ANALISIS POLITICO DE LA SEMANA

Los 175 años de la divisa blanca

La forma en que el Partido Nacional hoy presidio por Luis Alberto Heber evocó esta semana que pasó los 175 años de la divisa blanca, resultó una sorpresa general, y exacerbó la reacción de los colorados que no ocultaban su molestia con el destaque dado a «la primera divisa» que tuvo la naciente República (surgida en 1830), génesis de nuestros partidos políticos fundacionales, que se organizaron como tales mucho tiempo después.

Ope Pasquet -secretario general de los colorados-dijo que él tenía referencia de que en los campos de Carpintería, en setiembre de 1836, se habían enfrentado en una batalla los orientales de Manuel Oribe y de Fructuoso Rivera, que se distinguían con símbolos blancos y colorados, respectivamente. Las divisas han sido siempre recordadas a raíz del choque violento vivido en Carpintería, combate que perdió Rivera, el gran caudillo rural de aquella época.

¿Qué hicieron los nacionalistas, en esta nueva etapa? Evocaron el origen mismo de las divisas, que fue un 10 de agosto de 1836, cuando el presidente Manuel Oribe (militar de carrera, probo, respetuoso de la institucionalidad naciente), dispuso el uso generalizado de una «divisa blanca», con la inscripción «Defensor de las Leyes», como parte de la batalla cultural que buscaba enfrentar con éxito la insurgencia armada del general Fructuoso Rivera, que despojado de su cargo de Comandante General de la Campaña ­desde donde ejercía un verdadero gobierno paralelo- intentó derribarlo mediante una revolución.

Los seguidores de Rivera, buscaron entonces otro signo distintivo. Recurrieron primero a una divisa de color celeste pero el sol y la lluvia las desteñían rápidamente; entonces, optaron por el colorada, obtenido de la bayeta del forro de los ponchos. De ahí surgieron los blancos y los colorados, que combatieron con lanzas y sables en la batalla de Carpintería, donde Rivera fue vencido y huyó a Brasil. Oribe, dispuso entonces, que el uso de la divisa ya no era obligatoria. Como lo explicó Juan Pivel Devoto «blancos y colorados, sin llegar a construir partidos orgánicos, definen sus tendencias, a raíz de la guerra civil de 1836″. (Historia de los Partidos Políticos en el Uruguay»).

Los blancos, a 175 años de estos hechos, decidieron homenajear a sus ancestros, los defensores del orden y de las leyes, ante los desbordes de Rivera y los colorados (en momentos de la revuelta, el Parlamento investigaba 175 irregularidades del periodo de gobierno de Rivera, de 1830 a 1834), y lo hicieron en el Cerrito de la Victoria, que tiene a su vez otro importante simbolismo. Rivera después de su derrota, regresó al país (1938), y con ayuda brasileña y francesa, desalojó del gobierno a Oribe, que viajó a Buenos Aires, donde fue reconocido por Juan Manuel de Rosas y se sumó a la causa federalista. En 1843, Oribe volvió al frente de un numeroso ejército, sitió Montevideo y se instaló en el Cerrito, donde gobernó el país hasta el final de la Guerra Grande, que recién concluyó en 1851.

Los blancos se reunieron el pasado miércoles 10 en el salón parroquial de la Iglesia Católica del Cerrito, recibieron a representantes de organizaciones sociales de la zona, recordaron a sus héroes del pasado (hablaron Eber Da Rosa por Alianza Nacional, Francisco Gallinal, UNA-Correntada Wilsonista; Gustavo Penadés, UNA-Herrerismo). Culminaron la celebración con mucho folclore, bailes y canto popular.

Desde que asumió como presidente del partido, en lugar de Luis Alberto Lacalle, Heber ha procurado reinsertar a esa colectividad (nuevo diálogo con la central de trabajadores, las organizaciones sociales, las ONG), disputa sobre «el modo de interpretar el pasado» tanto con los colorados como con la izquierda. La creación del «Muro de los Servidores», en la sede central partidaria de la Plaza Constitución, donde figuraran todos aquellos que sufrieron represalias por luchar con la última dictadura (1973-1985), es una demostración de esta voluntad. Reivindicar la divisa blanca como la primera y más en sintonía con el afianzamiento de las instituciones en los comienzos de la República, es otro rasgo de este nuevo enfoque.

En pocas semanas los pasos dados por Heber implicaron un cambio respecto al estilo de Lacalle, que después de dejar su cargo y prometer no ser candidato presidencial para 2014, viajó, y a su retorno, en lo único en que se ha concentrado es en golpear al gobierno desde un movimiento que busca bajar la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años, surgido en filas coloradas y hábilmente liderado por Pedro Bordaberry en su primer tramo. Lacalle intenta opacar a Bordaberry, conduciendo él esta herramienta agitativa que le da protagonismo, ante un tema tan sensible como es el de la seguridad pública.

En la semana, Jorge Saravia, disidente del Frente Amplio, intervino oficialmente en una sesión del Directorio y se convirtió en el senador número 10 de los blancos. En realidad fue un retorno a sus orígenes, pero en otras condiciones: con los votos del hoy presidente José Mujica, Saravia llegó a la Cámara Alta en 2004 y en 2009, en una lista sábana (quinto lugar). Discrepante con actitudes del FA, hoy lidera una fracción que procura situarse en el espacio de la izquierda blanca.

El líder de Alianza Nacional, Jorge Larrañaga, un poco al margen de todos estos movimientos, aguardó casi hasta el final de la semana para lanzar un misil con cabezas múltiples. En un duro documento formuló doce objeciones a los que se movilizan juntando firmas de las personas que sienten miedo y quieren aplicar el Código Penal a los jóvenes desde los 16 años, al considerar que detrás de todo esto, existe un cálculo político feroz y un oportunismo insolidario. Con sus dichos, Larrañaga castigó sucesivamente a Bordaberry y a Lacalle. Le respondieron, inicialmente los colorados, considerándolo como poco respetuoso.

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