Analisis Intenacional

Chechenia es igual a Kosovo

Parece una sangrienta paradoja. Pero es sobre la base de la masacre de los chechenos que piensa asegurar su victoria en las elecciones presidenciales anticipadas al 26 de marzo frente a quienes se perfilaban como principales opositores: el ex primer ministro Evguenni Primakov y el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov.

La última maniobra de Yeltsin

El Partido Unidad fue creado desde el poder para las elecciones legislativas del 19 de diciembre, en que emparejó a los comunistas y proyectó a una permanencia de 5 años en el Kremlin a Putin, el delfín de Yeltsin.

Este no tiene otro antecedente que su dilatada actividad en la sombra de los servicios secretos y el apoyo de las fuerzas armadas. Desde 1975 fue oficial del KGB en la República Democrática Alemana hasta su desaparición (1990). Su papel era de segundo orden. De vuelta a su país, recién aparece públicamente en Moscú después de las elecciones de 1996, con Anatoli Chubáis como primer ministro. A partir de ahí su carrera es meteórica. En mayo de 1998 pasa a ser jefe adjunto a la administración presidencial y jefe del Directorio de Control, organismo asesor de la presidencia; y en julio vuelve al KGB (que ahora se llama Servicio Federal de Seguridad, SFS) pero como director. Cuando en marzo de 1999 ocupa además, acumulando funciones, el cargo de secretario del Consejo Nacional de Seguridad, tiene entre sus manos un poder enorme. De ahí lo toma Yeltsin para transformarlo en primer ministro en agosto y el 31 de diciembre en presidente interino y próximo aspirante presidencial.

No sin antes reunirse, claro está, con la logia de los mandos militares superiores, constituida por el ministro de Defensa, mariscal Igor Serguéiev, y los generales Vladimir Rushaílo (ministro del Interior), Serguei Shoigú (responsable de situaciones de emergencia), Anatoli Kvashnin (jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas) y Serguei Ivanov (secretario del Consejo Nacional de Seguridad).

El acto formal de traspaso de mando por parte de Yeltsin consistió en la entrega a Putin del maletín de control nuclear, lo que automáticamente convierte a éste en jefe de todas las fuerzas armadas. Varios comentaristas expresan el temor de que Rusia se encamine a una etapa de militarización sin precedentes.

El «halcón del conflicto checheno»

Por lo pronto, Putin demuestra que tiene bien ganado el calificativo de «halcón del conflicto checheno». Su objetivo es ganar la guerra –o sea, arrasar la república– antes del 26 de marzo. Declaró que las tropas rusas perseguirán a los chechenos «hasta abajo de la cama» para «hacerlos fiambre». Gorbachov anticipó que «Putin hará cualquier cosa para ganar la guerra en Chechenia a cualquier precio, sin importarle el número de muertos». En este sentido, hoy como ayer Putin endilga el mote de «terroristas» a un pueblo entero que brega por un destino autónomo y resiste las imposiciones hegemónicas de Moscú. En las últimas semanas, se intensificaron las operaciones militares rusas en represalia a atentados dinamiteros contra varios edificios en Moscú, que costaron la vida a 300 personas y fueron atribuidos a «fanáticos musulmanes» (que, dicho sea de paso, son varias decenas de millones en la ex Unión Soviética); pero ahora surge la presunción de que las explosiones fueron obra de los propios servicios secretos rusos (en una suerte de versión sui generis del incendio del Reichstag). Tal es la versión del matutino británico The Independent, basada en las declaraciones de un oficial del Servicio de Seguridad ruso –justamente– capturado en la frontera entre Chechenia y Daguestán.

El ejército ruso, con gran superioridad de fuerzas, actúa con una crueldad inaudita. Multiplica las víctimas entre la población civil mediante bombardeos indiscriminados. Se ha denunciado el fusilamiento, en campos de detención del ejército ruso en territorio ocupado, de no menos de 700 chechenos, cuyos cadáveres fueron rociados con ácido y cal viva para hacerlos desaparecer. No obstante, las fuerzas ocupantes encuentran una resistencia encarnizada.

Poblados aledaños a la capital cambiaron de manos varias veces y el ejército ruso sufre bajas importantes.

Hay que tomar en cuenta que ésta es la segunda guerra contra Chechenia. La proclamación de la independencia de este país en 1991, llevando al poder al general Dzhojar Dudaev, motivó un bloqueo económico de parte de Rusia, y desde diciembre de 1994 una intervención militar ordenada por Yeltsin, que provocó miles de muertos y la destrucción completa de la capital. El 12 de mayo de 1997 Yeltsin firmó un acuerdo otorgando autonomía a Chechenia, pero reanudó la guerra el 23 de setiembre de 1999.

Entran en los cálculos de Moscú los países y regiones fronterizos con Chechenia, dotados de importantes poblaciones islámicas: Ingushetia y Daguestán, y también Georgia, base de apoyo logístico a los independentistas. En el fondo está en juego el dominio de la estratégica región del Cáucaso norte.

Kosovo en la mira

Salta a la vista el paralelismo entre la actuación del ejército ruso y la de las tropas yanquis y de la OTAN en Kosovo, cuyos habitantes fueron masacrados a lo largo de 11 semanas de bombardeos que hicieron polvo escuelas, hospitales, puentes y viviendas, reduciendo a cenizas gran parte de Pristina, capital de esta provincia serbia. A fines de noviembre pasado fue allí Clinton a pavonearse por este acto de genocidio acometido bajo la batuta de Estados Unidos. Pero la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) reconoce que hoy impera en Kosovo «el deseo de venganza» de los albano-kosovares contra los serbios, víctimas de la vendetta a vista y paciencia de las tropas de ocupación, al punto de que de los 21 mil serbios que residían en Pristina no queda ni un millar.

El ex Ejército Rojo

Ayer Putin acordó movilizar todo el poderío del Ejército ruso contra Chechenia.

Este es el papel a que se condena a los herederos del Ejército Rojo, formado en el fragor de la revolución de octubre, que derrotó a la contrarrevolución blanca y a las 14 potencias invasoras y que en la II Guerra Mundial, al cargar sobre sus hombros el peso principal de la contienda, libró a su país y al mundo del milenio nazi preconizado por Hitler.

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