Salvar Venecia

Foto: Pixabay
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Es un patrimonio mundial. Nos pertenece a todos. Todos debemos colaborar para que este tesoro cultural se conserve debidamente. Igual que Notre Dame. Igual que la Amazonia. Es otro inmenso error del actual sistema plutocrático que margina el multilateralismo democrático y que pone en manos de unos pocos países –de uno sólo en realidad- la gobernanza del destino común.

Cada día se invierten en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares, al tiempo que –no me canso de repetirlo- mueren de hambre y extrema pobreza miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad. Fondos, más fondos, insaciables fondos para la defensa territorial… ¿Y qué queda para los habitantes de estos territorios? ¿Qué recursos para una vida digna en espacios tan protegidos mediante artificios bélicos progresivamente más eficaces y costosos? ¿Qué tecnologías se desarrollan para hacer frente a las catástrofes naturales, a los incendios, a las  inundaciones, a los terremotos…?

La humanidad se halla desasistida en las cinco prioridades establecidas por las Naciones Unidas -alimentación, agua, servicios de salud, cuidado del medio ambiente y educación- y en la capacidad de prevenir y de actuar frente a las amenazas globales. Con Barack Obama como Presidente, en otoño de 2015, se logró una pausa de  esperanza: tras desoír durante muchos años los consejos de los científicos para evitar el deterioro ecológico, subrayando en algunos casos el carácter irreversible de ciertos procesos, logró que los más avisados reaccionaran y suscribieran, en el marco multilateral, los Acuerdos de París sobre Cambio Climático y la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para “transformar el mundo”. Todo parecía indicar que se habían -¡ya era  hora!- reconducido las gravísimas situaciones que habían originado irresponsables gobernantes.

Pero la esperanza duró muy poco: la elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos, condujo -como era de esperar por la reconocida animadversión al multilateralismo que caracteriza al Partido Republicano de los Estados Unidos- a la exigencia, inmediatamente aceptada por el G7, de mayores fondos para defensa y a la aseveración de que no pondría en práctica los ODS ni los apremiantes acuerdos sobre cambio climático… ¡Y no hubo respuesta alguna institucional ni personal al inmenso agravio que hacía al conjunto de la humanidad el inverosímil presidente norteamericano!

Expongo todo esto para que comprendamos que salvar Venecia forma parte del viraje que debemos realizar sin demora a escala planetaria. Es inaplazable, a través de grandes clamores populares tanto presenciales como en el ciberespacio, fomentar un nuevo concepto de seguridad que atienda las prioridades ya indicadas para una vida digna y que, siempre en el marco multilateral, permita resolver la mayoría de los conflictos –como pretendieron Wilson y Roosevelt- a través de la palabra y no de la fuerza.

Por primera vez en la historia nos hallamos ante un caso inminente de responsabilidad intergeneracional, ya que debido a la ya subrayada irreversibilidad potencial de algunos procesos, la habitabilidad de la Tierra en su conjunto podría verse afectada y el histórico error de no haber sabido evitarlo recaería sobre las generaciones actuales.

Venecia se hunde… y se eleva simultáneamente el nivel del mar. Hace siglos que se desviaron ríos y se construyeron muros y grandes presas. Desde hace más de tres décadas –recuerdo las actividades llevadas a cabo por la UNESCO en los años noventa- se realizó un estudio de gran interés hidrológico para poder contener, a través de 78 diques o barreras móviles adecuadamente situadas en las entradas a la  laguna de Venecia, las “aguas altas”… El MOSE (módulo experimental electromecánico proyectado al final de la década de los ochenta) se fue perfeccionando y parecía que su puesta en práctica solucionaría la protección de la “ciudad acuática”. Una vez más, se han dedicado grandes sumas a los bombarderos y cohetes para plena satisfacción de los consorcios bélico-industriales, pero se ha demorado la puesta en práctica y eficaz funcionamiento de los diques que debían “aislar” la laguna del Mar Adriático. El sistema de compuertas se inició finalmente en el año 2003 y debía estar en funcionamiento en 2016.

¡35 millones de turistas al año! Todo el mundo, directamente o a través de los medios de comunicación, debe recorrer y disfrutar de la ciudad de los canales, uno de los más inverosímiles patrimonios culturales de la humanidad. La deriva neoliberal va acompañada de una mayor brecha social, de la única razón de la fuerza y del progresivo deterioro de la habitabilidad de la Tierra, debido a que por primera vez en la historia de la humanidad, tienen incidencia ecológica diversos aspectos propios de la actual forma de vida de casi 7000 millones de seres humanos. Es intolerable que, habiéndose alcanzado acuerdos muy importantes en 2015 sobre el Cambio Climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Presidente republicano Donald Trump siga marcando el ritmo de la vida en el conjunto del planeta sin que  nadie se oponga a sus designios. Hasta ahora. Venecia, la Amazonia, los incendios en California… pueden ser los detonantes que inicien la reacción popular. Ha llegado el momento de “Nosotros, los pueblos”. De no ser nunca más espectadores, sino actores de nuestro propio destino.02 de diciembre de 2019.

 

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