«La pedofilia no mata a nadie, el aborto sí», dice este sacerdote

El sacerdote católico Richard Bucci, párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón en West Warwick, en el estado de Rhode Island, saltó a la fama hace unos días en EE.UU. cuando anunció que los 44 legisladores estatales que votaran a favor de una Ley de Privacidad Reproductiva estatal no recibirían la comunión en su parroquia. También prohibió que estos sean testigos o padrinos de casamiento en su templo, en «defensa de dos mil años de enseñanzas católicas».

Esta ley, sancionada en mayo de 2019, garantiza el derecho al aborto en Rhode Island. 

Pero el prelado decidió superarse a sí mismo en unas declaraciones a la radio WJAR de Massachusetts. Cuando se le preguntó por la crisis de abusos sexuales que ha estado enquistada por décadas en la iglesia católica, disparó esto sin miramientos: «No estamos hablando de ningún otro problema moral, donde algunos pueden hacer una comparación entre pedofilia y aborto. La pedofilia no mata a nadie y esto sí lo hace».

El sacerdote, de 72 años de edad, insistió en su defensa cerrada de la ortodoxia católica, al señalar que se rige por “la enseñanza de la Iglesia: la Ley Canónica de la Iglesia, el Concilio Vaticano II y el Primer Catecismo de la Iglesia. No sé qué más evidencia debería presentar».

Indignación y rechazo

Su defensa a la pedofilia y su satanización del aborto cayeron como una piedra en los colectivos feministas de Rhode Island e incluso ha resonado más allá de su estado.

La legisladora estatal Carol Hagan McEntee afirmó que “cuando dice que la pedofilia no mata a las personas, bueno, claramente no lo entiende», y agregó que Bucci debería «haber venido al recinto y escuchar los testimonios, porque hay muchas víctimas que ya no están con nosotros. Escuchamos voces de mujeres con sus vidas destrozadas, y son de las que tienen la suerte de estar vivas».

“La Iglesia Católica necesita mirarse a sí misma y preguntarse por qué están cerrando iglesias y perdiendo fieles”, agregó la legisladora Julie Casimiro. «Primero tienen que poner su propia casa en orden».