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Los arqueológos descifran la historia de la humanidad en Atapuerca

Armados con paletas y pinceles, decenas de arqueólogos remueven la tierra de las cuevas de Atapuerca, en el norte de España, esperando encontrar la pieza que un día, tal vez les permita escribir una nueva página de la humanidad.

Excavación en el yacimiento de la Gran Dolina / AFP

En el yacimiento de la Gran Dolina, los estratos de tierra más o menos oscura se apilan relatando cada uno de ellos una fase de la historia de la humanidad: «En la parte más baja del yacimiento estamos aproximadamente en un millón de años, mientras en la parte superior estamos en unos 200.000 años. Es un yacimiento que cubre un periodo de nada menos que de 800.000 años», explica José María Bermúdez de Castro, uno de los tres directores de la excavación.

«Si sumamos todos los yacimientos encontrados en la sierra de Atapuerca, cubre un periodo temporal de un millón y medio de años. Prácticamente, desde que los primeros humanos están en Europa hasta nuestros días, con muy pocas lagunas de tiempo en las que no vemos nada», añadió el arqueólogo.

En este yacimiento a las puertas de la ciudad de Burgos se encontraron en 2007, en la Sima del Elefante, una mandíbula y una falange humanas de hace 1,2 millones de años: un gran descubrimiento, puesto que estos restos están considerados «los más antiguos de Europa».

En Atapuerca aparecieron también cráneos, huesos y dientes del Homo Antecesor, de hace entre 850.000 y 950.000 años.

De igual manera se encontraron restos del Homo Heidelbergensis, de hace entre 400.000 y 450.000 años, en la Sima de los Huesos, «el yacimiento que ha proporcionado más restos humanos en el mundo», subraya Juan Luis Arsuaga, otro de los directores, antes de desaparecer con un grupo de arqueólogos por un conducto oscuro que lleva a esta cueva.

Los arqueólogos, que excavan desde 1978 este yacimiento excepcional, incluido en 2000 en el Patrimonio Mundial de la UNESCO, han reconstituido las condiciones de vida de sus habitantes.

En la época del Homo Antecesor, Atapuerca estaba habitado por cazadores, que «no debían ser más de 30 o 35″, en un territorio de entre 10 y 20 kilómetros de diámetro, relata Bermúdez de Castro.

«Eran visitantes esporádicos de las cuevas, vivían al aire libre. Resistían mejor (que el humano actual) al frío, al calor, probablemente tenían una buena capa de grasa en la piel y más pelo», dice.

Los restos descubiertos también han mostrado que estos cazadores podían ser caníbales para defender su territorio: «La sierra de Atapuerca era un lugar privilegiado, tenía agua muy cerca, había vegetación, hacía más calor que en la actualidad y había muchos animales para comer. Se disputaban el territorio entre ellos, y probablemente la consecuencia de esta disputa consistaba en matar a la tribu que estaba por aquí, o al revés, venía una tribu y los mataban y luego se los comían».

En lo alto de la Gran Dolina, los arqueólogos han instalado una de sus zonas de trabajo para esta temporada de excavaciones, que finalizará en julio. El resto del año se dedicará a analizar los miles de fragmentos encontrados. Los más significativos se exponen en el Museo de la Evolución Humana, en Burgos.

El suelo está dividido en cuadrículas de un metro cuadrado delimitadas por cintas y en cada una de ellas un arqueólogo, con casco, rasca el suelo y barre con cuidado la tierra con ayuda de un pincel. A veces surge un fragmento de fósil: un diente de caballo, un hueso de ratón, un pedazo de silex.

«Era un caballo no muy alto, bajito, como un burro grande», dice Andreu Olle, un arqueólogo que dirige el equipo. La región estaba también llena de leones, hipopótamos, rinocerontes y búfalos.

Un poco más lejos, en la Cueva Mayor, otro grupo trabaja sobre unos huesos humanos mucho más recientes: tienen unos 5.000 años, pertenecen al Homo Sapiens y proceden probablemente de unos ritos funerarios.

En las capas superiores de la cueva incluso han aparecido vestigios medievales. «Lo increíble de la sierra es el conjunto, como una especie de libro de la historia que tiene muchas páginas», dice José Miguel Carretero, universitario de Burgos.

Al final de esta larga búsqueda, los arqueólogos esperan encontrar un día los eslabones que faltan para hacer una cadena sin cortes. Por ejemplo, unos restos humanos de hace un millón y medio de años. O restos del Hombre de Neandertal o del Hombre de Cromañón: «Es un periodo de 100.000 años del que tenemos muchas herramientas, pero no tenemos los restos humanos», dice Bermúdez de Castro. AFP

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