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Chernóbil ha sido reclamado por las plantas. ¿Por qué no mueren por la radiación?

Chernóbil se ha convertido en sinónimo de catástrofe pero además de renovación. Después de quedar abandonada tras el desastre de 1986, ahora la flora y fauna renace y reclama la ciudad.

En primer plano la ciudad fantasma de Pripyat. Al fondo, la planta de Chernóbil. Foto: Pixabay
En primer plano la ciudad fantasma de Pripyat. Al fondo, la planta de Chernóbil. Foto: Pixabay

Chernóbil se ha convertido en sinónimo del error humano y sus consecuencias. El desastre nuclear de 1986, recientemente traído de nuevo al público por el popular programa de televisión del mismo nombre, causó miles de casos de cáncer, convirtió a una zona poblada en una ciudad fantasma, y ​​dio lugar a la creación de una zona de exclusión de 2600 km² de tamaño.

Pero la zona de exclusión de Chernóbil no está desprovista de vida: lobos, perros,  zorros, gatos, osos y otros animales han regresado a los frondosos bosques que rodean la antigua planta nuclear. Esos bosques antes no estaban, pero ahora han reclamado la tierra que otrora fuera una jungla de cemento.

Lo curioso es que esta vegetación, en su mayoría, no murió y sobrevivió al evento. De hecho, inclusive tres años después de la explosión ya se notaba que los árboles, plantas y arbustos estaban dispuestos a prosperar.

¿Cómo sobreviven a la radiación?

Los seres humanos y otros mamíferos que se vieron fuertemente expuestos a la radiación de la explosión de Chernóbil, tarde o temprano, murieron. Y los que no, quedaron terriblemente afectados de por vida.

Pero, ¿por qué la vegetación no está muriendo de cáncer, o lo que sea? Para responder a esta pregunta, primero debemos entender cómo la radiación de los reactores nucleares afecta a las células vivas.

El material radioactivo de Chernóbil es «inestable» porque dispara constantemente partículas y ondas de alta energía que destruyen las estructuras celulares o producen sustancias químicas reactivas que atacan la maquinaria de las células.

La mayoría de las partes de la célula son reemplazables si están dañadas, pero el ADN es una excepción crucial. A dosis de radiación más altas, el ADN se daña de forma irreparable y las células empiezan a morir rápidamente.

Las dosis más bajas pueden causar un daño más sutil en forma de mutaciones que alteran la forma en que funciona la célula, por ejemplo, causando que se vuelva cancerosa, se multiplique sin control y se propague a otras partes del cuerpo.

En los animales, esto suele ser fatal, porque sus células y sistemas son altamente especializados e inflexibles. Las plantas, sin embargo, se desarrollan de una manera mucho más flexible y orgánica.

Como no pueden moverse, no tienen más remedio que adaptarse a las circunstancias en las que se encuentran. En lugar de tener una estructura definida como lo hace un animal, las plantas lo forman a medida que avanzan.

El tener raíces más profundas, tallos más largos o ramas más extendidas depende del equilibro de las señales químicas de otras partes de la planta o del entorno, así como las condiciones de luz, temperatura, agua nutrientes y, en este caso, radiación.

A diferencia de las células animales, casi todas las células vegetales son capaces de crear nuevas células de cualquier tipo que la planta necesite. Esta es la razón por la cual un jardinero puede cultivar nuevas plantas a partir de esquejes, con raíces que brotan de lo que alguna vez fue un tallo u hoja.

Todo esto significa que las plantas pueden reemplazar las células o tejidos muertos mucho más fácilmente que los animales, ya sea que el daño se deba a un ataque de un animal o a la radiación.

Las plantas tampoco sufren daño profundo en su ADN por la radiación así que no tendrán nada parecido al cáncer de las personas o animales.

 

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