Mirador mundial

El legado de Eric Hobsbawm

Eric Hobsbawm

A los 95 años acaba de fallecer en Londres Eric John Hobsbawm, el más importante historiador marxista de la segunda mitad del siglo XX y de comienzos del siglo XXI. Es una figura que en este campo quizá no tenga parangón en nuestra época. Deja un legado impresionante, uno de cuyos aspectos cardinales es la afirmación de la vigencia del marxismo, su vitalidad y su necesaria renovación a la luz de los nuevos tiempos. Del marxismo como concepción general y como método de análisis e investigación. Es el que utilizó de manera fecunda en una obra muy vasta y polifacética, prolongada hasta su último aliento, al extremo de que se anuncia la publicación de un manuscrito póstumo para el año entrante.

De esta obra se destaca la trilogía configurada por La era de la revolución (1789-1848), La era del capital (1848-1875) y La era del imperio (1875-1914), seguida de la paradigmática Era de los extremos. El breve siglo XX, que inicia con la primera guerra mundial de 1914-1918 y la revolución rusa de 1917 y concluye en 1991 con el desmoronamiento de la Unión Soviética y del campo socialista del este europeo. Otros de sus libros publicados son: De la revolución industrial inglesa al imperialismo, Ocupaciones de tierras por los campesinos, La línea de Moscú y la política de la Internacional Comunista, Rebeldes Primitivos (este libro tiene un capítulo, el X, titulado Anatomía de la violencia en Colombia, que se leía en ese país en la época del sacerdote Camilo Torres, cofundador del ELN), Los trabajadores y los mundos del trabajo, Naciones y nacionalismos desde 1780, e incluso una monografía sobre el jazz, una de sus grandes pasiones, publicada en 1993 en Nueva York bajo el título “The Jazz Scene”. Sus últimas obras son: Entrevista sobre el siglo XXI, el ensayo autobiográfico Años interesantes. Una vida en el siglo XX y Guerra y paz en el siglo XXI.

Miembro del Partido Comunista británico desde 1936 hasta casi 1991, integrante del calificado grupo de historiadores británicos, nacido en Alejandría, Egipto (bajo protectorado británico) el 9 de junio de 1917, hijo de una familia judía de padre inglés y madre austríaca, el joven Eric creció en Viena y en Berlín, de donde se marchó a Londres en 1933 coincidiendo con la llegada de Hitler al poder. Tras doctorarse en la Universidad de Cambridge, ejerció el profesorado en el Birckbeck College de Londres (en el que posteriormente pasó a desempeñar una función directriz) y se consagró como profesor visitante en Estados Unidos en diversos períodos, particularmente en la Universidad de Stanford, en California.

Su conocimiento de la obra de Marx se inició como adolescente en Berlín. Después fue temprano traductor al inglés de los Grundrisse de Marx y director de la revista Marxism To-Day, y antes de Past and Present, editadas en Gran Bretaña. La citada obra de Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (1857-1858), contiene un capítulo titulado Formaciones económicas precapitalistas y el mismo ha sido editado con una extensa introducción explicativa redactada por Hobsbawm, y en esas condiciones circula en español en una edición de Siglo XXI.

Con motivo de su fallecimiento, el diario británico The Guardian reprodujo una de sus últimas entrevistas, efectuada por el periodista Tristam Hunt. La misma tiene aspectos entrañables. Cuenta que Hampstead Heath, en la zona arbolada del norte de Londres, se enorgullece de su papel destacado en la historia del marxismo. Es allí donde los domingos Karl Marx llevaba a su familia hasta Parliament Hill, recitando en el camino a Shakespeare y Schiller, para pasar una tarde de picnic y poesía. Los días de semana se reunía con su viejo amigo Friedrich Engels, que vivía cerca (yo estuve frente a su casa), para hacer una caminata a paso ligero por el monte, donde reflexionaban sobre la Comuna de París, la Internacional y la naturaleza del capitalismo. Hoy -dice más adelante- sobre una calle lateral que sale del monte, la tradición marxista sigue viva en la casa de Eric Hobsbawm. “Al hablar con Eric en la espaciosa sala de estar, llena de fotos familiares, honores académicos y toda una vida de objetos culturales, se percibe una sensación casi tangible de conexión con estos hombres y su memoria”.

En dicha reciente entrevista, Hobsbawm habla del resurgimiento de Marx en esta época de crisis capitalista. Cuando las bolsas se desplomaban, el London Times proclamaba que “Marx ha vuelto” y Sarkozy era fotografiado hojeando Das Kapital (que pasaba a integrar la lista de los libros más vendidos en Alemania), el Papa Benedicto XVI elogiaba “la gran habilidad analítica” de Marx, que había resucitado en las universidades, los debates y las editoriales. Cita también la opinión del financista George Soros sobre Marx.

En esos casos Hobsbawm definía el marxismo en términos de lucha continua por la dignidad humana. Dice también que en América Latina se siente como en su casa porque sigue siendo el lugar el mundo donde la gente todavía habla y dirige la política con el lenguaje de socialismo, comunismo y marxismo. Pone el ejemplo de la izquierda en el Brasil, donde se ha constituido un partido basado en una alianza de trabajadores, los pobres en general, intelectuales, ideólogos y distintos tipos de izquierdistas, “que ha producido una coalición gobernante asombrosa; y no se puede decir que no sea exitosa, ya que después de ocho años de gobierno el presidente saliente cuenta con niveles de aprobación del 80%”.

Este concepto se reprodujo en junio pasado, cuando celebró sus 95 años con una cena, a la cual varios personajes enviaron sus mensajes, Lula entre ellos. Hobsbawn aprovechó la ocasión para calificarlo como “el hombre que ayudó a cambiar el equilibrio del mundo”.

Reveló asimismo que la United Airlines le solicitó un artículo sobre el Manifiesto Comunista para insertarlo en la revista que distribuye a sus pasajeros (lo que se cumplió), y ello trae a colación la participación de Hobsbawm en la celebración internacional de los 150 años del Manifiesto Comunista efectuada en París del 13 al 16 de mayo de 1998. Ésta se constituyó en la más importante reunión ideológica de la izquierda -en calidad y en cantidad- desde la brusca retrogradación de la situación internacional sufrida a comienzos de la década. Lo más valioso del pensamiento marxista mundial, todas y cada una de las corrientes de izquierda, dijeron presente en esas cuatro intensas jornadas, desarrolladas en la Biblioteca Nacional de Francia, en la Sorbona y en dos barcos anclados en el Sena. En ese encuentro resultó evidente que se requería una gran labor internacional y una actividad sistemática de numerosos participantes de las más diversas esferas para emprender colectivamente la tarea inaplazable de renovación y actualización del marxismo El encuentro de París se constituyó en un respuesta colectiva al intento del pensamiento único de adueñarse del mundo de las ideas. Como allí se señaló, en la búsqueda de una alternativa al capitalismo y de un proyecto de emancipación humana pueden unirse en torno a Marx todas las corrientes llamadas a enfrentar al neoliberalismo y a sus expresiones en el terreno ideológico. En esa dirección se constituyó el Espacio Marx Internacional. Hobsbawm fue activo participante en esta iniciativa internacional, surgida de esa reunión con 1.500 participantes de 66 países de todos los continentes.

Varios uruguayos tuvimos una visión directa de esas actividades. En ese encuentro participamos conjuntamente con Juan Grompone y Daniel Olesker. Al congreso anterior, denominado Marx Actuel, del 27 al 30 de setiembre de 1995, también en la capital francesa (La Sorbonne y la Universidad de Nanterre, Paris-X) yo había acompañado a José Luis Massera, que en este caso no pudo participar. No obstante, uno de los puntos altos del encuentro fue la presentación de la recopilación de Lucien Sève, recién salida de la imprenta, titulada Sciences et dialectiques de la nature, en que figura Massera como co-autor, con su trabajo Reflexiones de un matemático sobre la dialéctica, luego muy difundido en Uruguay. Después de ese último encuentro, editamos un hermoso volumen titulado “150 años del Manifiesto Comunista. Recopilación de documentos y comentarios actuales” que contiene: el texto del Manifiesto y todos sus prefacios (tres de Marx y Engels y cinco de Engels solo), antecedido por el documento llamando a constituir un Espace Marx International y seguido de intervenciones destacadas, en primer lugar de las cuales figura precisamente la de Hobsbawm, que corre de la página 73 a la 93; luego viene la ponencia de Samir Amin. Es un documento de enorme interés, dividido en cinco capítulos breves, que historia todas las vicisitudes de las publicaciones de este histórico documento, lo analiza a la luz de las nuevas realidades del fin de siglo y plantea las perspectivas del próximo futuro.

Hobsbawm intervino también en el acto de apertura de ese evento, que tuvo lugar el 13 de mayo en la Biblioteca Nacional de Francia y fue inaugurado por el presidente de la misma, Jean-Pierre Angrémy y la coordinadora del encuentro, Francette Lazard. Después de Hobsbawm hablaron la dirigente de los trabajadores municipales de Nueva York, Charlène Mitchell, el dirigente del PT brasileño Marco Aurelio García, la activista por los derechos humanos en Francia Madeleine Rébérioux, un representante de Israel y otro del Líbano, Chittabbrata Majumdar, de la India, y el francés Georges Labica, autor de un exhaustivo Dictionnaire critique du marxisme, publicado al año siguiente.

Unos meses después del encuentro de París, Hobsbawm visitó Buenos Aires y provocó una verdadera conmoción. Allí habló sobre la crisis mundial, el estado actual de las concepciones neoliberales, emitió una condena tajante a la “tercera vía” de Tony Blair y reiteró la vigencia del marxismo. En la ocasión se relanzó su libro sobre el siglo XX, que conoció un verdadero boom en la capital argentina y pasó a ser texto de estudios universitarios. Incursionó en un tema en alto grado polémico, que caracterizó como “el saldo positivo histórico de la experiencia comunista” y lo sintetizó en tres planos: 1) el papel decisivo de la Unión Soviética en la victoria antinazi, ya que “sin el Ejército Rojo y el comunismo, Europa no hubiera vencido a los nazis”, destacando a la vez el papel de los comunistas en la resistencia de los pueblos contra el fascismo; 2) esta experiencia determinó reformas en los regímenes capitalistas en el sentido del Estado de Bienestar, debido “en gran parte al miedo del Estado liberal a la revolución social”, de modo que el socialismo funcionaba como un “umbral ético”, una alternativa que obligaba a los Estados a ciertas compensaciones sociales; 3) contribuyó decididamente, y por varias vías, a la liquidación del colonialismo en continentes enteros. En el libro afirma que “la Revolución de Octubre produjo, de lejos, el más formidable movimiento revolucionario organizado de la historia moderna”.

Este “saldo positivo histórico de la experiencia comunista” no va en detrimento de su crítica frontal y contundente al stalinismo, que en “El breve siglo XX” llega al extremo. Por ejemplo, dice que “Stalin era un autócrata de ferocidad, crueldad y falta d escrúpulos excepcionales, podría decirse únicos. Pocos hombres manipularon el terror en escala más universal. No cabe duda de que bajo otro líder del Partido Bolchevique los sufrimientos de los pueblos de la URSS se hubieran minimizado” (página 371 de la edición brasileña de Companhia das Letras). Más adelante dice que “el sistema stalinista transformó a los campesinos en siervos” y en la página siguiente señala la enorme burocratización del aparato estatal y que “la colectivización compulsiva de las haciendas cooperativas y estatales continuó siendo desastrosa”. También se refiere a los aspectos ideológicos (“despolitizó a la población en un grado espantoso”, página 384) y a la estagnación teórica (affaire Lysenko).

El doctorado honoris causa de la Universidad*

En ese libro se encuentran varias referencias a Uruguay. En la página 115 dice que “la hoy olvidada ‘Suiza de América’ y su única democracia verdadera es Uruguay” (frase que le gustaba citar al ex presidente Sanguinetti). Lo reitera en la página 430 en que menciona a Uruguay como “el único país sudamericano que podía ser descrito como una verdadera democracia duradera” (aunque se equivoca en la fecha del golpe de estado de 1973, que ubica en 1972). En la página 196 nombra a Gardel como representante del “tango argentino” y unas líneas más adelante recuerda que Uruguay ganó la Copa Mundial de Fútbol en 1930 y ese deporte se volvió universal.

Pero su contacto más importante con Uruguay fue sin duda la visita que realizó en ocasión de serle entregado el título de doctor honoris causa de la Universidad de la República, en ceremonia realizada en el Paraninfo el 21 de julio de 1999, coincidiendo con la conmemoración de los 150 años de la instalación de nuestra mayor casa de estudios. La propuesta fue adoptada por unanimidad por el Consejo Directivo Central de la Universidad a propuesta de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En esa instancia también fueron distinguidos el director general de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, y (por conexiones electrónicas) el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer y el ex presidente de Sud África, Nelson Mandela.

En el acto del Paraninfo hicieron uso de la palabra el rector Rafael Guarga, que entregó la distinción a Hobsbawm, y el director del Instituto de Ciencias Históricas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Carlos Zubillaga. Todos los datos están registrados en la Memoria del Rectorado 1998-2006 y el CD que lo acompaña, los cuales abarcan los dos períodos consecutivos a cargo del Dr. Guarga. También quedó para la historia la conferencia dictada por Hobsbawm, quien comenzó por recordar, en esta su primer visita a Montevideo, algunas de las grandes referencias inglesas sobre Sudamérica, empezando por Darwin, siguiendo por Bates y sobre todo La Tierra Purpúrea de W.H. Hudson. Dijo que los ingleses conocían el nombre de Fray Bentos, que figuraba en las latas de corned beef (del Frigorífico Anglo de la capital de Río Negro). Aludió también a la tradición de democracia del Uruguay “dramáticamente interrumpida en los años setenta”.

El centro de su disertación estuvo dedicado a exponer las ideas básicas de su última obra en aquel momento, la Historia del breve siglo XX (del año 1994) y a examinar en qué medida sus tesis se habían cumplido en los siguientes cinco años. Es un análisis descarnado que sintetiza en estos términos: “El mundo es hoy un sitio más peligroso que cuando yo terminé mi libro. El abismo que se profundiza dramáticamente entre ricos y pobres, y entre países ricos y países pobres, lo hace no solamente más peligroso sino también más injusto”. Sin embargo, concluyó con una nota de esperanza. “Se advierten signos de que los valores de la ilustración, la razón y la civilización pueden resurgir después de un siglo de barbarie. En mi calidad de historiador cuyo libro ha arrojado una mirada en cierto modo pesimista sobre la nueva centuria, me complace concluir mi conferencia con una nota de moderado optimismo. Y, puesto que las universidades están dedicadas a estos valores, es mayor aún mi felicidad por hacerlo en esta ocasión, en que su universidad celebra 150 años cumplidos en su defensa”.

En sus obras posteriores, Hobsbawm destacó el papel que están desempeñando los nuevos gobiernos de izquierda y fuerzas sociales en América Latina, en el cuadro de la crisis mundial, valga el ejemplo ya citado de Brasil. En el prólogo de su último libro “Cómo cambiar el mundo”, de 2011, dice: “Espero que mi libro ayude a los lectores a reflexionar sobre la cuestión de cuál será su futuro y el de la humanidad en el siglo XXI”. El tema queda abierto. Y vuelve a Marx. La frase que culmina la obra es: “Una vez más, ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx”.

Niko Schvarz
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