REDES

YouTube, Facebook y Twitter no logran evitar que decapitación de Foley se difunda

Desde que Internet difundió la decapitación del periodista norteamericano James Foley, las redes sociales intentan detener su propagación pero el fenómeno las ha superado.

Intentan detener la propagación del video de decapitación del periodista norteamericano, pero no lo consiguen

YouTube, Facebook y Twitter, encabezan la lista de las redes en la web que intentaron detener la propagación de la decapitación del periodista estadounidense a manos de miembros del Ejército Islámico (EI). Sin embargo la insistente intención de decenas de miles de usuarios para volver a colgar el video ha dado por tierra con esa idea, demostrando que el poder de los usuarios, puede llegar a ser más fuerte que el de los mismos ejecutivos de las empresas.

Facebook, Twitter y YouTube, tienen políticas establecidas sobre lo que es y no es aceptable para su publicación, y como empresas privadas podrían regularlo, aunque mucha gente afirma que estarían limitando las libertades de información.

Si bien el retiro de los contenidos por ilegalidad flagrante, o incitación a la violencia, o falta de valores acordes a los que la empresa afirma querer difundir, es factible, los limites entre políticas empresariales y libertad de prensa y de circulación de la información parecen mucho más complejos.

Las grandes dificultades para hacer caer un video

Entre los mayores problemas aparece la falta de denuncias de los usuarios, ante la cual las redes parecen no encontrar forma de recortar entre la inmensa cantidad de material que se sube. Como ejemplo YouTube sube 24 horas de contenido por minuto. Además la cantidad de redes sociales menores es creciente, y centenares de plataformas pequeñas quedan interconectadas entre si permitiendo mantener el video.

Paralelamente existe la llamada “red oscura” donde además del material encriptado, existen sitios que se diseñan de forma tal que pueden albergar contenidos incluso ilegales, aquellos que las páginas más populares no aceptan.

Los expertos entienden que esto coloca a las grandes redes sociales ante un dilema de supervisión casi policial, que no quieren tener, e incluso llevaría a debatir si deben ponerse limitaciones a la explotación que algunos grupos terroristas hacen de las nuevas tecnologías en la web.

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