Científicos descubren que el olvido es inducido por nosotros mismos y no un acto ajeno a la voluntad
Investigadores de las universidades británicas de Birmingham y Cambridge acaban de publicar en la revista Nature Neuroscience, un trabajo sobre la actividad cerebral, el olvido y los recuerdos, algunas de cuyas afirmaciones, van a contramano de lo que habitualmente suponemos constituye el acto de recordar y también de olvidar.
Básicamente el estudio revela que nuestros recuerdos no son en absoluto tan fidedignos como nosotros creemos y que incluso los “manipulamos” cada vez que nos acordamos del mismo hecho, hasta adaptarlo a nuestros deseos más ocultos. Los neurocientíficos apuntan que en el camino al lugar donde podemos recuperar un recuerdo, los mismos recuerdos van provocando el olvido: el cerebro suele elegir entre varias opciones, de memorias relacionadas, y suele quedarse con una que no necesariamente es la más real de todas.
Momentos sumamente emotivos de nuestras vidas, como el nacimiento de los hijos, o el momento en que conocimos el gran amor, pueden no necesariamente haber sido como las recordamos. La sabiduría popular que asegura que “todo tiempo pasado fue mejor”, tiene así de algún modo certeza, en tanto lo que recordamos puede haber sido tan manipulado que nos parezca mucho mejor que lo que ahora vivimos.
Es posible que podamos decidir lo que recordar
Empleando resonancia magnética, los investigadores midieron la actividad cerebral de grupos de voluntarios a los que se pidió recordar memorias concretas en base a imágenes que le fueron mostradas. Así cuando se repetían las sesiones, y se pedía a los voluntarios recuperar un punto concreto, esa memoria se activaba de forma sumamente vívida en las resonancias, mientras las demás del mismo sector de competencia, se iban “desvaneciendo” con cada repetición.
“La gente piensa que el olvido es algo que sucede sin querer, pero esta investigación muestra que la gente tiene un papel más relevante de lo que piensa a la hora de decidir qué van a recordar”, afirmó Michael Anderson, uno de los autores del estudio en la Universidad de Cambridge. Los expertos pusieron como ejemplo el de los testimonios de testigos, a los que cuándo se pregunta una y otra vez sobre un hecho, deterioran las memorias “asociadas” y la evocación repetida les va haciendo olvidar detalles.
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