Astori, con su solvencia, hizo corta una sesión que otros querían alargar

El nuevo catastro de Montevideo y Canelones sigue el rumbo trazado

A veces, las crónicas parlamentarias hay que comenzarlas por el final. Este ha sido uno de esos casos.

Pocos minutos antes de que culminara la sesión de la Comisión Permanente del Poder Legislativo, durante la cual el ministro de Economía informó acerca de un nuevo catastro en Montevideo y Canelones, ocurrió algo inesperado, un poco teatral. Luis Alberto Heber (Herrerismo), como montado en un alazán que corcoveaba bajando la cuchilla, arremetió contra el enfoque técnico dominante hasta entonces; a grito de rebeldía pura, gesticulando desproporcionadamente, saludó con cierta ironía la solvencia técnica de la exposición de Astori pero recordó que lo que se trataba era, al fin, «una cuestión política». Al contar con el silencio del ministro, cuyo leve cabeceo (de aburrido) tomó como un asentimiento, se entusiasmó aún más en su discurso de barricada: «Nosotros creemos que los ciudadanos están indefensos frente a este gobierno de mayorías absolutas, y se verán afectados por una catarata de aumentos tributarios debido a que las adecuaciones son siempre a la suba, porque acá todo es burocracia»; enardecido, le preguntó a Astori si había entendido bien unas cifras que el ministro había dado ­de 200.000 padrones de Montevideo, 60.000 se mantendrán en su valor actual o bajarán-, a lo que su interlocutor, ahora sí, asintió: «¡Quiere decir que 140.000 padrones van a aumentar su valor catastral!», gritó el senador blanco, ya al borde de una pataleta, interpretando (con libertad muy audaz) que se le había dado la razón.

Luego que Pablo Alvarez (Espacio 609), con una serenidad sorprendente, tratará de explicarle a Heber que se había excedido y estaba equivocado, proporcionándole números abundantes y simplificándole argumentos ya expresados durante la sesión, fue el propio ministro de Economía quien cerró la cuestión con un estilo digno de un Betrand Russell: cuando uno escucha exposiciones como la que acaba de hacer el senador Heber, llega a comprender el verdadero valor del silencio.

No obstante, consintió, tomándose los últimos y escasos minutos de una sesión que languidecía sin remedio, en reiterar lo central de su informe, que sonó como un pesado contenedor que se hubiese desplomado sobre alguien distraído.

 

Cardoso al ataque

Abierta la sesión, José Carlos Cardoso (Herrerismo) confesó, de pique, cual poseedor del dos de la muestra, su preocupación por las noticias trascendidas acerca del nuevo reaforo de las propiedades inmuebles de Montevideo y Canelones, el que, a su juicio, habría seguido criterios políticos y no técnicos. «Por tanto ­denunció, elevando su voz de bajo un tanto rasposa- esto es una discriminación que beneficia a unos y perjudica a otros».

A continuación, sugirió que ese reaforo tendrá más consecuencias para los contribuyentes, ya que la corrección del valor real de los inmuebles urbanos y suburbanos afectará el cálculo de otros impuestos, como el de Primaria y el del Patrimonio. Cuestionó la equidad de las tres zonas en que se dividen las propiedades de la capital para la fijación de su valor real. Luego se lamentó de que el Parlamento no hubiese sido informado de que, paralelamente a la Reforma Tributaria, se iba a aplicar un nuevo catastro, ni de que el resultado final implicaría un incremento promedio del 30%. Y no conforme, pese al aluvión de cuestionamientos que desplazó hacia Astori, mandó al frente a su rostro atabacado, al borde de la congestión, a fin de criticar el escaso tiempo otorgado a los propietarios para notificarse de los nuevos valores. «Si en Montevideo hablamos de alrededor de 200.000 propietarios ­calculó con rapidez de buen maestro de Rocha-, en el tiempo que les fue concedido tendrían que haber comparecido en las oficinas correspondientes entre 8.000 y 10.000 propietarios por día». Cerrando al fin, calificó a esto de abuso, de falta de respeto del Estado a los contribuyentes, y afirmó que se había incumplido con varios requisitos del Código General del Proceso.

 

La aplanadora Astori

Astori ­vestido con impecable traje claro (aunque el oscuro lo favorece) y acompañado por el infaltable subsecretario Bergara y dos asesores tributarios-, dividió su exposición en tres partes: los objetivos de la Dirección General de Catastro, los trabajos realizados en Montevideo y Canelones y los aspectos estrictamente tributarios.

Sobre la primera parte, informó que la idea es iniciar un proceso, cambiando lo que se ha hecho en el país durante los últimos cuarenta años, por el cual se pueda mantener actualizados los valores de los inmuebles urbanos y suburbanos: «Si no se actualizan, se mantienen diferencias que no son justas para nadie. Si queremos un sistema tributario equitativo, no debe haber desigualdades notorias en una misma manzana, como ocurre hoy».

A esta altura ­sin dudas un momento muy didáctico de la sesión- pudo advertirse que Carlos Baráibar (Asamblea Uruguay), cómodamente repantigado en el sillón central y pese a que hablaba el líder de su grupo, dormía un conmovedor sueñito que, por fortuna, fue breve. Y no roncó (doy fe).

Astori, imperturbable ante el sueño presidencial (al que pudo haber considerado militante), siguió de largo. Detalló que en Montevideo los trabajos de Catastro, en una lenta búsqueda de actualización y homogeneización de los valores, se iniciaron en 1990. No ocultó que se ha tratado de una tarea compleja, ya que esos valores reales databan de 1961 y han sido actualizados sólo por vía de la aplicación de coeficientes fictos, manteniendo «una terrible distorsión». El ministro se apoyó una vez más en la claridad: «Esto recién se empezó a corregir ahora». En cuanto a Canelones, precisó que en 2002 la Intendencia, por convenio, reaforó la Ciudad de la Costa. Esos valores, debido a la crisis del dólar, quedaron fuera de todo vínculo con la realidad. Pero el reaforo en el resto del departamento, en cambio, se había producido entre 1978 y 1981, por lo cual la relación es, en la actualidad, absolutamente inequitativa.

El trabajo de Catastro en Canelones está procurando hoy, asimismo, resolver esa inequidad, así como actualizar y homogeneizar todos los valores reales.

Posteriormente, Astori, aludiendo a las cuestiones que más inquietan a los ciudadanos (y a Cardoso, está claro), dijo, concluyentemente, que el aumento general del valor real de las propiedades en Montevideo será del 2%, y en Canelones, donde algunos valores «tienen una depresión difícil de entender», del 20%. Sin hesitar, zambulléndose en una extensa explicación técnica repleta de cifras y alusiones a impuestos y a la Reforma Tributaria, que lanzó con elegancia casi aristocrática y seguramente académica sobre Cardoso, el ministro confirmó que no habrá ninguna incidencia relevante de los reaforos en el resto de los impuestos vigentes.

Finalmente, dijo que el emplazamiento a los propietarios para su notificación ha respetado lo que establece la ley vigente. Con una brevísima sonrisa ladeándole apenas la boca, Astori sugirió que si esa ley era inconveniente, o se entendía desactualizada, donde se podía cambiar era en el parlamento, no en Economía.

 

La bocha pica despareja

A continuación, se perdió un poco el tino. O el orden. Cardoso insistió: aun ese 2% de aumento de los valores reales en Montevideo generará otros incrementos tributarios en cascada. Carlos Moreira (Alianza Nacional), más contenido verbalmente que ayer y sin gallos, desparramó elogios sobre la solvencia técnica de Astori pero, sin embargo, dijo que las preocupaciones de Cardoso «tienen fundamento». Washington Abdala (Foro Batllista), con una corbata roja al borde del estallido, y estirando como pocas veces el labio inferior hacia afuera, afirmó que la división por zonas de las propiedades en Montevideo es injusta y que él ha visto diferencias disparatadas, en una misma cuadra, también en barrios como Peñarol. Richard Charamello (Alianza Nacional) se mostró preocupado por C
anelones (la patria chica tira) y repitió que los aumentos serán muy importantes y podrían afectar el futuro de la construcción, sobre todo en Ciudad de la Costa. Y, cómo no, volvió Cardoso, ¿resucitado el mismo día?, exasperado por la poca y mal realizada información de todo lo nuevo a la población.

Astori ­desplazando una mirada que intentaba ser comprensiva sobre Bergara, que ya tomaba su tercer cortado sin azúcar (¡bien, al fin un régimen!) ni cucharita- intentó que se le entendiera. Pidió disculpas ­sonó cual fino sarcasmo- porque suponía que no había sido claro y asumió que debía pecar de repetición: la información a los propietarios respetó la letra de la ley, pero no se opone a reiterarla, mejorada; no habrá cascada alguna de aumentos de otros tributos por el reaforo; en Montevideo el aumento general será del 2%; en Canelones subirá al 20% general, pero en Ciudad de la Costa habrá un descenso promedio del 25%; se seguirá con el desdoblamiento entre valor-terreno y valor-finca porque, cuando se tiene un plan claro hacia adelante, es lo mejor; y las nuevas construcciones serán medidas según afinados criterios técnicos que eliminan toda posibilidad de desagradables sorpresas para los propietarios.

Luego vino la intervención de Heber y todo lo demás contado al principio.

Obviamente, los blancos quedaron como envenenados: enhiesto su derecho al pataleo, pero, ¡milagro!, sin nada más que decir. Abdala dejó de estirar su labio inferior, sonrió canchero y advirtió que había llegado la hora de hacer mutis por el foro (el batllista, supongo).*

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