El proyecto Blair Witch

La grandeza de lo pequeño

Tres jóvenes llegan a un poblado con el objetivo de rodar una documental acerca de la mítica bruja Blair, que azotó al lugar y asesinó –según la leyenda– a un grupo de niños. Una historia que parece salida de un texto de Howard Philips Lovecraft. Ciertamente.

En rigor, el cine dentro del cine juega en esta oportunidad una idea del sentido del pánico que posee su gran logro en la calidad de los parlamentos, en el rendimiento actoral de sus tres protagonistas y el escenario donde van a movilizarse hasta su desaparición dejando como memoria lo que rodaron en formato video y en 16 milímetros.

Hay otro mérito de los realizadores Eduardo Sánchez y Daniel Myrick: El proyecto Blair Witch posee un montaje formidable. En la linealidad del relato, desde que los tres jóvenes practican entrevistas sobre Blair a los parroquianos hasta la progresiva escala de psicosis y desborde que irán sufriendo bosque adentro en busca de indicios de la existencia de la maligna bruja, la edición es la coloca el freno y la torrencialidad verbal en la pantalla.

Básicamente, el relato tiene caligrafía de género, si pensamos (los jóvenes documentalistas perdidos en el bosque y en sí mismos) que cumple con las convenciones: muchachos que arriban a un paraje desconocido y comienza a crecer y dominarlos el miedo; a medida que avanza la narración se verán amenazados por evidencias difíciles de desentrañar y por la presencia de lo impalpable; finalmente, el grupo tendrá un epílogo trágico.

El juego de los cineastas es plantear una historia abierta, lineal con un plus de sofocación a partir de los parlamentos y diálogos que el trío de protagonistas irán manifestando a medida que se hunden en el follaje y comienzan a sentir que su proyecto personal terminará –lo intuyen– en una suerte de trampa mortal gestada por ellos mismos.

El terror que no se ve, que no se descubre, que no se delata es el mayor logro que el espectador verá en el desarrollo de esta historia que transcurre del blanco y negro al color de acuerdo a las necesidades de los jóvenes documentalistas.

La historia de Blair, en consecuencia, es la historia de su búsqueda y de esas criaturas que se filman todo el tiempo y hablan todo el tiempo provocando, de ese modo, una tremenda desestructuración emocional en ese trío que ya no se sabe y no sabe en la paradójica estepa de un bosque.

Hay momentos cumbres: el monólogo líquido y desesperado del personaje de Heather Donahue hablando a cámara y pidiendo perdón a sus seres queridos, a las familias de sus compañeros porque ella asume la responsabilidad de tamaño desastre.

El impacto dramático logrado en la secuencia, con el rostro de la chica aguado sobre la lente y con el fondo de una profunda y terrible noche, es absolutamente desacomodador. Un golpe maestro de cine.

Como lo es, evidentemente, El proyecto Blair Witch: una pequeña obra maestra con su más que logrado –en su austeridad financiera, en su despojamiento– asunto de asumir las recetas de género para reformularlas y darle una nueva dimensión a la idea de pánico. Excelente.

(*) Preestreno en Hoyts General Cinema. Punta del Este.

Te recomendamos

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje