ARTE

De la escultura, la pintura y lo textil

Muestras colectivas e individuales de artistas nacionales son reveladoras de una actividad constante que no tiene la correspondiente difusión en los medios (prensa escrita, oral y televisiva) entretenidos con los subproductos de la cultura, recogiendo polémicas parroquiales o el sensacionalismo internacional y superfluo sobre las maravillas del mundo o de algún cuadro mal atribuido a una firma famosa. Se soslaya lo que sucede aquí y ahora, del heroísmo diario por subsistir de creadores e instituciones, sin el apoyo ­o respaldo mínimo­ estatal o municipal (salvo hechos puntuales), de poderosas empresas extranjeras y nacionales sin responsabilidad social y del significado del arte en la sociedad contemporánea. Ya el deterioro de la ciudad, con sus plazas, veredas y calles destrozadas, el deficiente servicio de transporte y de circulación vehicular, el vandalismo en paradas y monumentos, es un alarmante síntoma de la indiferencia de los gobernantes hacia la ciudadanía que los mantiene y los eligió para resolver problemas y no aumentarlos. Para embellecer la ciudad, en fin. Al parecer, el tiempo del desprecio cultural llegó a su nivel más bajo y la cultura sigue cada vez más desamparada. A plena intemperie en el rigor del crudo invierno.

 

Maquetas de escultor

Una retrospectiva de esculturas, de cualquier escultor, es difícil de efectuar. En el caso de Octavio Podestá, con un extensa trayectoria, es imposible, con piezas monumentales emplazadas en diferentes zonas de la ciudad (uno de sus mayores logros, en el Parque de Esculturas del Edificio Libertad). Por eso debe saludarse como bienvenida la idea de reunir su obra mediante maquetas y trabajos en visión retrospectiva (Instituto Goethe), para observar el fructífico tránsito recorrido por el escultor, figura mayor del arte actual uruguayo. Ajeno al volumen y a la figuración, Podestá recurrió, desde siempre, al ensamblaje de materiales (madera, hierro, fundamentalmente) que apresan el espacio (íntimo o urbano) en composiciones ortogonales cercanas al minimalismo geométrico, afirmativas en su verticalidad u horizontalidad, unas veces y, otras, complejizando la estructura en combinación de materiales, de rectas, curvas y oblicuas, con oportunas zonas de color. La severidad y claridad formal se recortan con nitidez en los amplios espacios, que se advierten en estas maquetas de pequeño tamaño que son, en sí mismas, obras acabadas. Algunas fueron pensadas o solicitadas para lugares puntuales que no se concretaron y el montaje fotográfico registra el exacto funcionalismo que las informa, como sucede con el proyecto para el Montevideo Shopping. Es una muestra indispensable para conocer, en síntesis, la obra de un maestro.

 

Encuentro textil

Organizado por el Centro Uruguayo de Arte Textil (CETU), 17 artistas seleccionados ocuparon las salas del Museo de Historia del Arte (Muhar) en el 15º Encuentro Nacional de Arte Textil. Un encuentro que, esta vez, se propone en interacción con las piezas del museo, saliendo de la rutina y las convenciones que otras veces lo aquejaron. Ampliando el criterio del textilismo, se incorporan variedad de materiales y sus posibles combinaciones en propuestas, hasta cierto punto, audaces. Es lo que acomete Olga Bettas al interponer entre dos calcos de serenas cariátides griegas, gasas y sutienes de violento erotismo, o al cubrir el sexo de atletas con una hoja de parra (Rosa Ziegler), una idea no muy novedosa pero que funciona con humor por el subsuelo del Palacio Municipal. Hay varias agradables sorpresas en realizadores alejados del contacto público. Nazar Kazanchian, en primer lugar, logró en Fragmento un complejo trabajo artesanal en difícil integración de elementos dispares (papel, cartón, gasa, seda, hilos de cobre) que en su delicadeza formal y en su apacible composición deja trasparecer la dramática condición que circula entre la urdimbre, como una hojita de afeitar deslizándose entre los labios. El regreso de José Gómez Rifas, vinculado al dibujo y la pintura, ahora en varias propuestas de papel y cartón recortados y ensamblados con sentido rítmico, en estructuras verticales en variada entonación pictórica; la innovadora Claudia Olaso en Clasificando, una instalación compuesta de diferentes vellones de lana cargados de ironía y los hermosos estudios de pluma de Gloria Fiorelli. Una muestra colectiva por la cual vale la pena descender (y subir) dos largos tramos de escalera.

 

Retratos familiares

Virginia Jones no es una pintora que se prodigue en muestras individuales. Aparece en escena cuando tiene algo nuevo que comunicar. Y lo hace después de trabajar durante tres años en una temática intimista, la serie Retratos familiares (Museo de Arte Contemporáneo). Con pasaje por talleres de importantes maestros (Ramos, Clever Lara, Guillermo Fernández), Jones fue recorriendo, sin prisa, etapas de afirmación creciente en el dominio de la expresión pictórica hasta alcanzar la madurez actual. Por lo menos en la serie de familiares retratos, un desfile de amigos evocados. No por cierto a la luz del recuerdo figariano, sino de dichosa afectividad surcada de temblorosa emoción. La intención no es evitar la individualidad de cada persona, sino presentificar el cercano ayer, nebulosamente entrevisto en su pudorosa visión, entre manchas de blanco, ocres y alguna aislada tonalidad rojiza. Y como sucede en toda recordación emotiva, pierde sus contornos nítidos, la precisión de los cuerpos, la nitidez de los rostros. No es entonces casual que las zonas de pintura se extiendan y sobrepongan en sutiles veladuras, que el dibujo, más fuerte o más leve, intente en vano delimitar las siluetas, pues lo que le importa a Jones es, en inconfundible talante romántico, sugerir y no decir. Eso es algo que adquiere con logrado refinamiento en El maestro, el cuadro más destacado de un armonioso conjunto y donde no encajan una ruborizada Olimpia, ni los ensayos abstractos de formato menor que ocupan el centro de la sala por obedecer a criterios formales diferentes. *

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