LA ESCRITORA MERCEDES REIN, RECIENTEMENTE FALLECIDA, TAMBIEN PADECIO LOS ATROPELLOS DE LA DICTADURA

Una referente de la literatura nacional

Narradora, poeta, ensayista, dramaturga y crítica teatral y literaria ­como lo expresó LA REPUBLICA al informar acerca de su deceso­, esta emblemática y versátil escritora montevideana fue, sin dudas, una de las figuras más sobresalientes de las letras uruguayas de la segunda mitad del siglo pasado.

Creadora lúcida, valiente y comprometida, la proficua actividad de Mercedes Rein también tuvo un particular destaque en la docencia y la formación de los jóvenes.

Durante años, desempeñó tareas como profesora de Educación Secundaria y Asistente de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República, hasta su ilegal destitución en 1976, por parte de las autoridades interventoras del gobierno dictatorial. Con su compulsivo alejamiento de las aulas liceales y universitarias, la enseñanza pública se vio privada de una educadora de relevantes cualidades y de fecunda siembra pedagógica.

 

Víctima de la dictadura

Como otros colegas docentes y artistas uruguayos de la época, la escritora fue víctima de la paranoia autoritaria que la emprendió contra la cultura mediante masivas listas negras, indiscriminadas destituciones, cárcel y exilio.

A consecuencia de esa terrible caza de brujas que también afectó a dirigentes políticos y militantes sindicales, el país perdió a una generación de brillantes intelectuales de variadas disciplinas del conocimiento, que debieron silenciar sus voces en el insilio o buscar refugio fuera de fronteras y padecer el siempre doloroso flagelo del desarraigo.

Un episodio acaecido durante los años más oscuros de nuestra historia reciente, marcó a fuego la vida y la carrera de Mercedes Rein, hace ya treinta y tres años, cuando la escritora ejercía la crítica teatral y literaria en el semanario Marcha.

Luego del golpe de Estado del 27 de junio de 1973, la paradigmática publicación estaba en el punto de mira de la represión, tras haber sufrido reiteradas censuras y algunos cierres temporales. Pese a las dificultades económicas y los ingentes esfuerzos por sobrevivir a la conculcación de la libertad de prensa agobiada por un asfixiante torniquete, el semanario había mantenido su tradicional concurso de narrativa, que en 1973 fue destinado a un cuento.

En esa oportunidad, el jurado estuvo integrado nada menos que por Juan Carlos Onetti, Jorge Ruffinelli y Mercedes Rein.

El premio fue otorgado a El guardaespaldas, de Nelson Marra, y el fallo fue dado a conocer en enero de 1974. El relato ganador fue publicado el 8 de febrero de ese mismo año.

El gobierno autoritario, que por entonces encabezaba el hoy preso dictador Juan María Bordaberry y su guardia pretoriana de militares golpistas, confiscó la edición de Marcha.

Los integrantes del jurado, entre ellos Mercedes Rein, al igual que los responsables de la publicación, fueron detenidos por las fuerzas represivas, a excepción de Jorge Ruffinelli, que había viajado a México.

Esta fue una de las experiencias más dolorosas en la vida de Mercedes Rein, que, de algún modo, la unió a la peripecia vital del excepcional escritor Juan Carlos Onetti, quien, dos años después de este episodio, marchó rumbo al exilio para ya no regresar.

 

Polifacética y creativa

En el marco de su múltiple y variada actividad creativa, Rein se vinculó al movimiento teatral independiente, destacándose en la traducción de obras de Brecht, Miller, Frisch y Schiller, entre otros célebres autores universales.

Su excepcional versatilidad también se proyectó al teatro dedicado al público infantil, con obras como La balada de los años cuerdos y Misia Urraca.

Su extensa producción, que abarcó virtualmente la mayoría de los géneros literarios, tiene varios picos realmente sobresalientes.

En narrativa, lo más destacado de su trabajo es Zoologismos (Arca, 1967), Casa vacía (Arca, 1984), Bocas de tormenta (Arca, 1987), Blues de los domingos (Arca, 1990), El archivo de Soto (Trilce, 1993) y Marea negra (Planeta, 1996).

Su aporte ensayístico, de dimensión eminentemente pedagógica, es quizás lo más significativo del conjunto de su obra: Ernest Cassirer (Universidad de la República, 1959), Julio Cortázar: el escritor y sus máscaras (Diaco, 1969), Nicanor Parra y la antipoesía (Universidad de la República, 1970), Cortázar y Carpentier (Editorial Crisis de Buenos Aires, 1974), La generación del 98 (Editorial Técnica, 1974), Introducción a la poesía de Antonio Machado (Técnica, 1974) y Florencio Sánchez: su vida y su obra (Casa del Estudiante, 1975).

Por su indudable perdurabilidad, muchas de estas obras son obviamente ineludibles referentes para estudiantes e incluso para docentes de literatura de todos los niveles del sistema educativo, quienes suelen abrevar de la sabiduría de Mercedes Rein.

Recurrente arquitecta de territorios literarios que se deslizan en las fronteras entre la realidad y el absurdo, Mercedes Rein imprimió a su pluma una identidad propia e intransferible que le otorga un sitial de privilegio en el contexto de la literatura nacional.

Su narrativa, recurrentemente poblada de presencias fantasmales, está impresa de un fuerte trazo onírico. Sin embargo, lo fantástico casi nunca supone una ruptura con las coordenadas de la realidad.

En la obra de Mercedes Rein, la proliferación de imágenes está siempre al servicio de una persistente búsqueda, que no soslaya, cuando es menester, las frecuentes apelaciones a la caricatura o la deformación.

Toda la producción de la desaparecida escritora está imbuida de una singular autenticidad y de un fuerte compromiso, lo que la transformó, en más de un sentido, en un auténtico ejemplo, tanto para colegas, como para sus entrañables estudiantes liceales y universitarios.

Mercedes Rein ­cuyo nombre seguramente perdurará en el imaginario colectivo- será recordada no sólo como una autora de fuste, sino también como una intelectual inquieta y de fermental espíritu creativo. *

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