Filmó "Las caras de la luna", bajo la dirección de Guita Schyfter

Geraldine Chaplin: "Peleo por la justicia, pero creo que es una lucha perdida"

por Columba Vértiz  

Con «Las caras de la luna» –película que filmó Guita Schyfter en México–, Geraldine Chaplin se transformó en«una gringa pesada con una vanidad enorme, es historiadora del cine y se define como una lesbiana sexual».

Un día antes de regresar a España, la hija del cómico Charles Chaplin contó que durante cuatro semanas Schyfter la llevó de la mano «a un microcosmos, como son siempre los festivales de cine, con una energía bestial y brutal; todo lo que ocurre ahí son problemas mínimos ante lo que pasa en el mundo, pero en la cinta se vuelven los más importantes».

«Las caras de la luna» fue escrita por el narrador, dramaturgo y director de teatro Hugo Hiriart. La historia se desarrolla en México, en el marco del III Festival Latinoamericano de Cine para Mujeres. Ahí se habla de la vida de varias chicas de distintos países, que son jurado.

Chaplin protagoniza a Joan Turner. Sonriente explicó por qué participa en la cinta:

«Cuando leí por primera vez el guión me causó mucha risa. Me parece un relato inteligente, fino y gracioso. Entonces pensé que si la película es tan buena como el guión, la gente la va a pasar muy bien. Además, me llamó la atención la visión de la directora y de Hiriart sobre ese festival de cine, sus directores, sus películas, y todo ese mundo infernal de las mujeres. Hay de todo: una argentina, una uruguaya, una española, en fin. He pasado momentos gratos».

Aunque está atenta a su llamado para realizar una escena en la alberca de un hotel, continuó con la charla:

«Las relaciones entre las mujeres y la risa, no en plan cómico sino burlesco, es lo fuerte del largometraje. Ante tantas películas que hay sobre mujeres, en este caso lo novedoso es poder reírse de situaciones serias, sin aplastar cruelmente al personaje».

En tanto Schyfter caminaba de un lado a otro preparando el escenario, la actriz se refiere a la también realizadora de «Novia que te vea» y «Sucesos distantes».

«Las caras de la luna» es excelente. Para un actor es grato que el responsable de la película conozca exactamente cómo es el personaje. Cuando nos escapamos de nuestro papel, ella nos vuelve al camino, te ayuda, se le ocurren detalles muy graciosos. No cabe duda que disfruta de su trabajo. Ella me habló por teléfono para participar en su cinta, me mandó el guión y ya».

Chaplin se fue «feliz, pero preocupada porque me quedo sin trabajo, perdí un papel en un largometraje francés, se lo dieron a otra persona. Era una primera cinta, muy divertida».

El primer largometraje en el que intervino fue «Par un beau matin d’eté», de Jacques Deray. Después participó en «Doctor Zhivago», de David Lean y Omar Shariff. Estuvo en varias cintas de Carlos Saura: «La madriguera», «El jardín de las delicias», «Ana y los lobos», «Cría cuervos», entre otras. También ha trabajado con Alan Rudolph y Robert Altman.

Sus ojos azules y expresivos la hacen parecerse al protagonista de «Charlot». Se le pregunta si le llueven los proyectos cinematográficos. Y contesta:

«Cuando tenía 40 años de edad todavía tenía mucho trabajo. Ahora tengo 55 años y escasea mucho. Y eso que hago lo que sea. Ahora mismo no hay nada. Mi ambición no es enorme: es seguir en el cine por el resto de mi vida. Detesto la idea de envejecer, tengo dificultad en aceptar esa etapa, me da miedo el quirófano. Lo que no me gusta es que no funciona el cuerpo como uno quiere, no se puede saltar. No es que me vea mal o bien, es que el cuerpo no responde, la memoria se va».

LA REBELDIA  

Nació el 31 de julio de 1944 en Santa Mónica, Estados Unidos. De joven fue bailarina profesional y luego entrenadora de elefantes.

«En París trabajé en una compañía de ballet, pero quebró. Había participado en una gala caritativa que se hacía una vez al año en Francia; eran números de circo en los que intervenían bailarines y actores. A mí me tocaron los elefantes, ensayé cuatro meses con estos animales, me conocían. Entonces, como no tenía trabajo, no sabía hacer nada, ni escribir a máquina, me fui al circo y me dieron empleo con los elefantes, no salía a la pista, los limpiaba, dormía con ellos y los entrenaba».

–¿Cómo fueron esos años?

–Horribles, no me gustaron nada, parece muy romántica la idea del circo, pero es una vida muy dura. Me gustó mucho ser bailarina, hubiera seguido, pero mi cuerpo no era adecuado para el ballet. Sabía que no iba a llegar más allá.

Un día decidió ser actriz:

«Fue muy fácil, por mi papá. Elegí el camino menos complicado. Así como una niña frívola, me dediqué al cine, era un capricho, nunca pensé si era difícil o que lo iba a amar tanto».

–¿Charles Chaplin estuvo de acuerdo?

–En esa época ni me hablaba, estábamos muy enemistados por mi edad, por la rebelión adolescente. Luego hicimos las paces y después nos quisimos mucho, pero en esa época iba sola por la vida.

Su voz suave se perdía entre los gritos de todo el equipo de filmación que acomoda las cámaras y las luces. No obstante, prosigue:

«En aquel tiempo la rebeldía llegaba a los 14 años de edad, ahora empieza como a los 11. No soportas a los papás, piensas que no saben nada y que todo lo que dicen es tonto, que no están al día. Entonces, cuando tenía 17 años me echó mi papá, no soportaron más. Me dijo: ‘Te vas de aquí’. Me fui a Londres y luego trabajé de bailarina en París, ahí fue lo de los elefantes, después fui modelo, hice un par de programas de televisión como bailarina. Sobrevivía.

Después de que me decidí por el cine y cuando me calmé un poco de esta locura juvenil, a mis 21 años, volví a casa con más seguridad y comprensión, y nos entendimos de maravilla».

Le fascina el cine, «tanto que no me importa que el producto final salga o no o que sea o no un éxito, una vez terminada la película ni siquiera la quiero ver, lo que me gusta es el trabajo de filmación. Cualquier papel me da igual, si es el papel de una planta lo hago».

–Entonces, ¿usted no selecciona sus proyectos?

–Sí, hay historias que te gustan más. Pero no me preocupa tanto eso.

EL PADRE  

Por unos instantes observó si Schyfter la llamaba. Después habló de lo que ha sido llevar el apellido Chaplin.

«La imagen y el nombre de mi padre no me perjudicaron, aunque contra eso nunca me rebelé, siempre lo aproveché al máximo. Mi enojo fue con la persona, no con el nombre; como siempre ha sido tan querido, vaya donde vaya hay amor. En mi trabajo la gente quería que fuera buena, no había preferencia por ser hija del famoso cómico; era mi padre pero nadie me lo echaba en cara».

La admiración por Charles Chaplin resalta. Recuerda su enorme disciplina y la lealtad a sus ideales. «Fue un hombre que nunca cambió de chaqueta cuando todo mundo lo hizo siempre fue fiel a sus principios cuando nadie lo ha sido. No sé si haya tenido la razón, pero era fiel a sus ideas; de no haber sido así tal vez le hubiera ido mejor, no lo hubieran echado de Estados Unidos. Era generoso y exigente, mas no dogmático».

Se refiere a que fue víctima del macartismo. Expresa que se parece a él. Le preocupa la injusticia que existe en el mundo. Ella tenía un camino más definido antes de que desapareciera la Unión Soviética:

«He perdido el norte, políticamente no sabría definirme, peleo por la justicia, pero creo que es una lucha perdida, no soy optimista. El mundo cada vez va peor; es terrible decir esto pero lo pienso».

Desde hace 35 años llegó a España, cuando intervino en la película «Doctor Zhivago». Eran 14 meses de filmación, recuerda, dejó el departamento de París porque no iba a pagar tantos meses de alquiler; cuando se terminó la cinta todo mundo se fue a su casa, en cambio ella nunca hizo la maleta. «Había acumulado tantas cosas!: libros, un perro… y un novio».

Con el cineasta Carlos Saura tuvo una buena etapa como actriz:

«Fue casi mi mejor época cinematográfica. Con Saura hacía una cinta cada año o dos. Y también cruzaba el Atlántico y realizaba películas con Altman. Eran papeles distintos. Con el primero eran personajes de neurótica y enfermiza, con el segundo siempre la hacía de idiota y graciosa. También trabajé con Jaques Rivette».

Su vida actual en España es distinta, se aísla.

«No tengo contacto con la vida española, tengo una hija de 13 años que va al colegio, me levanto a las seis y media de la mañana. Llevo un horario distinto. Leo mucho, me da mucha pena que muera sin haber leído todos los libros de la Tierra. En este momento estoy fascinada por un autor sudafricano, Coetzee…».

Con rapidez se levantó de la silla. Guita Schyfter la llamaba. El cine la esperaba.

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