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Obtener asilo en EE.UU. es cada vez más difícil en la era Trump

Durante la administración del ultraconservador se ha vuelto más difícil para los migrantes conseguir asilo.

Decenas de migrantes en Querétaro, México, suben a un camión para acercarse a la frontera con Estados Unidos. Foto cortesía de Jair Cabrera Torres / Flickr
Decenas de migrantes en Querétaro, México, suben a un camión para acercarse a la frontera con Estados Unidos. Foto cortesía de Jair Cabrera Torres / Flickr

Bajo el gobierno del republicano Donald Trump se ha vuelto cada vez más difícil para un inmigrante conseguir el estatus de asilo en Estados Unidos, lo que ha forzado a muchos a regresar a sus países natales, en donde sus vidas corren peligro.

La presión de EE.UU. sobre México y Centroamérica ha obligado a muchos solicitantes a subsistir en una especie de limbo migratorio en improvisados campamentos en la frontera mexicana, a la espera de sus casos sean puestos en consideración.

Acuerdos bilaterales entre la administración Trump y sus equivalentes de Guatemala, Honduras y El Salvador obligan a los migrantes a esperar en estos tres países antes de poder solicitar asilo en suelo estadounidense o siquiera entrar.

El sueño americano imposible

Estaba sentado en un modesto restaurante de San Pedro Sula, Honduras, después de haber sido regresado a la fuerza de Estados Unidos sin siquiera la posibilidad de solicitar asilo. Había escapado de su país por temor a ser asesinado, un miedo que un día se concretó: un hombre se acercó súbitamente y le disparó en el abdomen. Tuvo «suerte» porque la bala solamente le rozó debajo de la cintura dejándole solo una cicatriz de ocho puntos. Fue al hospital, de donde le dieron de alta tras unas horas y regresó a su pequeño apartamento alquilado y a su vida a escondidas de quienes quieren matarlo.

El hombre contó al periódico Diario Las Américas cómo hace ya 20 años él y su familia vienen siendo amenazados por una poderosa banda criminal en su pequeño pueblo natal, en el interior de Honduras.

“Llevo toda la vida corriendo”, aseveró el refugiado al narrar cómo es su vida en las sombras. “Ya vendrá el día en que me conseguirán”, se lamenta.

Todo el mundo en San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante del país centroamericano, conoce los códigos y normas para entrar en algunos barrios «rojos»: hay que ir con las ventanas bajas para demostrar que no eres una amenaza, conducir solo por las calles principales y mejor salir antes de que caiga el sol.

Hay estaciones de policía en los barrios, pero la gente sabe que, lamentablemente, quienes mandan son las bandas criminales. Las pandillas vigilan las calles, atentas a las patrullas policiales gracias a una compleja red de menores de edad que trabajan en turnos las 24 horas y reportan toda actividad sospechosa.

Hay dos pandillas que dominan San Pedro Sula: la Mara Salvatrucha (también conocida como MS-13) y la Mara 18. Entre ambas, están enteradas de todo lo que acontece gobiernan las calles de forma tácita y al mismo tiempo práctica.

“Nos dijeron que sabrán dónde encontrar a mi hijo”, contó una madre en San Pedro Sula cuando ella y su esposo se quedaron sin dinero para pagar el “impuesto de guerra” que cobran las pandillas. Es una especie de tributo ilegal que cobran a los residentes y comerciantes, algo así como los que cobran las mafias italianas. Sino pagan, hay posibilidades de que el negocio aparezca incendiado con sus dueños adentro. Esta familia huyó hacia otra ciudad para salvar sus vidas pero el padre se fue en una Caravana Migrante hacia Estados Unidos: fue deportado a los pocos meses tras rechazar su solicitud de asilo. Tras un emotivo reencuentro en un lugar distinto al de las amenazas, volvieron a separarse para no ser blanco fácil de los criminales que los quieren asesinar.

La administración Trump insiste en que los centroamericanos que se encuentran amenazados sí tienen a donde ir.

“Para quienes tienen argumentos legítimos para pedir asilo, les animamos a buscar asistencia en el país vecino más próximo”, expresó el director interino de la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, Mark Morgan.

 

Si bien no todos los solicitantes cumplen con los estándares y requisitos para recibir el estatus de asilado, los activistas de derechos humanos creen que la intención del gobierno es desanimar la inmigración en general. Y los migrantes están recibiendo el mensaje porque las Caravanas Migrantes que fueron noticia mundial hasta mediados de año ya no se ven en esa escala.

Las detenciones de migrantes en la frontera entre México y Estados Unidos han disminuido en más de 70% en los últimos seis meses, comparado con 132.000 en mayo.

“El objetivo es disuadirlos. Decirles ni lo intentes porque serás deportado de vuelta”, indicó Yael Schacher, especialista en temas de asilo para el grupo Refugees International.

 

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