El oro no es una gran inversión ni para países ni inversores

oroLas raíces históricas ayudan a entender la evolución de la economía y de las organizaciones. ¿Hasta dónde remontarse históricamente? La historia de la humanidad es continua, y por lo tanto cualquier división que podamos hacer debemos considerarla artificial.

La perspectiva histórica que presentamos empieza en 1870. Escogemos esta fecha por 2 motivos:

– La globalización empezó a dar sus primeros pasos.
– El patrón oro comenzó a dominar el ámbito internacional.

Alrededor de 1870 se manifiesta en el mundo con toda claridad un fenómeno que se puede caracterizar como la primera mundialización o globalización de la economía. El capital británico, norteamericano y europeo se movían libremente por las naciones del mundo, que en mayoría todavía eran colonias, creando nuevas oportunidades de empleo y riqueza e introduciendo nuevas tecnologías como serían el ferrocarril, telégrafo, teléfono, navegación a vapor, electricidad, vacunas,… por poner algunos ejemplos. El proceso llego a tomar gran volumen, de manera que el capital inglés invertido fuera de Inglaterra era un porcentaje del PIB (Producto Interior Bruto) mucho mayor que el PIB para Estados Unidos a principios del siglo XX.

Como resultado de esta exención de capitales se abrieron nuevos mercados, y muchos países de América Latina, que apenas llevaban 50 años de independizados se integraron en los circuitos internacionales del comercio y de la inversión.

Desde 1870 hasta 1913 la economía de casi todos los países del mundo experimentó un gran crecimiento. El comercio internacional aumentó y por medio del desarrollo los países más industrializados empezaron a competir en terceros mercados. Durante todo este período de expansión las finanzas internacionales estaban organizadas sobre la base del patrón del oro. Éste era un sistema que implicaba fijar paridades entre monedas nacionales y el valor del oro dependiente su valor de las entradas y salidas.

El período de cuarenta años anteriores a la primera guerra mundial ha quedado para los economistas como una época denomina “Belle Epoque” donde existía libertad, movilidad y progreso.

En 1925 el presidente Churchill fue el primer dirigente mundial en el siglo XX en decidir fijar la paridad ligada a una moneda (3 libras y 17 chelines cada onza de oro). La ley del patrón de oro no restauró por completo todas las viejas instituciones ya que los billetes siguieron siendo de curso legal pero ya no eran convertibles en monedas de oro por el banco.

Eso a pesar que Keynes había indicado meses antes que un retorno al oro presentaría una medida bastante peligrosa porque pondría a Gran Bretaña a merced de las autoridades de la Reserva Federal de los Estados Unidos. A principios de 1928, las organizaciones internas estaban adquiriendo ya prioridad sobre las internacionales, y observaban con preocupación el aumento de la relevancia el mercado de Wall Street.

La preocupación creciente de las economías por sus problemas internos hace que se intente evitar los problemas que derivan de los equilibrios externos cerrando las economías al exterior.

Fue problemático el abandono del patrón oro por parte de Inglaterra en 1931, puesto que el sistema sufrió una crisis cuando el gobierno renunció a sus obligaciones como poseedor de la moneda ancla para resolver problemas o conflictos internos. Por tanto, las instituciones se quedaban sin alguien capaz de imponer su cumplimiento. Esto provocó la crisis de los años treinta con una contracción económica, pesimismo generalizado, estancamiento industrial y agrario, desempleo, auge de extremismos políticos y el inicio de la segunda guerra mundial.

A partir de estas experiencias existen muchas teorías sobre la desaparición del patrón oro. Una explicación puede ser que el derrumbe de las instituciones implicó un fin del sistema. Las especiales instituciones de esa época provocaron no sólo que el sistema se viniera abajo, sino que se transmitiera una gran deflación y depresión en todo el mundo. El final del sistema se debió, en parte, al abandono de las instituciones y a la falta de organizaciones capaces de imponer el cumplimiento, y realizar ajustes que la economía mundial requería.

La utilización de las monedas reservas les daba credibilidad y confianza, pero fue insuficiente para el caso del dólar en la década de las 60. A diferencia de dar credibilidad, la confianza es algo subjetivo, en el sentido que se pueden medir las reservas de los bancos centrales y conocer el grado de respaldo. Mientras que si consideramos que la credibilidad es algo más abstracto, un acto de fe y, por tanto, de las instituciones. Los países con una moneda clave se vieron obligados a adoptar medidas deflacionistas como consecuencia de esas retiradas de oro durante la crisis de los años treinta.

Otro de los factores determinantes fue la ausencia de un liderazgo claro. Esto no significo que no existiera ningún país con suficiente poder económico mundial. Sino todo los contrario, en 1929 existían dos (Gran Bretaña y Estados Unidos). Aunque ninguno de los dos se encontraban en su mejor momento económico. Gran Bretaña iniciaba su decadencia como potencia y Estados Unidos empezaba su ascensión como potencia mundial. Este hecho, junto a las especiales especificaciones de la estructura económica de principios de siglo XX, implicaba que no existía un gran liderazgo del sistema internacional.

En los Acuerdos de Bretton Woods, en los que surgió el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, por parte del economista Keynes quien propuso establecer una divisa internacional, el Bancor. Aunque al final se decidió adoptar el dólar estadounidense para tales efectos, siempre que la Reserva Federal sostuviera el patrón oro.

Las economías del mundo comenzaron a desarrollarse bajo condiciones de estabilidad y crecimiento entre 1944 y 1971. En este período Estados Unidos se consolidó como la principal potencia mundial.

A partir de 1971, Estados Unidos abandono el patrón oro, y por lo tanto el valor del dólar pasa a sostenerse exclusivamente en la confianza que le dan sus poseedores.

La inversión de oro para inversionistas privados en la actualidad

El escenario en que se encuentran ahora es un declive ya que el metal está perdiendo cada vez más su papel tradicional en una cartera de inversiones diversificada.

Existen varios factores, que no han compartido la tendencia a la alza de los precios de los activos financieros, y tampoco han ofrecido protección ante la crisis de los mercados de alto riesgo. Tampoco se ha beneficiado de los bajos tipos de interés que compensan una de sus principales desventajas como la falta de pago de intereses y dividendos. El oro ha demostrado una falta de sensibilidad a los acontecimientos geopolíticos, como los problemas en la zona euro y las inyecciones en gran cantidad de liquidez de los bancos centrales. Su evolución ha sido tan deficiente que cuyo precio ha caído un 8% hasta julio del 2015 y un 16% en los últimos 12 meses.

Uno de los factores que justificarían esta tendencia sería el hecho de que los inversores hayan encontrado otras formas para expresar sus perspectivas de futuro, sobre todo en un entorno en que los bancos centrales han tenido una influencia tan importante en el precio de sus activos. Además, el metal ha perdido atractivo por falta de presión inflacionista.

Actualmente, el oro se enfrenta a un riesgo de caída de la demanda de los bancos centrales, en parte generado por la pérdida de reservas de los países emergentes, que intentan hacer frente al impacto de la bajada en los precios de las materias primas.

Otro condicionante, sería que la subida de la demanda por el descenso de los precios de la joyería sería demasiado pequeña para compensar la pérdida de interés de los inversores. No parece que esto vaya a cambiar a un corto plazo. Para que pase, los mercados financieros tendrían que recuperar una normalidad que no tienen y los bancos centrales deberían tener un papel mucho menos decisivo a la hora de fijar los precios de los activos. Hasta que esto no se produzca, el oro no volverá a sus mejores tiempos.

 

Raúl Jaime Maestre
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