La ideología progresista precisa incorporar una nueva forma de ver el mundo

La Libertad guiando al pueblo, cuadro de Eugène Delacroix, erróneamente asociado a la Revolución de 1789, pese a que corresponde a los sucesos revolucionarios de los años 1830 (Museo del Louvre, París).
La Libertad guiando al pueblo, cuadro de Eugène Delacroix, erróneamente asociado a la Revolución de 1789, pese a que corresponde a los sucesos revolucionarios de los años 1830 (Museo del Louvre, París).

En este momento histórico, en el Uruguay y en el mundo todo, es indispensable que los ideales progresistas, pasen a una comprensión más profunda sobre la vida, su sentido y su significado. Si nos quedamos en el nivel actual, auto limitados por el pragmatismo, con el pobre argumento de que “es lo que hay, valor”, es claro que consumismo, transgénicos, etc. serán apenas “accidentes” (o tal vez “externalidades” como gustan decir los economistas), en una supuesta carrera venturosa hacia la igualdad social.

La situación crítica a nivel mundial, nos exige iniciar la Revolución que falta, que no es un nuevo movimiento armado, ya que guerras inútiles y revoluciones fracasadas (aunque tal vez necesarias estas últimas, en el momento en que ocurrieron), nos obligan a vislumbrar nuevos caminos. La Revolución que Falta es la Revolución Integral del Conciencias. Ya lo dijo el Presidente Mujica : “Si no cambias vos… no cambia nada”. Todos los seres humanos tenemos sueños.

Mientras tanto, la vida encarnada es un centrifugador que filtra algunos sueños y despedaza otros, tal vez la gran mayoría. La procura de la felicidad está en el centro de los corazones humanos, pero el camino para llegar hasta ella está lleno de desafíos, dificultades y experiencias penosas. Muchas personas imaginan que los sueños pueden ser concretizados por medio de un botón mágico, generalmente representado por una figura divina, que estaría aguardando, para traducir en un abrir y cerrar de ojos, el magnífico sueño en espléndida realidad. Pero los Relojes Cósmicos no trabajan de esa manera. Ellos darán apoyo sí a los sueños humanos, pero bajo ciertas condiciones, básicamente las siguientes: que la manifestación de los sueños sea benéfica para otras personas, que sean de corazón (y no de cálculo) y que haya persistencia completa en ellos. Es común oír sueños de riqueza (¡para no tener que trabajar!), sueños de opulencia, sueños de vanidad, sueños de poder para dominar otras personas, etc. Esos sueños, si se llegaran a concretar serán efímeros. Al destello inicial se seguirá un colapso. Sueños de cálculo tampoco tienen consistencia, ellos se desvanecen con la desvalorización de la moneda, malos negocios, etc. Sueños sin persistencia y profundidad también no se concretan.

Todos estos (y otros) motivos de fracaso, hacen que las personas que tuvieron esos sueños y no los tradujeron en realidades, se vuelvan tristes, envidiosas y cínicas. Debemos comprender claramente que cada ser humano precisa tener su sueño propio, pero siendo esto necesario en función de la biodiversidad humana, no es suficiente. Precisamos soñar con una sociedad mejor: la Gran Utopía (o sea una sociedad más digna, más justa, más humana y… ¡más feliz!) y actuar en función de ese sueño. Esta afirmación siempre fue fundamental, pero se vuelve absolutamente imperiosa para el siglo XXI, especialmente para los jóvenes, ya que el aniquilamiento material, mental, ambiental y emocional está rondando el planeta, cada vez con más vigor. Desde la rebelión de Espartaco (y antes), hasta nuestros días, han habido muchas revoluciones y las del siglo XX, con una fuerte sustentación ideológica. En particular, el heroísmo y la justicia de la Revolución Rusa de 1917, son innegables, pero pasado el tiempo, aquellos ideales fueron abandonados y hoy tenemos en su lugar apenas un desdoblamiento de países, disputando entre sí, el despojo del capitalismo mundial. Antes de ella, en 1789 surgió la Revolución Francesa, madre de todas las revoluciones modernas, que dio al hombre un sentido de dignidad antes desconocido y que fue la base para la creación de las ideologías de justicia social, que se desarrollaron posteriormente. Pero pocos años después de aquella eclosión gloriosa para la evolución de la sociedad humana, fue inaugurado el Régimen del Terror comandado por Robespierre.

En España, en 1936-39, no podemos hablar de Revolución, porque lo que ocurrió fue la defensa de la legalidad de un gobierno democráticamente elegido. Sin embargo, el heroísmo con el cual el pueblo español luchó contra el fascismo, es digno de admiración y ya entró para la leyenda. En la China, otra sorpresa, Una revolución popular arrasó con el régimen corrupto de Chiang-Kai-Shek, pero ahora – 60 años después – ese país se transforma en un híbrido incomprensible: un régimen socialista, ávido de riqueza y poder material.

Cuando éramos estudiantes, creíamos ciegamente, junto a nuestros compañeros, que una revolución popular cambiaría por completo la vida de la sociedad. Pero ahora estamos en otra fase de la vida sobre el planeta Tierra: precisamos conservarlo, antes que entre en colapso y para eso, es necesario mantener nuestro fuego encendido contra la injusticia, la prepotencia y la fuerza bruta. Y hasta llegar al heroísmo, si fuera el caso. Pero esto, ya no es suficiente. En este momento, lo que se precisa es dar dos pasos más: uno, analizar si cambios político-económicos son suficientes para construir una nueva sociedad; dos, ¿qué puede ser hecho para evitar un desastre planetario, no apenas ambiental y sí en términos de la sociedad humana global? Nos parece que esta problemática, sólo puede ser abordada correctamente, si llegamos a su médula: la Revolución Integral de las Conciencias. Pero para ello, precisamos de una nueva forma de comprender el mundo. Esa “nueva” comprensión está asentada en la Sabiduría Antigua, en las enseñanzas del Maestro Jesús El Cristo, en los avances científicos de los últimos cien años (especialmente los oriundos de la teoría cuántica), e inclusive en las palabras del “Che” Guevara. (“Debemos endurecernos, pero sin perder la ternura jamás”). Lo “nuevo” es el nombre: enfoque holístico.

Este enfoque reconoce dos principios en el Universo, incluyendo cualquier tipo de manifestación física: auto-afirmativo (que tiene ver con el ser individual) e integrativo (que tiene que ver con lo colectivo, con el conjunto).En el ser humano en particular, este enfoque reconoce que él está constituido por cuatro componentes: material, mental, afectivo y espiritual. Para no alargar demasiado este artículo, paramos acá. Pero habrá continuación de la idea.

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