La farsa de «Paz» en Libia y la «Patria Azul» de Turquía

Bandera de Libia. Foto: needpix.com
Bandera de Libia. Foto: needpix.com

Uno de los principales objetivos de la «Conferencia de Paz en Libia», celebrada en Berlín el 19 de enero y organizada por EEUU, Francia, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Italia, Rusia, Egipto y Reino Unido buscaba formar un frente unido contra las ambiciones imperialistas de Turquía. La guerra mundial a pequeña escala que se libra en la Libia balcanizada (al igual que en otros lugares estratégicos como IraqSiria, o  Yemen, donde decenas de países luchan entre sí con ejércitos propios y privados) alcanzó una nueva fase con la firma del memorando de entendimiento del 27 de noviembre del 2019 entre el Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) libio de Fayez al-Sarraj, instalado en Trípoli, y el presidente de Turquía Tayyeb Erdogan, con el objetivo de agrupar en un mismo bloque a países de perfiles tan dispares.

El pacto de la discordia amplía el dominio de Turquía en el Mediterráneo Oriental, uniendo el suroeste del país otomano con el noreste de Libia. A cambio, Ankara le proporcionará una mayor ayuda militar al GAN para defenderse de la ofensiva del Ejército Nacional de Libia (ENL), liderado por el ex general Khalifa Haftar. El ENL es una amalgama de grupos armados a los que les une su aversión contra los Hermanos Musulmanes (una organización sunnita global patrocinada por Qatar y Turquía). Gracias a las contribuciones militares de los enemigos de Turquía -sobre todo de los dos príncipes de las tinieblas de Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, además de Jordania, y Francia-, este grupo ha conquistado gran parte del este y el sur del país. Los países de la OTAN y sus socios, que desmantelaron todos los vestigios del  «socialismo árabe-islámico» de Gadafi, han dado muestras de impaciencia para recibir su parte del botín de la guerra.

Maritimizar Turquía

Los chovinistas nostálgicos turcos creen que la desintegración del imperio Otomano se debió a su falta de ambición para hacerse con el control sobre el Mediterráneo Oriental, el Mar Egeo, el Mar Rojo, el Mar Caspio y el Mar Negro. Hoy apuestan por la construcción de la soñada «Patria Azul», estableciendo un nuevo orden regional y mundial desde Ankara. En junio del 2019, el gobierno de Erdogan bautizó así a la maniobra naval más grande de la historia del país, en la que participación de 103 buques de guerra, ocupando unos 462,000 metros cuadrados del Mar Negro, el Mar Egeo y el Mediterráneo oriental.

El imperialismo turco, al que le sobra militarismo y le falta el Oro Negro, lanzó su proyecto expansionista aprovechando la desaparición de rivales como Iraq, Siria, Libia y la debilidad de Irán -sometido a duras sanciones económicas de EEUU-, así como la paralización relativa de la ofensiva militar del gobierno de Trump en la región.

La importancia del Memorándum

  1. Permite a Turquía reclamar su derecho a participar en el Foro de Gas del Mediterráneo Oriental, compuesto por Grecia, Chipre, Italia, Egipto, Israel, Jordania y Palestina, cuyo objetivo es construir el gasoducto EastMed para extraer este gas y exportarlo a los mercados europeos a través de una tubería submarina. Si no lo consigue, la intención de Erdogan es la de convocar un foro alternativo con otras naciones excluidas como Siria, Libia y el Líbano, invitando además a China y Rusia para darle un carácter internacional.
  2. Establece una amplia «Zona de exclusión económica» entre ambos países en el Mediterráneo, dejando en entredicho la soberanía de Grecia sobre parte del mar.
  3. La permite hacerse con el control de la Libia occidental y sus pozos de petróleo, ahora que EEUU le ha impedido acceder al gas y petróleo sirio, concentrados en su región kurda.

Sin embargo, el dichoso gaseoducto se enfrenta a varios desafíos:

. Existen dudas acerca de la posibilidad técnica de extraer gas del fondo de este mar.

. Los enormes costos económicos de su producción y transporte.

. La ausencia de un acuerdo entre los estados del Foro que delimite la zona de cada uno.

. El apoyo de Rusia a Turquía, ya que este proyecto perjudicaría los intereses rusos.

  1. Prepara el terreno para que Turquía instale una base militar en Trípoli (y posiblemente en Túnez). Los turcos ya cuentan con instalaciones militares en Azerbaiyán, Qatar, Iraq, Chipre, Sudan y Somalia.
  2. Otorga un papel más importante a la República Turca del Norte de Chipre, impidiendo que la UE y EEUU la desmantelen para unificar Chipre.
  3. Fuerza a Haftar a negociar, dado que el exgeneral es consciente de que Trípoli no podrá ganar la guerra. Turquía, a quien no le resulta demasiado fácil lanzar operaciones militares en un país tan lejano como Libia (al contrario de Siria cuyos tanques sólo tenían que cruzar la frontera), está enviando «yihadistas», armas y equipamientos a Trípoli, no para conquistar el país, sino para que las pequeñas derrotas de Haftar – un peligroso caudillo que juega a suma cero, enfrentado a las tribus y a las diferentes regiones del país-, obliguen a sus patrocinadores a negociar.

Este esfuerzo turco es un paso más hacia la constitución de un orden asiático, liderado por China y Rusia, anunciando el lento fin del orden unipolar de los países del Atlántico. 

La reacción de los contrarios

Egipto, rival regional de Turquía, podrá enviar tropas a Libia con el fin de impedir un gobierno hostil. Y no es la primera vez que lo hace. En 1977, cuando Gadafi se opuso a las negociaciones de paz entre Anwar Al-Sadat (asesinado por un ultra islamista) y Issac Rabin (asesinado por un ultra sionista), El Cairo invadió Libia ocupando el este del país y amenazó con derrocar al propio Gadafi. Hoy, Abdel Fattah al-Sisi, que odia a Tayyeb Erdogan y que ha declarado a la Hermandad Musulmana (a la que pertenece el sultán turco) como organización terrorista, teme una creciente inseguridad en su extensa frontera con Libia, que ya alberga en sus desiertos a varios grupos islamistas.

Grecia ha expulsado al embajador de Trípoli. El pacto puede provocar inseguridad en las laboras de ExxonMobil y Total. Ambas cuentan con licencia griega para explorar y explotar los yacimientos marítimos de gas y petróleo en las cercanías de la isla de Creta. No hay que descartar una ayuda militar griega a Haftar a cambio de que renuncie a los derechos de su país en el Mediterráneo Oriental.

* Chipre, que firmó un acuerdo el 2 de enero con Israel, teme que Turquía invada su isla o bloquee los trabajos de las compañías petroleras en sus aguas.* Los países de la Unión Europa buscan evitar de manera decidida la entrada turca al gas de la región, sin embargo el desacuerdo entre Francia e Italia impide que Bruselas adopte un enfoque común sobre este conflicto: Emanuel Macron, por ejemplo, fue el primer líder europeo en invitar al general Haftar a una capital occidental, confinado en que su mano de hierro devolvería la estabilidad a Libia (¡aunque fuese a costa de otro baño de sangre, no importa en absoluto!), empezando así a obtener recursos libios, pero Italia apuesta por el GAN de Trípoli: tiene muchos intereses petrolíferos en esta zona y prefiere mantener el control sobre la ruta migratoria de Libia. De hecho, Roma ha firmado un millonario acuerdo con Sarraj para que la guardia costera libia impida la salida de la gente desesperada que huye de la militarización de Africa, las guerras de rapiña y hambrunas.

EEUU ha aprobado una legislación que fortalece los acuerdos de energía y seguridad con los países del Mediterráneo Oriental, con el fin de sabotear el gasoducto ruso-turco de TurkStream, inaugurado hace unas semanas. Washington sigue ocupando Libia bajo el pretexto de «luchar contra el Estado Islámico» (aunque lo que pretende en realidad es instalar el cuartel general de AFRICOM en Libia) y en estos momentos también  necesita garantizar el suministro del petróleo desde el país africano antes de enfrentarse cara a cara con Irán en el Golfo Pérsico.

Los rivales de Turquía están preparando un buen pantano en Libia, peor quizás que el de Siria.

Si ustedes se preguntan «¿Qué papel jugarán los libios en esta guerra de intereses entre los foráneos en el suelo de su país?» La respuesta es «el de siempre  «poner los muertos«.

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*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista regular del diario digital  Público.es de Madrid.

 Fuente:  //www.nazanin.es/ – Público.es , 28 enero 2020

 

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