LA SOLEDAD DE LOS NUMEROS

El domingo pasado la izquierda sufrió un sacudón: votó bastante por debajo de sus expectativas. Estas se centraban en mantener las ocho intendencias que se tenían, y conquistar alguna más: Artigas, Cerro Largo, o Río Negro. Se daban por seguras Canelones, Maldonado, Salto, Paysandú, y Montevideo (aunque con nubarrones de voto en blanco amenazando, sino la supremacía, al menos la legitimidad asociada al resultado). Florida y Treinta y Tres, en el último mes, aparecían como más complicadas. Bueno, se pensó, su pérdida podría ser compensada con la ganancia en otras latitudes.

El resultado estuvo muy por debajo de las expectativas, y el triunfo blanco y colorado en Salto y Paysandú terminaron por coronar el fracaso frenteamplista, en la madrugada del lunes. El Frente Amplio había perdido cuatro intendencias, y había votado muy por debajo de lo esperado en Montevideo. En contrapartida, había ganado en Artigas.

Las interpretaciones sobre los «éxitos» y «fracasos» tienen al menos dos puntos de referencia, y los dos anclan en los números. En ninguno de los dos al FA le fue bien. Una, son las propias expectativas. El otro, es el propio desempeño anterior. ¿Ganamos algo en estos cinco años? ¿O más bien perdimos? El dato no puede ser más contundente. Perdimos. Pero ya habíamos perdido antes: en octubre. Los resultados de mayo sólo pueden ser entendidos mirando octubre, y la reflexión que debimos hacer ante los fracasos de octubre sólo fue postergada hasta ahora, y amortiguada, al menos en parte, por el triunfo en el balotaje, y el comienzo del nuevo gobierno.

1. Las cifras del fracaso

En octubre de 2009 el FA obtuvo 4% menos de votos que en octubre de 2004. Esta pérdida explica por qué consiguió ganar la mayoría parlamentaria, pero no triunfar en la elección: la pérdida electoral es chica, pero decisiva para frustrar la victoria en una primera vuelta en la que se necesitaba la mayoría de todos los votos.

A esta más menguada votación luego de cinco años de gobierno del FA, en mayo, se sumó una nueva caída en la votación. En las pasadas elecciones municipales, la votación total del FA pasó de 48% (octubre de 2009) a 43% : es decir, perdimos otros cinco puntos.

Pero ya existía un antecedente para ello: el FA había votado peor en las municipales de 2005 que en las nacionales de 2004. En el total del país, había pasado de 51.7% (octubre de 2004) a 50.4% (mayo de 2005). La pérdida no era mucha (1.3%), pero existía una diversidad muy grande de casos. En Montevideo, el FA había perdido 3% de votos, y en Maldonado, se mantuvo estancado. Pero en Canelones, la ganancia fue espectacular (aumentó en 7%), y lo mismo sucedió en Rocha (aumentó en 6%) o en Treinta y Tres (7%). En los departamentos donde el FA más demoró (y demora) en asentarse electoralmente, como Soriano, Colonia, San José, Flores, Durazno, Lavalleja, o Tacuarembó, la pérdida de votos para el FA a manos de los partidos tradicionales fue altísima.

Algo de eso volvió a suceder ahora. Pero al partir de más abajo, los impactos sobre mayo fueron más importantes. Porcentajes que variaron entre 1% y 11% de gente que votó al FA en octubre de 2009 resolvieron votar al Partido Nacional o al Partido Colorado en las municipales de mayo. Esto parece haber sido bastante importante en Salto, donde un 5% de electores «emigraron» del FA para algún partido tradicional, en Rivera (11%), Paysandú (2%), Durazno (7%), Soriano (9%), Colonia (7%), Tacuarembó (12%), San José (9%), Flores (8).

Allí donde el FA ganó, es donde, por efecto de varias cosas, incluyendo la propia campaña municipal, o las virtudes de los candidatos, pudo sobreponerse a la «crisis electoral» de octubre: ello pasó en Artigas (aumentó 10% de octubre a mayo), en Maldonado (5%), y en Rocha (12%). En Canelones, el FA votó mejor en mayo que en octubre (2%), pero hubiera ganado de cualquier manera. Lo mismo sucede en Montevideo, donde el FA perdió 10 puntos con relación a octubre, siendo que ya ahí había perdido entre cinco y seis puntos respecto de 2004.

En Treinta y Tres, Salto y Paysandú, además, hay que tomar en cuenta el efecto del voto «rosado»: en Salto, la mitad de los que votaron al Partido nacional en octubre, emigró al Partido Colorado en mayo. Esto también sucedió en Paysandú y Treinta y Tres donde más o menos la mitad de los 14% de votantes colorados, votó al Partido Nacional. En ambos departamentos, cabe resaltarlo, el FA votó mejor en mayo que en octubre, lo cual habla de las «virtudes» de los candidatos, o de la campaña municipal propiamente dicha.

 

2. La necesaria interpretación política

Leer bien los números, afinar las explicaciones en un caso y otro, mirar el proceso electoral en su conjunto, y reflexionar en voz alta y con los otros, sin ceder al consuelo fácil, ni al atajo de la culpabilidad ajena, es parte elemental del proceso de sinceramiento que todo partido debe hacer.

Los números, solos, dicen algunas cosas, aunque la lectura debe ser política. Los números muestran que el Frente Amplio, que creció sistemática, tozuda, y obstinadamente desde su nacimiento hasta ahora, lo ha dejado de hacer. Se estancó, en algún momento que sería difícil precisar, y en algunos distritos electorales (como Montevideo) comenzó a caer. Los números dicen, que los otros también existen y se mueven con especial solvencia en los circuitos electorales más chicos, en los poblados, en el interior «profundo», y que todas las victorias del FA allí fueron en buena medida perecederas. Los números también muestran que el desconocimiento ­entre otras cosas­ de la ley de descentralización y sus criaturas políticas, llevó a que en Montevideo y Canelones, hubiera una baja o bajísima participación electoral. Los números mostraron, también, un voto «enojado» (en blanco y anulado), o como mínimo «apático», como desde hace mucho tiempo no se veía en este país.

Pero a la soledad de los números debe anteponérsele una lectura política. Eso sí, una en la que los números sean tomados con la consideración que se merece. Porque detrás de cada número, detrás de cada voto, hay un ciudadano diciéndonos algo. ¿Qué?

Las explicaciones políticas, a diferencia de las lecturas de los números, deben ser hechas en forma colectiva. Y la interpretación política de los hechos debe servir para cambiar las prácticas políticas existentes. Así, la caída del Frente Amplio luego de cinco años de «exitoso» gobierno (al menos si medido por la popularidad de su Presidente, y por los indicadores económicos y sociales) debe tener una explicación política. El voto en blanco es una clara demostración de que la gente está disgustada. No podemos ignorarlo: fue anunciado de todas las maneras posibles. Y es una muestra de que el FA ha dejado en parte de ser el canal privilegiado de expresión del descontento: es por eso por lo que el voto en blanco es tan alto ahora, y no lo fue en los últimos cuarenta años (en los que se vivieron «disgustos» con la clase política más agudos que el actual). Y que perdamos en cuatro intendencias donde tuvimos la posibilidad de ejercer el gobierno municipal durante cinco años, también debe ser interpretado. Pero interpretado ya no desde la soledad de los números, sino desde el concierto de las voluntades de todos quienes, antes y ahora, quisieron hacer parte del proyecto de una fuerza del cambio.

A menudo los fracasos exigen respuestas. Pero ninguna urgencia debería ocultar la importancia de hacernos preguntas antes que ensayar justificaciones negadoras de la realidad o simulaciones de una renovación posible. Las preguntas fluyen, en especial, referidas a «eso» que creemos que es el FA. Porque, ¿qué Frente Amplio tenemos hoy? ¿Qué es, más allá de sus sectores? ¿Es el FA la estructura burocrática central de la sede de la calle Colonia; son el FA sus electores, o es el FA esa izquierda social y cultural que a lo largo de décadas le dio un sentido a eso que llamamos el «partido» FA? Y eso que llamamos
Frente Amplio, ¿qué hace? ¿cómo decide? ¿forma? ¿informa? ¿a quiénes? Cuando hablemos de la renovación, recordemos que la izquierda se hizo gigante en Uruguay, porque «eso» que es el FA, es algo más que los sectores, que el aparato burocrático central, y sin duda, como queda demostrado, algo más que el gobierno.

|*| Senadora de la República, Espacio 609, FA

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