Fraguaba “medicinales”

Laboratorio clandestino en pleno centro: “amenaza para la salud”

Utilizando una marca que había caído en desuso y por la cual nadie reclamaba, un empresario se dedicaba en pleno centro de Montevideo, a la adulteración de productos cosméticos y otros de uso medicinal, de venta entre la población, que en algunos casos habrían estado afectando durante años el organismo de los vecinos compradores.

Foto: cgdv.org

La Dirección General de Información e Inteligencia, venía siguiendo de tiempo atrás el extraño funcionamiento de un laboratorio al que finalmente allanaron, en la calle Andes 1187, para encontrar algo bastante peor a lo que investigaban.

Además de decenas de productos irregulares, los trabajadores que allí habían sido contratados, debían actuar en las peores condiciones sanitarias e incluso con afectación para su salud debido al uso de químicos peligrosos sin protección alguna, como el caso de las acetonas.

La operación “Solar”

Según explicó en rueda de prensa el director de Información e Inteligencia José Colman, los investigados seguían pistas de un laboratorio clandestino que fabricaba, almacenaba y distribuía desde el mismo centro capitalino. Finalmente se tuvo la convicción que el local de la calle Andes, y otro en la calle Canelones, estaban en la ilegalidad.

Con el nombre de operación “Solar” (ya que en principio pensaban que la adulteración era en bronceadores), la investigación se ahondó y finalmente dio sus resultados. Cremas depilatorias, geles de protección solar, champúes, colonias, desodorantes y una vasta línea de maquillaje eran fabricadas y puestas bajo el etiquetado de una firma que había dejado de operar en el mercado hace tiempo.

La marca “Simone Cochard” y subsidicarios como “Simone Baby” eran empleadas desde hace 20 años irregularmente, con ganancias que superaban el millón de pesos mensuales.

El peor problema está derivado del uso de los bronceadores y protectores solares, cuya etiqueta afirmaba tener una protección de altísimo grado, cuando eran productos de mínima protección, de un costo mucho más barato. Otro tanto ocurrió con los piojicidas, que tenían principios activos prácticamente inútiles cuando no agresivos para la piel de los niños.

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