Venezuela en la agenda de Rusia

Vladimir Putin, presidente de Rusia. Foto: Kremlin.ru
Vladimir Putin, presidente de Rusia. Foto: Kremlin.ru

Estaba listo para huir de Venezuela, pero Rusia lo detuvo”, afirmó el Secretario de Estado de EEUU Mike Pompeo, “revelando” los planes de “huida” del presidente Nicolás Maduro a Cuba, presentándole no sólo como quien abandona el barco hundido, sino como una marioneta de Moscú, queriendo manchar el honor del mandatario venezolano. Lo que sorprende no es que el ex jefe de la CIA, hoy de ministro, no estuviera preocupado por dañar aún más la poca credibilidad que le queda a su gobierno y su persona después de confesar en la Universidad de Texas A&M de que “fui director de la CIA, mentimos, hicimos trampa y robamos”, sino que la prensa occidental convirtiera en titular la afirmación de un mentiroso, tramposo y ladrón, sin contrastarla. Él no es el único farsante de la Casa Blanca: según The Washington Post, Donald Trump acaba de romper la barrera psicológica de soltar 10.000 afirmaciones falsas o engañosas desde que ocupa el poder.

La verdad es la primera víctima de las guerras“, y la guerra de información, e incluso manipular las definiciones, forman parte del complot militar de EEUU para desestabilizar Venezuela: para Asesor de Seguridad Nacional John Bolton, uno de los inventores de las “Armas de destrucción masiva de Irak” en 2003, el intento fallido de Juan Guaidó el 30 de abril pasado “claramente no es un golpe de estado“, sino un esfuerzo de los venezolanos para “recuperar su libertad“. Reuters y CNN eligieron la palabra “levantamiento” y New York Times “protesta”. Pues, el artículo 508 de la Ley de Autorización de Asistencia establece que EEUU debe cortar la ayuda a cualquier país “cuyo jefe de gobierno debidamente electo haya sido depuesto por golpe militar o por decreto”; por esta misa razón, Barak Obama rehusó a utilizar la palabra “golpe militar” para la acción ilegal del general egipcio Al Sisi en 2013 contra el gobierno legal de su protegido, el islamista Mohammad Mursi hoy encarcelado y condenado a muerte.

Las opciones de Moscú

EEUU aún no ha conseguido descifrar la gran enemiga: ¿hasta dónde llegará el apoyo de Kremlin al gobierno de Maduro? En la última conversación telefónica de 90 minutos entre Trump y Putin, los dos mandatarios hablaron entre otros temas, sobre Venezuela: “el presidente de Rusia enfatizó que sólo al pueblo venezolano le corresponde decidir el futuro de su país”, afirma la prensa rusa y señala que la conversación tuvo “un carácter constructivo”, a pesar de las declaraciones provocativas de Bolton-Pompeo respecto a la posición rusa.

Por el momento, lo que se pueden destacar, son:

  1. Un contundente apoyo político al gobierno de Maduro: Considerar la política de Trump en incitar al ejército venezolano para que derroque a Maduro una flagrante violación del derecho internacional, y una injerencia en los asuntos internos de un país soberano.

Cuando Bolton, invocando la Doctrina Monroe, dijo que “este es nuestro hemisferio, no es donde los rusos deberían estar interfiriendo”, Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, le instó mirar el mapa: “Parte del territorio de Rusia – la península de Chukotka – se encuentra en el hemisferio occidental”, o sea, que Venezuela forma parte de su zona de influencia rusa.

Ha formado parte de este respaldo, el envío de 300 toneladas de medicamentos y equipos médicos a Venezuela, a través de la Organización Mundial de la Salud, mientras EEUU utilizaba la cuestión humanitaria como instrumento de una intervención política. El reducido apoyo de Moscú a Maduro no es comparable con la ayuda que recibe la oposición de EEUU, y ni está en proporción a la presión que sufre el gobierno de Caracas.

  1. Meditar una ayuda militar. En 2018, Rusia y Venezuela realizaron unas maniobras militares, y dos bombarderos ​​Tupolev Tu-160 (con capacidad nuclear) sobrevolaron el Caribe.

Pero, no hay indicios de que Moscú este planeando una intervención militar al estilo de Siria en Venezuela en apoyo a Maduro, ni la ha pedido Caracas, afirma el portavoz de Kremlin, Dmitry Peskov. Venezuela no es un socio militar de Rusia, como los son Belarús, Kazajistán, Armenia, Kirguistán o Tayikistán, unidos en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (La OTSC).

Moscú, que también sufre las sanciones de EEUU y la bajada de los precios de petróleo, no podrá soportar la carga financiera de una intervención militar. Aun así, podrá dar una mortal sorpresa al gobierno de Trump: Venezuela para EEUU es (casi) como Ucrania para Rusia, y la crisis en Venezuela podría ser otra oportunidad para el país eslavo, como la fue Siria, para presentarse no sólo como una potencia internacional, una fuerza a tener en cuenta, sino donde puede devolverle el golpe recibido en 2014 en Ucrania cuando Washington patrocinó a las fuerzas fascistas en este país, contra Moscú. Una contundente presencia militar rusa en el país bolivariano le otorgaría la posibilidad de hacer trueque con Trump: “usted saque a la OTAN de mis fronteras para que yo abandone Venezuela”. Es justo lo que hizo Moscú en 1962: retiró sus misiles de Cuba sólo cuando Washington desmanteló los suyos de Turquía.

Pero, la distancia que separa Venezuela de Rusia dificultará la llegada de suministros militares a Venezuela (mientras EEUU cuenta con una veintena de bases militares en América Latina), además Siria tiene una mayor importancia estratégica para Rusia.

Rusia ya es una potencia capaz de entorpecer el avance del imperialismo estadounidense en el mundo, pero la magnitud de su implicación dependerá del interés que represente el objeto-Estado en cuestión y sus costos: no es la Unión Soviética que se movía,  principalmente, por el compromiso ideológico.

Lo cual no significa que Kremlin deje el camino libre a EEUU. Respondiendo a la exigencia Pompeo de que “Rusia tiene que salir de Venezuela“, el canciller ruso Serguéi Lavrov le contestó: “antes EEUU debería salir de Siria”, poniendo, además en evidencia la prepotencia de una potencia que vive de su “excepcionalísimo”.

Volviendo al pragmatismo, Vladimir Putin se ha ofrecido para mediar entre el gobierno y el sector “responsable” de oposición, en aplicación de la fórmula empelada en la crisis de Siria y basada en la “estrategia de equilibrio”: convocar nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias, antes de que se estalle una guerra civil de desgaste.

El objetivo final de Kremlin, que no dará prioridad a los intereses del gobierno de Maduro (o de Venezuela) por encima de los suyos, es forzar a Washington a respetar las reglas, no actuar fuera de las normas de la ONU, impedir que obtenga el control sobre el petróleo venezolano y le robe a Caracas su clientela.

Kremlin diseña su plan B, abriendo la posibilidad del triunfo de la oposición: están en juego miles de millones de dólares que tiene Rusia en activos y contratos, principalmente en armas, petróleo y minería. Por lo que, siendo realista, el Kremlin podrá pedir a la Casa Blanca: 1) conservar el derecho a operar en Venezuela, 2) recibir el pago completo de las deudas, y 3) no instalar bases militares en el país. ¿Volverá a fiarse Moscú de Washington, después de que Gorbachov afirmara haber sido “engañado” (un hombre adulto y conocedor de la naturaleza del imperialismo) por EEUU en 1990 sobre la expansión de la OTAN en las fronteras de la URSS?

¿Una invasión de EEUU?

Hay dos factores principales que impiden un envío de tropas a Venezuela:

1) Una fuerte oposición tanto por sus socios en la región como por los aliados europeos, además de China y Rusia.

2) La reticencia del propio Trump, que ya prepara su reelección, y no quiere romper su promesa electoral de no meter a las tropas de EEUU en un nuevo pantano. Aunque puede cambiar de opinión rindiéndose a la presión de Bolton-Pompeo (que recuerdan al siniestro dúo Cheney-Rumsfeld del equipo Bush), con muchas ganas de prender fuego a Venezuela y a Irán.

El Pentágono está ampliando el diseño actual, que combina la guerra económica, con una intervención indirecta, el uso de los llamados “insiders” (la Quinta Columna) en las operaciones encubiertos de sabotaje y terrorismo, la ciberguerra (posiblemente causante del apagón eléctrico del 7 de marzo del 2019), con una invasión de miles de hombres armados desde las fronteras convertidos en carne de cañón, que harán de “La Contra”, bajo el mando del criminal de guerra Elliott Abrams. La novedad podrá ser los “ataques quirúrgicos”. De hecho, EEUU acaba de prohibir a sus operadores aéreos volar a menos de 26.000 pies sobre el espacio aéreo de Venezuela. El fiasco de la “Operación Libertad” de Guaidó y la de “ayuda humanitaria” como métodos para desbancar a Maduro, refuerzan esta posibilidad, que podrá ir acompañada por la formación de un “gobierno en exilio”.

Aun así, teniendo en cuenta que estamos ante unos mentirosos patológicos, no descarten una invasión terrestre de EEUU. Un “incidente”, como un daño físico a los líderes opositores o al personal diplomático de EEUU en Venezuela, podrían justificar esta opción ante la opinión pública, y así darle al madman de la Casa Blanca “su guerra”.

Rusia no puede permitirse un fracaso en Venezuela. A diferencia de Bashar al Asad al que Obama, sobre la marcha de la guerra contra Siria, se negó a derrocar, el gobierno de Trump está decidido acabar con Maduro. Y, Washington, por su parte, no puede ignorar a Kremlin en el diseño del futuro de Venezuela, (al igual que en Libia), y puede que, fuera de los focos, estén estudiando una solución política a la crisis venezolana. Aunque la ultima palabra la tendrán los ciudadanos del país bolivariano.

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