Carta a Uruguay desde Roma

La ciudad está presa, le gente se asoma por las ventanas para cantar, sacudir las banderas y colgar arcoíris. Nos damos cita a las 18, todos los días, para cantar, gritar, cacerolear, escuchar música y resistir desde nuestras casas.

Foto: Twitter
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«…Al menos que el amor nos salve de la vida» – Pablo Neruda.

Me llamo Stella, vos ya me conoces. Llegué a tus costas en 2013, cuando tenía 24 años y me enamoré. De tu gente, de tu cultura, de tus paisajes, de tu tranquilidad. Yo nací y me crié en Roma, pero nunca me gustó la ciudad y siempre tuve el deseo de emigrar a un país latino. Después de un largo viaje por tierras sudamericanas, tuve la suerte de caer en tus brazos.

Fueron casi siete años, largos, llenos de acontecimientos, de aprendizajes y caídas, llenos de soledad buscada, de amores y desamores.

Decidí re-crear mi vida ahí, y entre altos y bajos, lo logré. Entré en tu cultura y muchas cosas las hice mías, pensando que había mucha afinidad entre mi forma de ser y la tuya. Nos peleamos, discutimos, lloré, te detesté y te volví a amar con todo lo que implica una historia de amor.

Me volví una mujer en tus tierras, curtí mi espíritu caminando por tus orillas, ofreciéndole mis mejillas a las surestadas, buscando algas en las rocas, fósiles en la arenas. Mi alma se llenó al tronar de los tambores, me embriagué con carnavales, ritmos y colores y bailes de éxtasis.

Todo fue hermoso en esos años, hasta las cosas feas. Pero la nostalgia por mi tierra natal se hacía sentir cada vez más

fuerte. Y al mismo tiempo encontré al amor de mi vida, la personificación de tu esencia en un hombre. Entré en conflicto conmigo, porque quería estar con él, pero también volverme. Al final me decidí, regresé a Italia, y nos prometimos con Guzmán, mi novio, que él me habría alcanzado al poco tiempo.

Nadie se hubiera imaginado lo que se iba a desatar.

Habíamos hecho planes, nos íbamos a casar en Italia, se trataba solo de estar separados un tiempito, unos meses nada más. Podíamos aguantarlo y nos organizamos. Me vine para Roma en diciembre, como para asentarme, de nuevo, y arreglar todo para cuando llegara él. Pero las cosas se dieron vuelta, de a poquito. Todo cambió y se transformó en una pesadilla.

Hace solo un mes, tendía el oído desde mi cuarto, en Roma, y me parecía escuchar el estruendo de las olas rompiéndose a lo lejos, mas era el ruido de la ciudad de fondo. Esta ciudad que siempre me aturdió con sus bocinas, y que ahora está muda.

Pienso en vos a cada rato, Uruguay, te extraño, como todas las veces que me fui. Me arrepentí de haber vuelto justo ahora, de haber dejado a mi novio del otro lado del océano. Y todos los días lo vuelvo a pensar, hice bien? Hice mal? Me levanto con ansiedad, con dolor, con llanto. Y me acuesto de la misma forma, tratando de encasillar las opciones, tratando de tomar decisiones intomables para tranquilizarme y convencerme de que en algún momento se va a volver a la normalidad.

Me parece absurdo todo esto y me imagino como hubiese sido quedarme allá en este momento. Quizás me habría arrepentido por no haberme vuelto antes, porque ahora, por ahora, nadie se puede mover. Sería mejor estar allí o estar acá? Estaría lejos de mi familia, una vez más, lejos de mi abuela de 93 años que se confunde con los recuerdos de la guerra, “Hay toque de queda a las 14” me dice, pero esto era en el ‘43.

 

¡Te extraño Uruguay, y cómo me gustaría estar ahí ahora!

Foto: Pixabay
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¡Pero también la familia! Es que la familia más cerca la tenés y mas te duele, más lejos la tenés y más la extrañas.

Sigo esperando, con esperanza, ahora como nunca necesito esa paciencia que aprendí a cultivar en tus tierras; ahora como nunca me repito tus frases clásicas, tan sencillas y tan sabias, como por ejemplo que las cosas por algo pasan. Y que esto, es lo que hay.

Ayer cerraron las fronteras de Europa, ayer tendría que haber llegado mi novio. Hoy y todos los días mi pensamiento va a mi amor,

Y a vos, Uruguay, a cada rato. Nuestros planes están en pausa y solo tenemos que aguardar. Ahora solo nos vemos por video llamada, cómo lo extraño! El día que nos volvamos a ver no me voy a separar más de él. Quienes se aman tienen que estar juntos. Todos los días me exaspero por no poder saber cuándo nos veremos, cuándo se terminará esto. Y los informativos y los diarios sólo infunden pánico, paranoias y psicosis por la forma en la que dan las noticias.

Están todos cagados de miedo.

¿Cuándo nos vamos a ver de nuevo? Qué raro y macabro destino nos está tocando. Estamos separados por un océano, por miles de kilómetros y de disposiciones que se interponen entre nosotros: vuelos cancelados, riesgo de contagio con un mal invisible, fronteras clausuradas, aislamiento. No logro imaginar cómo seguirá esto. Solo quiero tener viva la esperanza de volver a abrazarnos, tocarnos las manos, besarnos la cara, hablar de cerca y escuchar fuerte nuestras risas.

En los momentos más desconsolados, me imagino a mi misma acostada sobre la arena, escuchando el viento, los teros, los horneros, las chicharras, las cotorras, el murmullo del mar. Recordándome esa sensación de libertad que saboreé en tus tierras. Me imagino que volverá un día, en el que estaré acostada sobre la arena de tus playas dándome la mano con Guzmán, imaginándome a mi ahora, sentada, encerrada, en mi cuarto, escribiendo estas palabras sobre vos y sobre nosotros. Y esto hará parte del pasado, esto será solo historia y yo estaré de nuevo con mi amado novio, lindo, tierno y querido, pensando que pudimos superar también esta funesta  aventura y reírnos juntos de nuevo.

Escribo estas palabras para resistir, para no enloquecer, para volver a leerlas en un mejor momento. Escribo para exorcizar a los miedos que me taladran la cabeza, para mantenerme lúcida y fuerte, para seguir esperando y darme esperanza. Escribo porque también es una forma de expresar amor, y ahora entiendo de verdad que esto va a ser lo único que nos salve y nos proteja. Seguir amando al otro y amarse a uno mismo.

Tutto andrá bene.

Stella
Roma, 18/03/2020

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