Varias muestras en un solo día

La avalancha de inauguraciones y el verano casi otoñal facilitan un recorrido por las galerías.

 

Centro Municipal de Fotografía

La Intendencia Municipal de Montevideo activó la temporada 2006. El Centro Municipal de Fotografía, con apenas dos años de creado, funciona con un intachable profesionalismo. Los responsables convocaron a una conferencia de prensa para trasmitir la programación anual y allí revelaron el dominio responsable de la comunicación social. Sin divismo de los organizadores, el pequeño recinto de la calle San José se pobló de una adecuada platea de sillas para visualizar dos proyecciones y, desde una mesa con micrófono, establecer el diálogo con la prensa. Además, se tuvo la gentileza de hacer un cedé para los presentes y poder trabajar mejor con toda la información. Al otro día, inauguración homenaje a Aurelio González desbordó la sala.

La programación del año incluye a Daniel Behar (31 de marzo-26 de abril), continúa con Espacio de las Escuelas intercalado entre otras muestras, Rafael Sanz, Mario Schettini, Francisco Landro, José Pilone, y Mario Spallanzani. Un bien diseñado catálogo difunde la actividad del CMDF con un archivo de 30 mil negativos correspondientes a los dos últimos siglos que están siendo ordenados, catalogados, conservados y digitalizados para ser puestos a disposición de investigadores y público en general, y numerosas fotografías históricas, afiches y postales están al alcance de todos. Un centro cultural eficaz (y municipal), realmente. Un ejemplo a tener en cuenta e imitar.

En el Atrio del Palacio Municipal, inauguraron seis integrantes de un taller particular con el título Las chicas saludan en el atrio. La muestra está bien presentada (aunque establece cierta confusión con la vecina exposición de fotografías de un grupo de viajes), tiene un aceptable interés y aunque se editó un catálogo no se lo facilitó, de inmediato, a la prensa. Lo único que se puede adelantar, pues, es que hay obras conocidas (Carolina Sobrino), la mayoría pertenece a gente joven talentosa y otra no tanto (Paola Puentes), lo mejor está en Jacqueline Lacasa, esa infatigable personalidad de las últimas generaciones.

Otras 8 mujeres se instalaron en el Espacio Cultural Banco República, del Museo del Gaucho y de la Moneda, un ambiente poco propicio para disfrutar cualquier muestra. El grupo es desigual y lo más discreto se sitúa entre la pintura matérica de Jacky Urioste y las xilografías de Olga Bacigalupo.

A una cuadra, el Centro Cultural Lapido, hospedó la instalación-performance Funciona, de Cecilia Vignolo. Luego de la performance en el acto inaugural, quedó una obra conceptual hecha de hilos rojos que se expanden en varias direcciones hacia palabras en las paredes conformando una intensa poética. Al lado, en soporte de papel y sutiles tonalidades acuareladas, las mismas palabras emergen en inglés, It Works, trabajo presentado el año pasado en North Park Univesity de Chicago.

El Centro Cultural de España continuó con su calendario e inauguró dos muestras. Una, de Marcelo Brodsky, Los condenados de la tierra, video instalación que en la XI Documenta de Kassel pasó inadvertida para muchos por la magnitud del evento internacional y las múltiples propuestas digitales. No debió ser así, sin embargo, porque Brodsky la pensó muy bien para esa oportunidad, limitando la visión a escasos tres minutos. En esos tres minutos, la excelente fotografía logra trasmitir la emoción de esos libros enterrados por la dictadura militar argentina (Osvaldo Bayer hizo ayer una aguda nota sobre la vida de Himmler escrita por su sobrina nieta relacionando con el terrorismo en su país) y rescate para la memoria de una aberrante situación padecida.

 

Caricaturas de Sábat

En el piso dos, Sábat dejó, sin estar presente, 35 caricaturas amparadas con el nombre Escritores en Uruguay. Unas provienen de un libro editado por Alfaguara y otras fueron especialmente concebidas para la muestra, las de los escritores vivos. Aunque el talento de Sábat brilla en todo momento, hay algunas que son más disfrutables que otras. Carlos Quijano luce en un momento de su irritante talante de déspota ilustrado, que no todos conocieron y/o experimentaron (que la totalidad de los hagiógrafos omiten), mientras Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Juan C. Onetti, H.A.T. y Paco Espínola son exponentes del ingenio inventivo del artista quedando en imágenes inolvidables. Pero donde Sábat deja fluir con mayor libertad operativa aún es en los rostros de Juana, Delmira e Idea Vilariño: con un dibujo lineal, despojado y planista, en su mejor estilo, alcanza un nivel insuperable. Son de destacar también, las irónicas semblanzas gráficas de Hugo Fontana, Tomás de Matto, Omar Prego, Carlos M. Domínguez, Milton Fornaro, Alejandro Paternain y Marisa Silva.

En Libertad Libros, Georgette Pereira, cronista de arte décadas atrás y ahora funcionaria de la embajada uruguaya en París, exhibió collages elegantes, bien resueltos y, en casos aislados, atreviéndose a salir de lo narrativo elemental para indagar cierto insólito surreal. Pero, después de Jiri Kolar, la empresa parece imposible.

 

Sensibilidad fotográfica

El Goethe Institut auspició dos exposiciones en la semana anterior. En la propia sede de la calle Canelones la fotógrafa Inés Eiraldi (nacida en algún lugar en determinado año), formada con Dina Pintos de del Castillo y Diana Mines, además de asistir a diversos talleres (Nelbia Romero, Guillermo González, Eduardo Cardozo), a clases de estética (Flo) y semiótica Andacht), es licenciada en sicología y egresada de la formación de Espacio de Desarrollo Armónico, según consta en el catálogo, además de efectuar investigaciones varias. Tiene tiempo, además, de exhibir sus trabajos, con una presentación de Diana Mines, un feliz retorno de una crítica que se desea sea regular y periódica. Extramuros es el título de la muestra, un registro demorado de paredes corroídas por el tiempo en diferentes instancias luminosas. Con una sensibilidad eminentemente pictórica (paralela a la de Eduardo Cardozo), la cámara de Eiraldi observa superficies descascaradas, herrumbrosas, heridas de graffiti, en encuadres rigurosos seleccionados con tendencia hacia la abstracción y el ordenamiento geométrico. La idea no es novedosa pero lo hace con una sensibilidad refinada y agudeza conceptual. Los fotógrafos de los años veinte y después enfilaron su ojo hacia ese registro de la realidad urbana y Alfredo Testoni testimonió en grandes dimensiones piedras lejanas en coincidencia con el informalismo. *

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