Eduardo Mateo

Aniversario del nacimiento de Eduardo Mateo. La noche en que la música amansó a las fieras

Este lunes 19 de septiembre, Eduardo Mateo debería cumplir 82 años. Había nacido en 1940 e ingresó a la inmortalidad en 1990. Vaya aquí, a modo de homenaje, el recuerdo de una particular noche de 1976.

Eduardo Mateo.
Eduardo Mateo.

Bohemio empedernido, Eduardo Mateo no aceptó cambiar su identidad irrepetible, no aceptó el fácil soborno de la sociedad de consumo, no transó, tuvo una actitud intransigente frente a la creación artística, rechazó toda forma de poder, y logró con su magia hablar con las baldosas que transitaron sus pies cansados de tanto andar. Por derecho propio formó parte del paisaje de esta ciudad, de este Montevideo acariciado y también castigado por los vientos del sur.

Te recuerdo en las noches caminando juntos por 18 de Julio, trillando en bares y aceras. Aún hoy no tengo del todo claro si nos marginaron o nos auto marginamos o quizás hayan sido ambas cosas. Lo cierto es que nos sentíamos inmensamente vivos. Estábamos “reventados”, sí,  pero agresivamente vivos… sin falsas poses ni caretas, sin demagogia, solos y a solas con nuestro discurso de vida, con nuestros modos propios de entender y vivir a contramano, contra la corriente, contra el discurso hegemónico y dominante de una dictadura que cada día se hacía más densa, más omnipresente.

En esas noches buscábamos músicas en los sonidos de las calles descubriendo el canto de un grillo entre el estruendo de los trolleybuses. Mientras yo, muchos años menor que vos, sugestionaba perros, vos buscabas los acordes de una nueva canción.

¿Tenés un faso? Dame un faso -decías e inmediatamente de encenderlo te dabas media vuelta e interpelabas a un transeúnte que acertaba a pasar a nuestro lado- ese prójimo próximo que te era tan necesario ¿Tenés dos pesitos? le preguntabas esperando la respuesta positiva. Nadie o tal vez muy pocos entendían que no buscabas tan solo la moneda, sino el contacto necesario con el ser humano, la mirada imprescindible para sobrellevar tus abismos de soledad, para allanar los insondables recovecos en los que se esconde eso que Erich Fromm llamó la separatidad, ese desencuentro de uno consigo mismo y su entorno, fuente de angustia y desesperanza.

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Una noche de 1976

Recuerdo una noche de 1976 en que las patotas de uniformados hacían su recorrido habitual sembrando miedo y terror en las calles a bordo de los Fusca y los Ford Falcon, en procura de completar su cantidad preestablecida de detenciones. Recuerdo esa noche que nos sorprendieron en la esquina de Colonia y Andes, sentados en el cordón de la vereda, en plena estupidez sentimental elaborando posibles textos de canciones acerca de la mole del Palacio Salvo y sus símbolos misteriosos.

Acorralados, ya de espaldas, los brazos en alto y contra la pared nos pidieron los documentos y claro…vos no los tenías y el mío, el mío era adulterado. Fue allí que convocaste a tu ángel, porque ese era tu nombre Ángel Eduardo Mateo López. Te diste media vuelta, los miraste fijamente a los ojos y con una sonrisa -a pesar de estar encañonado por una ametralladora- te agachaste para tomar tu guitarra y con la calma que suele aparecer en esos momentos de tensión comenzaste a pulsar los acordes del “Príncipe azul”, acordes que enseguida nos envolvió a todos “suenan las doce y tendrás, zapatitos de cristal, príncipe azul ya vendrá, ratoncito lo traerá, aha, aha, aha”.

Sorprendidos escucharon la canción, se miraron entre ellos, bajaron sus armas, esbozaron una mueca de sonrisa, subieron a los automóviles y se marcharon. Creo que esa noche no detuvieron a nadie más. Esa noche la música amansó a las fieras, una vez más como tantas otras tu cristalina pureza se hizo presencia. Esa noche del 76 la razzia quedó trunca.

Pasaron los años y algunas veces pienso que tu máquina del tiempo te regresará a este lado del mundo con tu canción para renacer.

Habías nacido el 19 de setiembre de 1940 y partiste hacia la inmortalidad el 16 de mayo de 1990 cuando te faltaban cuatro meses para cumplir cincuenta vueltas alrededor del Sol.

Este 19 de setiembre, casi primavera, de 2022 debías cumplir 82 años. Ahora que no estás, amigo lindo del alma, el silencio se vuelve más sólido, la melancolía más densa. Falta tu silueta parada en una esquina junto a tu guitarra y silbando una canción que te acompañe. Estarás en ese lugar a donde todos iremos algún día, estarás con tu entrañable Horacio, con el “Corto”, y con tantos otros que se nos adelantaron. Estarás en ese lugar al que nos gusta llamar eternidad tal vez parado en una esquina entre la gente y cantando una canción, indiferente.

Parafraseando a Benedetti se me ocurre decirte: donde estés, si es que estás, si estás llegando, aprovecha por fin a llenarte de aire los pulmones, a acariciar la luna de queso, a descansar de tantos cansancios. Donde quiera que estés, si es que estás, si has llegado, estoy seguro que también hay otros dignos de recibirte, Mateo.

Jorge Yuliani
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