Ashura, la pasión de Hussein y el mito del «muerto viviente»

Husáyn ibn Ali ibn Abi Tálib, nieto de Mohammed
Husáyn ibn Ali ibn Abi Tálib, nieto de Muhammad

Hace una semana, cerca de millón y medio de personas (bueno, de hombres) se reunieron en la ciudad iraquí de Karbala para conmemorar el asesinato de Hussein (626- 680), el nieto de Mahoma, el shahid «mártir» más valorado de los chiíes. Ni el temor a un posible atentado de grupos yihadistas wahabíes que consideran a los chiíes «infieles» consiguió que este Ashura, – que significa “Décimo”, por suceder el 10 de Muharram, el primer mes del calendario árabe-, perdiera su fuerza, a pesar de que, en 2010, una bomba causó una veintena de muertos y un centenar de heridos.

El clima de tensión entre EEUU e Irán y también los últimos ataques militares ilegales e impunes de la aviación israelí a Irak contra las bases de ‘Hashid Shaabi’ (Movilización Popular, en árabe), una milicia chií vinculada con el gobierno y patrocinado por la República Islámica de Irán (RII)-, convertía la marcha de sus participantes en una exhibición de fuerza.
Hace 1333, Hussein en una batalla por el poder desafió al califa de los sunnitas Yazid (680-683), con una expedición de 72 personas, principalmente hombres no guerreros acompañados por sus esposas e hijos. Cayeron en la emboscada del poderoso ejército de Yazid que después de impedir su acceso al agua y alimentos durante diez días, les masacró. Hussein fue decapitado y su hermana Záynab capturada.

Pero, Yazid no consiguió acabar con su adversario ni asesinándole: nació el mito de Hussein y su martirio le colocó al que fue el tercer santo del chiismo por encima del primero, su padre Alí Ibn Talib.

Los devotos conmemoran este martirologio vestidos de negro y caminando descalzo mientras algunos se flagelan el torso desnudo con cadenas, emulando los sufrimientos de Hussein, y otros hacen representaciones dramáticas denominada Taziyé (“Duelo teatral”), recordando aquel campo de terror. Tampoco faltarán costumbres de tinte profano como el reparto de refrescos “benditos” hechos con semillas naturales y platos de comidas especiales llamados nazrí (“ofrenda”) de algún creyente que cumple una promesa o que quiere dar las gracias por haber sido realizado su deseo.

Aunque fue una batalla más entre los beduinos guerreros de aquellos territorios, el incidente de Karbala, con el paso del tiempo, se convirtió en el símbolo de la resistencia de millones de habitantes de los países ocupados por los árabes-musulmanes, en contra de los gobernantes tiranos y corruptos árabes, turcos, persas y otros, por la inmoralidad de una batalla desigual, tramposa, y sin piedad hacia los civiles.

La masacre de Karbala tuvo otras muchas consecuencias, y aquí tres como curiosidades: Dividió drásticamente al chiismo: un grupo será denominado “chiíes husseiníes”, por admirar la valentía de Hussein y la fidelidad hacia su pacto con Dios; se oponen a cualquier cuerdo y negociaciones con el enemigo, y abogan por luchar hasta el final por el chiismo. El otro, los “chiíes ahassaniés” partidario de su hermano mayor, Hassan, quien pactó con los omeyas y renunció al poder, es el símbolo de la sabiduría y una acertada diplomacia.
¿Realmente Hussein pensaba que su pequeña y mal armada expedición podría ganar al ejército de Yazid? Aun siendo opositor ¿Debería haberse enfrentado a él de forma militar? Y una vez en el camino ¿Tenía que haberse rendido en Karbala? ¿Qué se consigue luchando hasta el exterminio de todos los que resisten, a parte del “Cielo”? ¿Hasta qué punto un líder religioso, que tiene “fe” y cree en “milagros” tiene capacidad de corregir sus errores y trazar estrategias apropiadas en medio de una batalla mortal?

En la RII, el triunfo de una de estas líneas sobre la otra determinará el destino del actual conflicto de Irán con EEUU-Israel

1. Un error fonético ha sido uno de los responsables de la persecución religiosa de la comunidad kurda Izadí llamándole “Yazidí”, y así relacionarla con Yazid, el asesino del nieto del profeta. Los Izadían o Yazdanían eran fieles del mazdeísmo, una religión iraní del segundo milenio a.C., reformada siglos después por el zoroastrismo desde su “Vaticano” situado en Yazd («La urbe Divina», en persa), una de las rutas de la seda y centro de la tecnología milenaria, patrimonio de la humanidad y la Ciudad de las Bicicletas, debido a contar con mayor cantidad de este vehículo per cápita del país.

2. En los últimos años, ha habido varios Hussein destacados, aunque por razones que desconozco, en castellano se escribe de distintas formas: el presidente de Irak Sadam Huseín, que fue torturado por las tropas ocupantes de EEUU y por los títeres impuestos por Bush en Bagdad, y pasó de ser de verdugo a héroe y luego a mártir; el presidente Obama cuyos asesores evitaban que apareciera su nombre completo de Barak Hussein, y Huséin, el rey de Jordania, cuya hija Haya ha huido del palacio-jaula del caudillo de Dubái.

Ashura, como un acto de luto, empezó a celebrarse en Irán durante la dinastía de Safavidas en el siglo XVI, quien por decreto declaró el chiismo la religión oficial del país con el objetivo de trazar una frontera y una distisnción virtual entre los iraníes y los turcos otomanos sunnitas. En el siglo XIX, a causa de la infleuncia de las sectas cristianas como “los flagelantes”, se introdujo en esta ceremonia la autoflegean con cadenas y hacerse cortes en la cabeza con cuchillos y espadas, para sentir el sufrimiento de aquel mártir. En 2008, esta práctica fue prohibida por la RII.

¿Es posible morir, pero no estar muerto?

“Y no digáis de quienes son muertos por la Causa de Alá, ‘están muertos’; por el contrario, están vivos, pero vosotros no lo percibís” (Corán 2:154).

Hace mucho que la guerra ha dejado de ser una confrontación entre los militares para presentarse por las élites como una batalla entre naciones, dando la posibilidad a la muerte de los “no profesionales” en una “masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran”, como dijo Paul Valéry. No todos los “Shahid” de Oriente Próximo son religiosos y se inmolan para convertirse en inmortales. Muchos lo hacen como la culminación de una larga y dura labor de construcción de una vida mejor para los demás, como los partisanos de los grupos palestinos de izquierda, el Frente Democrático y el Frente Popular, o los pishmargas del PKK, que se quemaban a lo bonzo, en protesta por la detención de su líder Abdulá Ojalan en 1998 por el Mossad en y entregarle a la dictadura turca.
Que hoy haya tantos “suicidas”, a pesar del supremo valor de la vida y el instinto básico de supervivencia, se debe principalmente a una escandalosa pobreza y no tener nada que perder sino ganar un cielo de bienestar eterno que ganar.

“Darse la vida por otros” tiene raíces milenarias: una de ellas es la leyenda sumeria que narra la apasionada historia entre la diosa del amor y de la fertilidad Inanna y su amado Dumuzi, la divinidad de la vegetación, como un intento de explicar el ciclo de las estaciones. Innana, inmisericorde y ambiciosa, intenta hacerse con el control del reino de los muertos de su hermana Ereshkigal. Pero, ésta la captura y encierra, provocando una catástrofe natural: el mundo de los vivos se paraliza, pues nadie se enamora de nadie, nadie se empareja y nadie puede procrear. “El efecto mariposa” de esta tragedia alcanza al reino de los dioses cuando las ofrendas desaparecen y los templos se vacían. De modo que deciden intervenir. Pero, su intento de interceder para librar a la prisionera no da resultado porque el inframundo (el universo de los muertos) tiene sus propias normas: nadie sale de allí al menos que ponga a alguien en su lugar ( y eso, a pesar de que no hay constancia de sacrificios humanos en Sumeria). Es entonces cuando Ereshkigal hace una contraoferta: Innana volverá a la vida, a cambio, la de su marido Dumuzi será arrancada. La diosa enamorada de su marido no parará de llorar y sus súbditos le acompañarán en el duelo. Pero, Ereshkigal se apiada de su hermana y libera al consorte desafortunado. El luto por la muerte de Dumuzi y la alegría por su regreso marcan la “resurrección” del mundo: es la victoria de la felicidad y la justicia sobre El Mal.

Esta misma leyenda recorrerá Egipto, esta vez tomando como protagonistas a Osis y Osiris, en India Ramayana y Sita y en Irán Siyavash y Sudabé. Esta última cuenta que Sudabé, la madrastra manipuladora de Siyavash (hijo de Kei Kavus, rey de Irán) se enamora perdidamente de él. Pero, la honestidad del joven le obliga al heredero de la corona a abandonar el palacio y exiliarse a Turan, el actual Turkmenistán, donde es asesinado por su monarca Afrasiab. Es el fin de una vida llena de sufrimientos y de dignidad, la de una entrañable víctima. De su tumba rebosará sangre y de su sangre brotará una planta medicinal, bautizada con su nombre: Pare Siyvash que non es otra que Culantrillo de pozo.

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