El robo de las manos del general y la desaparición del cuerpo de su esposa

Evita y Juan Perón, casos de la necrofilia política

El mayor líder político que tuvo el país sudamericano murió el 1 de julio de 1974, a los 78 años, mientras cumplía su tercer mandato presidencial y luego de un largo exilio que vivió fundamentalmente en España.

Su cadáver fue velado en el Congreso Nacional para que miles de personas pudieran despedirlo y ahora descansa en el cementerio público de la Chacarita en la capital argentina, desde donde este martes será trasladado a un mausoleo construido especialmente en San Vicente, en la provincia de Buenos Aires.

Juan y Eva solían pasar fines de semana en la residencia de San Vicente, un lugar de amplios jardines y una casona colonial transformada en museo.

Sin embargo, pareciera que ninguno de los cuerpos del más célebre matrimonio argentino pudiera descansar en paz: el viernes pasado, la tapa del féretro del ex mandatario fue liberada de las doce llaves que lo protegían para extraerle al cadáver muestras de tejido de hombro y fémur por un juicio de paternidad. Posteriormente, los restos enfundados en el uniforme militar fueron trasladados a otro ataúd, con el cual será trasladado a lo que se supone será su última morada.

Antes, el féretro ingresará a la sede de la central obrera CGT, lugar donde fue velada Evita durante días para permitir que pudieran despedirla los ‘descamisados’, como ella llamaba a los trabajadores.

El cadáver de Perón, que no fue embalsamado sino infiltrado con conservantes especiales, fue objeto el 1 de julio de 1987 de un hecho escabroso, cuando desconocidos profanaron su tumba, cercenaron sus manos y se las robaron.

Lo que sucedió esa noche sigue siendo un enigma. La justicia no logró establecer responsabilidades y las hipótesis van desde la posibilidad de que necesitaban las huellas digitales para abrir una caja de seguridad hasta un castigo masónico o una venganza de la Logia Propaganda 2 (P2).

Sin embargo, las vicisitudes del líder no guardan relación con el largo y macabro derrotero del cadáver embalsamado de la bella y temperamental Evita, fallecida de cáncer en 1952, con sólo 33 años.

Los restos de la ‘Abanderada de los Humildes’ resultaban incómodos para los militares que derrocaron a Perón en 1955 y pensaron que hacerlos desaparecer iba a evitar el peregrinaje y la resistencia de sus seguidores.

Así fue que secuestraron el cuerpo, lo sacaron del país en secreto y lo sepultaron en un cementerio en Roma con un nombre falso y bajo la custodia del Vaticano.

«El cadáver de Evita es el primer desaparecido de la historia argentina.

Durante 15 años nadie supo dónde estaba. El drama fue tan grande que su madre (Juana Ibarguren) clamaba de despacho en despacho pidiendo que se lo devolvieran», recordó Tomás Eloy Martínez en su libro «Santa Evita».

«Pareciera -dice el autor- que en Argentina hubiera como una especie de instinto fatal de destrucción, de devoración de las propias entrañas. Una veneración de la muerte».

El 29 de mayo de 1970, durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía, volvió a instalarse públicamente el tema del cadáver de Eva, cuando se informó que un grupo armado desconocido había secuestrado al general Pedro Eugenio Aramburu.

El hecho resultó ser el lanzamiento de Montoneros, con Mario Firmenich y Norma Arrostito a la cabeza.

La organización justificó el secuestro al recordar que Aramburu había sido el cerebro y artífice del golpe contra Perón, del robo y desaparición del cadáver de Evita y de los fusilamientos de militares que resistieron el quiebre institucional del 55.

Un puñado de jóvenes veinteañeros sometió a juicio al militar el mismo día del plagio y lo ejecutó 24 horas después.

«El cuerpo de Aramburu solo será devuelto luego de que sean restituidos los restos de Evita», sostuvo Montoneros en un comunicado de prensa, subiendo la apuesta en el derrotero necrofílico argentino.

El 17 de noviembre de 1974, menos de dos horas antes de que llegara el avión con los restos de Eva desde Europa, el ataúd con el cuerpo de Aramburu fue hallado dentro de una camioneta abandonada en la capital argentina. *

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