que promuevan las marchas autoconvocadas: declaró que la opaca y escurridiza organización Antifa es un grupo terrorista y aseguró que son ellos los gestores de todo el desorden. Los de Antifa no tienen sedes, constitución, líderes o caras visibles, reuniones regulares ni webs.

Lanzar a los militares para reprimir a manifestantes de mayoría afroamericana es la culminación de tres años de Trump elogiando a sus militantes supremacistas blancos, de extrema derecha, que lucen sus rifles semiautomáticos AR-15 desde Charlottesville hasta Lansing, mientras amplifica las teorías de conspiración sobre sus enemigos.

Todos son el enemigo

Al mismo tiempo, el magnate neoyorquino devenido en presidente ha arremetido contra la prensa y las redes sociales, y los ha echado en la misma bolsa con los demócratas, los extremistas de izquierda, y prácticamente cualquiera sin una gorra de «make America great again».

Las declaraciones de Trump de este lunes, desde el jardín de rosas de la Casa Blanca, estuvieron precedidas de ráfagas de balas de goma y toneladas de bombas de gases lacrimógenos y aturidoras en muchas ciudades y no perdió oportunidad para capitalizar para su campaña política. Se autoproclamó como el presidente «de la ley y el orden» y prometió «acabar con el caos y con la anarquía» mientras, alrededor del edificio, miles de manifestantes eran barridos con cientos de policías para que el presidente se luciera después frente a la iglesia episcopal de Washington DC con una biblia para decir que lo que estaban haciendo los manifestantes es «pecado».

La Guardia Nacional patrulla el país

Está empecinado en movilizar todos los recursos disponibles, civiles y militares, del Estado federal «para detener el saqueo y las revueltas» y envió «miles y miles de soldados fuertemente armados» de la Guardia Nacional, pero por ley solamente puede hacerlo libremente en el DC: para el resto de los 50 estados las fuerzas armadas no pueden ser desplegadas tan deliberadamente para hacer cumplir la ley «a menos que se esté viviendo un estado de insurrección, una secesión (EE.UU. no reconoce el derecho de autodeterminación de sus territorios), una asamblea, obstrucción o combinación contra la autoridad de Estados Unidos», como se lee en la Constitución. Esa función debe ser desempeñada por las Guardias Nacionales de cada estado. Y, hasta la fecha, 21 estados han movilizado a sus Guardias Nacionales para hacer frente a los disturbios y saqueos, en los que han muerto seis personas.

Ante la legislación vigente, los manifestantes y los saqueos no se configuran como una «amenaza concreta» al país pero, invocando una ley de 1807 y otra de 1878, el mandatario se abre él mismo las puertas para patrullar las calles: hace 27 años, en unas protestas raciales en Los Ángeles el entonces presidente George Bush envió al Ejército de Tierra y a la Marina para frenar una oleada de manifestaciones descontroladas y se llegaron a contabilizar 63 muertos, mayormente afroamericanos, latinos y asiáticos. Esa vez el enojo lo había desatado la muerte de Rodney King, un afroamericano que fue apaleado hasta la muerte por policías.

«Si las ciudades y los estados rehúsan tomar las acciones necesarias para defender la vida y la propiedad de sus residentes, yo desplegaré las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos y les resolveré rápidamente el problema«, fue la amenaza que culminó su discurso desde el rosedal.

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